Política y más política con tintes electorales en las columnas de opinión de este 1 de mayo de 2016, día del trabajador y día la madre en España. Con el 2 de mayo de 2016 a la vuelta de la esquina, es decir la disolución de las Cortes, ahora ya todo está localizado en una fecha, la del 26 de junio de 2016, donde los partidos ya piensan en cómo quedará repartido el pastel de escaños. Más de uno se teme lo peor, quedarse sin la canonjía del preciado y mullido sillón.
Arrancamos en ABC y lo hacemos con Ignacio Camacho que asegura que ha sido tal el espectáculo dado por determinados partidos que Rajoy se presenta como un evidente garante de estabilidad, aunque está claro que serán las urnas las que ‘hablen’.
Nadie puede dudar a estas alturas de que Rajoy sea un hombre paciente. Ha hecho del inmovilismo una estrategia política, casi la única o desde luego la fundamental de su carrera. Pero su cualidad principal no es la paciencia sino la resiliencia: un concepto de la psicología positiva que se refiere a la capacidad de sobreponerse a contratiempos y situaciones adversas. La calma, el aguante, la perseverancia pasiva, son en él herramientas emocionales -o antiemocionales, más bien- al servicio de su objetivo esencial de supervivencia. Su falta de sensibilidad adaptativa la compensa con una rocosa tenacidad que le permite rebotar sobre las dificultades hasta erigirse en un raro caso de éxito a contracorriente.
Esa condición de experto resiliente le ha permitido escapar casi ileso de una de las más peligrosas crisis de su carrera. A lo largo de estos cuatro meses ha estado varias veces más fuera del poder que dentro. Sin embargo, amenazado de naufragio ha logrado alcanzar la orilla sin moverse, flotando quieto en un oleaje político de agitación compulsiva. Bloqueado por el veto contumaz de Pedro Sánchez, apostó por la inmovilidad para dejar que los demás descarrilasen por el impulso de su propio dinamismo. La repetición electoral era su único objetivo desde que entendió que sin el PSOE no tenía opciones, y agarrado a ese salvavidas ha conseguido otra oportunidad. De todos los dirigentes españoles actuales es el que más partido sabe sacar de sus propios defectos.
Aunque el éxito parcial de esa apuesta por el mal menor no lo mejora como político ni soluciona los problemas de su liderazgo, le ha permitido eludir la derrota y salir reforzado en su autoridad interna. Sigue siendo un gobernante desgastado, sin empatía, alérgico a las novedades, con un lenguaje de madera y una inquietante proclividad a minimizar la importancia de la corrupción en el colapso de la confianza social; pero su fortaleza pragmática, su impermeable resistencia, le mantiene de pie como un tentetieso. El enroque gubernamental de esta legislatura fallida ha sido coriáceo. Una política de tierra quemada sin concesiones, capaz de sacrificar -caso del ministro Soria- cualquier pieza que quedase fuera de la zona de seguridad de su búnker blindado.
Y sentencia:
A base de dilatar los tiempos, el marianismo llega a las elecciones con el programa redactado por sus adversarios. Rajoy se va a presentar como garantía de estabilidad frente a una política-espectáculo de saltimbanquis y tarambanas. Apoyado en el recio suelo electoral de la derecha puede volver a ganar en minoría y entonces tendrá que pisar un terreno inédito, el de los pactos y concesiones, en el que tal vez su cabeza vuelva a estar sobre el tablero. Pero no cruzará ese puente antes de llegar al río. Y de todos modos, hasta un superviviente contumaz sabe que ni siquiera la resiliencia le garantiza la propiedad de volverse eterno.
Jon Juaristi habla sobre la radicalización del PSOE desde los tiempos de Zapatero pasando por su actual secretario general, Pedro Sánchez:
Supongo que la disolución de las Cámaras y la convocatoria de elecciones nos darán al menos un mes y medio de respiro hasta el comienzo formal de la campaña. Cuando hablo de respiro, me refiero a un previsible descenso de la chulería alucinada de la izquierda, que ya iba alcanzando niveles de peligrosísimo disparate. Y me explico: la bolchevización de la cúpula del PSOE no es un fenómeno insólito en la historia española. No hace falta retroceder a la Guerra Civil para comprobarlo. El zapaterismo está aún muy reciente. Pero en el caso de Zapatero el viraje hacia la extrema izquierda partía exclusivamente de un desarreglo hormonal idiosincrásico. En efecto, el PSOE no necesitaba asaltar las sedes del PP el día 13 de marzo de 2004 para ganar las elecciones del 14. Si lo hizo, fue porque su secretario general, que iba sobrado gracias a la rendición de la mayoría de la población al yihadismo tras conocerse la autoría de los atentados de Atocha, decidió aprovechar la coyuntura para vengar a su abuelo y ganar así la guerra contra Franco en un delirio florido que se probó contagioso. Toda la izquierda se puso a delirar al unísono con Zapatero.
