La última ocurrencia de Podemos concita la atención de algunos columnistas de opinión de la prensa de papel este 30 de abril de 2016. Y es que la idea de controlar los medios de comunicación (aunque en el partido de Iglesias quieran revestirlo de una capa de barniz democrático) vuelve a recordarnos que estas damas y caballeros morados no son otra cosa sino discípulos más que aventajados del chavismo más rancio y dictatorial que la historia de la humanidad ha conocido.
Arrancamos en ABC y lo hacemos con Salvador Sostres, que aparte de criticar lo que Podemos quiere hacer con el periodismo, sacude de lo lindo a ‘Miss Aeropuertos’ Victoria Rosell:
El beso de la fotografía podría ser el de nuestra muerte cívica, política y moral si algún día la juez Rosell alcanza el poder que Pablo Iglesias quiere darle, y si en alguna medida Podemos consigue imponer las siniestras medidas sobre los medios de comunicación que han presentado en el Congreso.
Esta izquierda tiene poco de nueva y es tan liberticida como la llamada resistencia antifranquista, organizada alrededor de un Partido Comunista mucho más totalitario que el propio franquismo. La izquierda tiene una genética dificultad para entender los códigos de la libertad, y por ello su paradigma es la regulación y su estética, la burocracia.
Apunta que:
Podemos dice que quiere unos medios de comunicación más libres, cuando en realidad quiere dotarse de más facilidades legales para someterlos. Su intención legislativa es muy parecida a la que usó Hugo Chávez para que poco a poco, y sin que se notara el cuidado, Venezuela acabara colapsada.
Cada vez que damos carta de naturalidad a personajes como la juez Rosell, Errejón, Monedero o Iglesias, y les aceptamos como iguales en el juego democrático, somos cómplices de su falsa piel del cordero y les ayudamos en su estrategia de comparecer como libertadores, cuando sólo pretenden aniquilar nuestro modo de vida occidental.
Unos medios de comunicación controlados por el Gobierno. Una juez estrella resentida y arrogante, y con asuntos turbios directamente relacionados con su honorabilidad que ahora están siendo investigados. Una izquierda de inspiración castrista, ecuatoriana y venezolana. Parece como si no recordáramos lo que nos costó conquistar este espacio de difícil y fragilísima libertad.
El beso de la fotografía podría ser el de nuestra muerte si algún día la jauría podemita se encuentra en disposición de despojarse de sus disfraces para dar rienda suelta a la bestia totalitaria y violenta que lleva dentro.
Ignacio Camacho habla sobre las guerras intestinas montadas en el PSOE. Aquello es un verdadero carajal donde los cuchillos vuelan de un lado hacia otro:
El día en que Compromís presentó su propuesta contra reloj de Gobierno «a la valenciana», un escalofrío de estupor envolvió a los barones del PSOE; temían que Pedro Sánchez les hubiese hecho la pirula a sus espaldas. Durante unas horas, las que tardó Pablo Iglesias en bajar la persiana, los disidentes socialistas y sobre todo Susana Díaz llegaron a pensar que el candidato había negociado un acuerdo a la desesperada. Lo que les alivió no fue la ambigua respuesta de Ferraz sino la humillante exigencia del líder de Podemos, a quien tal vez Errejón y Mónica Oltra sí puentearon a ver qué pasaba. Puede que los adversarios internos de Sánchez nunca lleguen a saber del todo hasta qué punto estaba involucrado en la maniobra sorpresa de esa mañana.
Detalla que:
En cualquier caso, el secretario general se avino a su pacto con el partido y con Ciudadanos; mantuvo su palabra pero a partir de ahora empieza otra partida. Sánchez va a diseñar al mismo tiempo su estrategia de campaña y la de la noche electoral, que será su punto crítico de supervivencia porque es el momento en que Díaz lo esperará con la espada de descabello. Si Podemos lo sobrepasa o pierde un solo escaño respecto al 20-D está liquidado; la presidenta andaluza exigirá en el acto su renuncia. Pero si logra mantener o mejorar sus números saldrá a anunciar una candidatura antes de que su rival mueva pieza; ofrecerá sobre la marcha el Gabinete de coalición de izquierdas que en estos cuatro meses no ha podido armar porque los suyos le ataron las manos antes de que pudiese levantarlas.
Sánchez considera un error no haberse postulado desde primera hora, cuando decidió esperar que Rajoy se estrellara. Aunque el quiebro posterior del presidente le permitió mantenerse vivo, los susanistas y la vieja guardia aprovecharon el tiempo muerto para urdir el modo de encapsularlo en un pliego de condiciones que no podía cumplir. Ahora no les piensa conceder, si tiene opción, esa oportunidad. Entre otras razones porque sabe que ellos tampoco están dispuestos a dársela.
Y sentencia:
Claro que para eso necesita volver a superar a Podemos, que le ha planteado el crucial desafío por la hegemonía de la izquierda. Más que a Rajoy, que circula por un carril separado, en las próximas elecciones Sánchez se tiene que enfrentar a la vez a Iglesias y al susanismo, que ahora quiere a Eduardo Madina en el Congreso para garantizarse una silla caliente, un relevo transitorio. Cuando el candidato denuncia, con retórica electoralista, la «pinza» entre los populistas y el PP omite la cruel paradoja de que en realidad la fuerza morada ha actuado, en su intransigencia al pacto, como aliada objetiva de una parte del PSOE. La que acaso haya establecido bajo cuerda la gran coalición blanda que le ha impedido convertirse en presidente. La que le aguarda con intención de arrastrarlo por los primeros rastrojales del verano.
Ramón Pérez-Maura cuenta con precisión de cirujano el tremendo follón que se ha montado en este país con unos resultados electorales que no se han sabido gestionar y que nos harán que el 26 de junio de 2016 tengamos que votar de nuevo:
Cuando Mariano Rajoy convocó elecciones el pasado 20 de diciembre, pedía ser juzgado por la nación a la vista de los resultados de cuatro años de Gobierno. Era difícil discutir que España estaba mucho mejor que en 2011 cuando el zapaterato la dejó rendida y consumida. Pero vivimos en tiempos en que la población pide mucho más que una buena gestión de las cuentas públicas. Es decir: una mala gestión de esos números te mata. Una buena no te salva necesariamente. Entre otras cosas, porque los 10.866.566 votantes que sufragaron por el PP en 2011 pedían algo más que esa capacidad para reparar la ruina en que había dejado a España el PSOE. Demandaban una acción política que luego no se dio en materias como la defensa de la vida o no se percibió suficientemente en asuntos como la salvaguarda de la unidad de España. Así que cuatro años después el PP ganó las elecciones perdiendo más de tres millones y medio de votos de los que algo más de un millón parecieron ir a la abstención.
Recuerda que:
Seis meses y una semana después, los españoles tendremos que pronunciarnos de nuevo. Se escucha en la calle el descontento de la ciudadanía que no acepta fácilmente que la clase política no haya sido capaz de armar un Gobierno con la voluntad manifestada por los españoles en las urnas. Y es que ahora los españoles no vamos a tener que juzgar tanto una gestión de Gobierno, sino una gestión de desgobierno por parte de quienes han estado cuatro meses ignorando la voluntad de los españoles manifestada el pasado 20 de diciembre y diciéndonos que habíamos «votado cambio» -partido o candidato de cuya existencia nunca fui consciente.
Añade que:
En todo caso, esas legítimas aspiraciones a buscar otra forma de hacer política, rompieron el bipartidismo que había caracterizado nuestra democracia desde 1977 -no siempre con los mismos actores- y nos dieron un cuatripartito cuyo primer resultado ha sido hacer España ingobernable. Ahora vengan y cuéntenme que esto es mejor que lo que había antes. A mayores respecto a este escenario, hemos visto circular con impunidad a un partido antisistema como Podemos que ha empleado las instituciones para su mayor gloria sin ningún servicio a los votantes a los que decía defender. El esperpento del pasado jueves con sus diputados utilizando la Cámara de la soberanía nacional como si fuera la plaza pública para manifestarse a gritos es una perfecta manifestación de a dónde nos han llevado estos cuatro meses y lo que puede venir si esa tendencia se acentúa.
Y remacha:
Otrosí: aquellos votantes del PP que creyeron que era bueno apostar por Ciudadanos como forma de hacer un correctivo a Rajoy ya saben en qué consistía esa enmienda. Ciudadanos pasó de apoyar a la lista más votada en las elecciones municipales y autonómicas -a algunos con bastante más generosidad que a otros- a aliarse con el PSOE tras las últimas generales. Con el resultado de todos conocido. Y no vale que digan que Rajoy no hizo nada. Rajoy no hizo porque sin el PSOE no había nada que hacer. Y Ciudadanos apostó por el PSOE en lugar de quedarse junto a la lista más votada y pedir a Sánchez que se sumase.
Pero éste es el estado de la cuestión. Votaremos después de seis meses de una España ingobernable. Y veremos si todavía queremos más de lo mismo mientras se nos escapa el tren del verdadero progreso.
En El Mundo, Lucía Méndez habla sobre lo que fue la salida de los diputados del último pleno de esto que han dado en llamar la legislatura más corta y lanza un claro recado, que el 26 de junio de 2016 la gente va a ir a votar en serio:
El Salón de los Pasos Perdidos del Congreso es un lugar de otro siglo, decorado con liturgia democrática de siglos pasados. Allí, paseando de una esquina a otra alrededor de la mesa de Isabel II o sentados en los sillones de terciopelo rojo, los diputados de partidos distintos se han conocido a través de la conversación. El Salón de los Pasos Perdidos ha permanecido vacío, triste y silencioso durante la legislatura breve. Las alfombras sin pisar durante cuatro meses. Las butacas sin señales. Porque allí no entran las cámaras ni los micrófonos. Allí solo se conversa y se establecen los lazos de confianza que engrasan la vida parlamentaria. El Salón de los Pasos Perdidos no se encuentra a sí mismo porque ahora sin cámaras no hay política. Ni espectáculo.