Recuerda que:
El asalto a las sedes del PP reprodujo el asalto a las de Herri Batasuna siete años atrás, a raíz del secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco. Lo reprodujo de un modo literal, empezando por las sedes populares en el País Vasco. Ahora bien, el asalto de 1997 a las sedes de los etarras en comisión de servicio había sido un fenómeno en su mayor parte espontáneo y no planificado. Sencillamente, la mayoría de la población vasca estaba harta del cinismo de aquella gentuza cuya complicidad en los crímenes de la banda era más que evidente. No se linchó a nadie, aunque algún jefecillo abertzale se llevara un guantazo en Pamplona, donde corría el vino porque estaban en Sanfermines. En cambio, los asaltos a las sedes del PP en 2004 fueron planificados con detalle y convocados a través de móviles que atribuían al Gobierno de Aznar la responsabilidad de las bombas de Madrid. La reacción popular de julio de 1997 contra HB fue una auténtica revolución política que fortaleció la democracia. La de la izquierda contra el PP en marzo de 2004 la dejó parapléjica. Fue una reacción de cobardes que escogieron rendirse a Al Qaeda. La democracia no se ha recuperado de la herida que entonces le infligieron.
Desde esa nefasta jornada, el PSOE no ha dejado de huir hacia otro 36, aunque hable de un mañana luminoso. Y sin embargo, en 2004, Zapatero no tenía que competir con una extrema izquierda rampante. Sánchez, en 2016, sí. Ante Podemos, se ha comportado como lo hizo el PNV ante Herri Batasuna tras el prometedor verano de 1997. Emulando el izquierdismo de los chavistas españoles, de manera análoga a los Ardanza, Arzalluz y Eguíbar, que optaron por mantener incólume y cohesionada la comunidad nacionalista y rompieron apresuradamente la unidad de los demócratas para crear con los etarras el frente de Estella, Sánchez ha rivalizado en sectarismo con Iglesias, induciendo en sus filas (y en las podemitas) un nuevo delirio, esta vez más bolchivariano que bolchevique. Por eso todos los soplones del reino, los detritos del zapaterismo y de IU, se pusieron a hacer listas de enemigos del pueblo y a denunciar, por ejemplo, a los intelectuales desafectos a la izquierda. Por eso, porque veían el cielo y la mamandurria al alcance de la mano. Pero el matonismo se paga, y si no, que se lo pregunten a Otegui, que se duele de que, cuando ya ETA ha dejado de matar, la gente lo trate, a él, al pobre Arnaldo, con más rencor y desprecio que antes. ¿Por qué será?
El genial Antonio Burgos se parte la caja con esos sabelotodos de los tertulianos que ahora tendrán que reinventarse de cara a las elecciones del 26 de junio de 2016:
No es que el tertulianés haya logrado cotas tan excelsas de expresión que merezca 26 puntos de calificación por el Sistema Métrico Jabugo, donde saben que los buenos serranos ibéricos de bellota son llamados «jamones de 5 jotas». No van por ahí los tiros, por las 26 jotas, ni aragonesas ni navarras. Van por las modas y tendencias del lenguaje de los tertulianos de cara a la repetición de la jugada de las elecciones.
-No, de cara, de lo que se dice cara, los tertulianos le echan toda la cara del mundo a ese arte que tienen de ponerse habla que te habla sin decir absolutamente nada.
Subraya que:
Cual la materia, el tertulianés no se crea ni se destruye, sino que se transforma. Y he observado que con todo este lío del montepío electoral sus modas han cambiado bastante. Ya ninguno dice lo de «con la que está cayendo». Y mira que han caído cosas. Y más que van a caer. De momento se ha caído el sistema, con la irrupción de los emergentes y la momificación de los sumergidos. Repetimos elecciones porque se ha caído el sistema. Como cuando llegamos al Banco a pagar un recibo y nos dicen:
-Tiene usted que esperar, porque se ha caído el sistema y estamos reiniciándolo…
Añade que:
En todos sitios se cae el sistema: en la botica no te pueden dar la medicina del Seguro porque se ha caído el sistema; la agencia de viajes no te puede vender el billete del Ave porque se ha caído el sistema. ¡Qué torpe de piernas es el sistema, joé, que siempre se está cayendo! Aunque gracias a Dios no se rompe ningún hueso. Y eso es lo que les ha pasado a los tertulianos. Se ha caído el sistema, el sistema político, el sistema electoral, y a los tertulianos les ha cogido fuera de juego, a contraestilo. Gran parte de su repertorio de frases tópicas no significantes y de significadas voces multiusos se les ha quedado obsoleto. Por eso han inventado la palabra más de moda en tertulianés: postureo. Para ellos, todo es postureo en la política patria. ¿Qué significa postureo, que te veo? Pues embuste, mentira, ficción, dictadura de las apariencias. Lo de ellos: su postureo de aparentar que se lo saben todo de política, cuando conocen lo mismo que menda lerenda: ni papa, porque no tengo ni idea. «Ni Dios lo permita», que contestó Lola Flores cuando le preguntaron si hablaba inglés.
Resalta que:
Junto al postureo, hay otras palabras de las que han tirado a la desesperada como rueda de repuesto. Hay una que es una preciosidad: calendarizar. Ah, y del lenguaje del fútbol han tomado prestado un timito: «Desde el minuto 1», también nuevo en esta plaza radiofónica y televisiva. Junto al ya clásico «visibilizar» y al no menos útil «focalizar». O a «poner en valor». Así como «transversal», que está de última. Ah, y «el escenario», que no tiene nada que ver ni con el Teatro Español ni con el Teatro de la Comedia (menuda comedia esta tragedia patria). Los tertulianos se han visto forzados a renovar completamente su repertorio tras el fracaso de los pactos posibles o imposibles que tanto juego les han dado. Casi tanto como aquellos duros antiguos que tanto en Cádiz dieron que hablar o estos 600 kilos de monedas romanas halladas modernamente en Mairena del Aljarafe que tanto en Sevilla están dando que escribir.
Y concluye:
Como les sé aplicados alumnos de mi Curso de Tertulianas a Distancia, con los mimbres que les acabo de dar pueden construir una perfecta frase en tertulianés para no decir ab-so-lu-ta-men-te nada cuando les pregunten su pronóstico para el 26-J. Verbigracia: «Visto lo visto y hasta donde yo sé, se ha visibilizado el postureo y se ha focalizado la imposibilidad de soluciones transversales desde el minuto 1, antes de calendarizar el problema. Hay que verbalizar que todo pasa por la puesta en valor de un nuevo escenario, y que Dios nos coja confesados».
-¡La gallina!
En La Razón, Alfonso Rojo diserta sobre ese repugnante dictadorzuelo que le ha caído en desgracia a Venezuela, Nicolás Maduro:
Huele que apesta. Y lo esperpéntico es que aquí, en España, políticos que van de pro gres a los que se les llenará de nuevo la boca este 1 de Mayo, hablando de justicia, derechos humanos y solidaridad, siguen aplaudiendo sus tropelías y justificando sus crímenes. Y no me refiero sólo a Iglesias y los dePodemos, obligados a agradecer los millones que les soltó el chavismo, sino también a Garzón de IU, a Rufián el de ERC y a sus cuates periféricos. Hoy no toca perder el tiempo con esa patulea.
Dice que:
La pregunta, dentro y fuera de la maltratada Venezuela, es cuánto durará el incompetente Nicolás Maduro en el cargo. No me atrevo a dar fechas, pero es cuestión de meses y no caerá el tirano como ese referéndum revocatorio para el que recoge firmas la oposición democrática, ni empujado por las masivas protestas populares. Lo echarán a patadas los militares venezolanos. No los que engordan a su vera, sino los otros, los que trajinan en destacamentos alejados de Palacio, esos tenientes y capitanes que ven día a día cómo su Patria, esa que juraron defender, se precipita al abismo. Como hizo Fidel Castro en la Cuba comunista, Hugo Chávez y su despótico sucesor han trufado de comandantes, coroneles y generales los altos escalones de la administración y permitido que un montón de uniformados, de jefes policiales y vulgar es matones se hagan millonarios, saqueando las empresas públicas, a la sombra de la petrolera PDVSA, con el narcotráfico al estilo Diosdado Cabello o robando al apaleado ciudadano. Ese« fusible» ha sido eficaz mientras el barril de crudo estaba a 100 dólares y el régimen nadaba en la abundancia. Ahora no hay tarta para repartir; ni siquiera pan y cambia el paradigma.
Los chavistas, esos a los que asesoraban sujetos como Errejón o Monedero y para los que redactaba manuales el profesor Verstrynge, no sólo han destruido unas instituciones ya deterioradas y despilfarrado la riqueza nacional. Han catástrofe humanitaria. Hace unos meses, la noticia era que escaseaba el papel higiénico, el crimen rampaba y encarcelaban a los opositores: hoy, siguen torturando a los disidentes, los maleantes asesinan a mansalva, no hay medicamentos, cortan la electricidad y la gente sufre hambre. Y Maduro y sus sicarios no hacen acto de contrición por su desastrosa política energética o toman medidas: se limitan a proclamar que la sequía, esa que tiene paradas las centrales hidroeléctricas, es consecuencia de la« guerra climática» que libran al limón EE UU y España contra la Revolución bolivariana. ¡Manda huevos!