Dice que:
Las luces no han iluminado a nadie. Los diputados no han querido pasear, ni conversar, ni conocerse. Ni los nuevos han querido conocer a los antiguos, ni los antiguos a los nuevos. Los parlamentarios han permanecido en sus escaños, rodeados de sus grupos, sin voluntad de dar los muchos pasos perdidos que son necesarios para encontrar al otro. Sin conversar, sin pasear junto al de enfrente, sin establecer confianzas ni complicidades, sin cruzar la mirada con la otra bancada, en algunos casos sin reconocer la existencia del otro. Los diputados han entrado y salido del hemiciclo siguiendo el rastro de los cables tirados por los periodistas, no las pisadas de sus compañeros de escaño.
Desde la puerta siempre abierta del Salón de los Pasos Perdidos, asistí a la salida de los diputados después del último pleno del Congreso. Dejaban tras de sí un rastro de lamento, decepción y desencanto. Hasta un ligero sentimiento de culpa pude apreciar en algunas de las nuevas y fugaces señorías. Había miradas de incredulidad y extrañeza escondidas bajo el disfraz de la mueca irónica de a por otra campaña más. Como si no acabaran de creerse que el final de la legislatura llegó sin haber empezado.
Y concluye:
De entre la avalancha, sobresalía un hombre de elevada estatura, un líder político que charlaba animadamente con los suyos. El gesto relajado y satisfecho, sin rastro de tristeza ni de culpa. Era Mariano Rajoy. «No hay que llorar sobre la leche derramada», dijo su número dos. Trámite superado. Ahora los españoles votarán en serio y ya veréis.
Para Rafael Moyano, todas las propuestas de Podemos en terreno mediático tienen el mismo fin, el control de los medios de comunicación:
Podemos ha dejado registradas en el Congreso sus primeras propuestas de «políticas mediáticas», rematando así una semana de impulso a su estrategia de comunicación, ámbito en el que se maneja con especial maestría. Un registro de carácter simbólico, como reconocen los propios diputados que la han presentado, porque sus proposiciones no van a servir para nada, no van a poder debatirse. Para eso ha quedado el Parlamento en esta exigua legislatura, para hacer propaganda política.
Rememora que:
El plan lo inició Pablo Iglesias cuando se lanzó a pecho descubierto contra la prensa y los periodistas, protegido por la comodidad del ambiente universitario que tanto domina, y abrió un debate que a buen seguro va a utilizar en la campaña electoral. Le dio carrete Carolina Bescansa con sus declaraciones sobre la necesidad de investigar cómo trabajan las redacciones. Nada nuevo. Todas las medidas de Podemos en el terreno de la información van encaminadas al control de los medios. Poco después de ser elegido eurodiputado, Iglesias afirmaba que «los medios de comunicación tienen que tener un mecanismo de control público». En su programa para las generales pasadas, que no variará para las próximas, Podemos incluye medidas específicas de comunicación y derecho de la información destinadas a arreglar la «degeneración sin precedentes» de nuestro sistema mediático.
Subraya que:
Las tres proposiciones no de ley están en este programa y no hacía falta la utilización del Congreso para «despejar toda duda» sobre su política de medios. La de la agencia Efe, por ejemplo, es su primera aproximación a cambiar el modelo de gestión de los medios públicos. Nada que decir sobre el fondo, que no difiere en nada con lo que plantean, y han planteado siempre, otros partidos. Que TVE, RNE o Efe no sean aparatos de propaganda, sino un servicio público guiado por la rentabilidad social, es algo que proclaman todos. No estamos en el debate liberal de si deben existir una radio y una televisión públicas. Existen y, a día de hoy, nos salvan de muchas cosas. El problema es la tentación irresistible que suponen para los políticos cuando caen en sus manos. Aunque les cueste mucho a los británicos, qué envidia da una BBC.
Bien está que se controle lo público y hasta donde llega lo público, es decir, hasta el reparto del espacio radioeléctrico. Que la objetividad y la transparencia sean la guía por la que se rijan los medios del Estado y las adjudicaciones de licencias y postes radiofónicos. Que se garantice así el derecho a la información de los ciudadanos y la existencia de leyes que salvaguarden la libertad de expresión. Pero a partir de ahí dejemos que fluya la relación entre el comunicador y el televidente, el escuchante o el lector. Protéjase de que le protejan. Usted es más listo de lo que creen.