En El Mundo, su director, David Jiménez, lamenta la repetición de elecciones y que encima se presenten los mismos candidatos:
Algo hemos tenido que hacer mal, en esta vida o la anterior, para merecer otros dos meses de mítines tediosos, debates sin debate, insultos sin gracia y política vacía, todo presentado como una mala secuela en la que los personajes empiezan a hacerse insufriblemente repetitivos. Casi todo son certezas en este ‘déjà vu’ electoral, incluida la garantía de que la nueva cita no convertirá a políticos incapaces de formar gobierno en estadistas dispuestos a sacrificar sus ambiciones personales por el país.
Toca aguantar pues con resignación más postureo, otra tanda de frases hechas y un nuevo baile de nombres para componer las listas electorales, que siempre viene bien para pagar favores pasados y premiar el seguidismo al líder. Pueden apostar la casa a una campaña con más reproches que propuestas. Pocas ideas. Y otro buen puñado de promesas electorales, lanzadas sin ninguna intención de que realmente se cumplan.
Destaca que:
No, no vamos a salir del trabajo a las seis como nos prometen unos. Tampoco a darle un corte de mangas a Merkel como proponen los otros. Ni por supuesto avanzaremos en ese gran pacto por la educación que todos dicen buscar y que siempre puede esperar. Si no se logró durante tres décadas de bipartidismo, cuando sólo tenían que ponerse de acuerdo dos, ya me dirán ahora que se han sumado a la mesa los hijos de ese sistema educativo fallido, llegados a la política tras entrenar su capacidad de consenso en la tertulia televisiva.
Esta legislatura breve e inútil ha servido para confirmar lo que ya sospechábamos: que el proyecto de los de siempre está agotado y que el de los nuevos no es otra cosa que una versión de lo anterior, más el espectáculo. Pero si la política no ha cambiado, en parte es porque tampoco lo ha hecho un electorado que maldice a su clase política como si se la hubieran escogido en Finlandia. El 20-D iba a transformar el país, pero lo que ha hecho es reafirmarlo en sus defectos: tenemos más partidos y las mismas dos Españas de siempre, sólo que más fragmentadas.
Nuestros políticos nunca acordarán nada relevante mientras sigamos siendo el país donde, como escribió Carlos Alsina en nuestro dominical hace ya algún tiempo, las desaladoras sean de izquierdas y los trasvases de derechas, los molinos de viento de izquierdas y las centrales nucleares de derechas, el teatro experimental de izquierdas y los toros de derechas, los planes de pensiones de derechas y de izquierdas «montarle un pollo al director de tu banco como se le ocurra proponértelo». ¿Cómo van a acordar estos partidos un verdadero plan de educación, si para unos la religión es la asignatura del régimen y para los otros educar en la tolerancia un intento de adoctrinamiento marxista?
Recalca que:
Si algo han hecho con eficacia los políticos en nuestro país es seguir cavando las trincheras, porque contra el otro se vive mejor. Si te tomas a tu partido político como si fuera tu equipo de fútbol, lo de menos es que gane de penalti injusto en el último minuto o que el presidente haya pagado una comisión para fichar a la gran estrella del momento. Lo insoportable es perder. El resultado es esta democracia ‘low cost’ donde los votantes van a las urnas, como reconoce que hace Nicolás Redondo en una entrevista que publicamos hoy, «tapándose la nariz». Y si votas con la nariz tapada, ya sabes que el resultado no va a oler a jazmín.
Y finaliza:
Sólo en un país que se queja mucho de sus políticos y hace poco por cambiarlos podrían los partidos permitirse presentar a los mismos candidatos que nos han hecho perder el tiempo estos meses, dispuestos a vendernos las mismas propuestas. La opción que nos habría ahorrado unas nuevas elecciones pasaba, como pidió este diario poco después del 20-D, por la renuncia de Pedro Sánchez tras el batacazo electoral socialista y la decisión de Mariano Rajoy de dejar en manos de otro líder de su partido la búsqueda de esa gran coalición que exigía la situación, marchándose con el legado de haber sacado al país de una de las situaciones más difíciles de su historia reciente. En su lugar, se pide a los españoles que vuelvan a votar sobre lo mismo. El resultado, de eso podemos estar seguros, tampoco olerá a jazmín.