LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Manuel Marín ajusticia a Pedro Sánchez: «¿Qué parte de la abstención no entiendes?»

"Susana Díaz se encargó de remachar que el PSOE no hizo historia. Y si la hizo, fue en términos humillantes"

Sánchez alberga la íntima esperanza de gobernar y sospecha que una vez desactivado el «sorpasso de los cursis», y con Pablo Iglesias despechado por Obama, solo le cabe crecer en las urnas. Arriesgado, pero factible.

Este 14 de julio de 2016, Fiesta Nacional de Francia y último día de los festejos de San Fermín, en Pamplona, las tribunas de opinión de la prensa viene repletas sobre la actitud de Pedro Sánchez, líder del PSOE, empeñado en mantener su apuesta imposible. No quiere terceras elecciones, quiere ser la oposición responsable, pero a la vez mantener el veto a Mariano Rajoy. ¿Cómo se come eso?

Arrancamos en ABC y lo hacemos con el ilustre Manuel Marín que, haciendo un símil con el famoso «¿qué parte del ‘no’ el señor Rajoy no ha entendido?» dicho por el secretario general de Ferraz, él se pregunta ¿qué parte de la abstención no ha entendido el señor Sáchez? 

Pedro Sánchez está desorientado y deambula por la crisis del PSOE como perdido en un maremágnum de ideas confusas, sin autonomía ni claridad para resolver las contradicciones del partido en su momento más crítico en democracia. Divaga y divaga sin rumbo sobre una táctica sin estrategia, y sin más proa que la calculada ambigüedad en busca de tiempo y de oxígeno. Mariano Rajoy le culpó ayer de ser el único responsable de unas hipotéticas terceras elecciones cuando anunció, para incrementar el peso de la culpa sobre los socialistas, que no se someterá a la investidura si no cuenta con los apoyos suficientes.

Detalla que:

Es decir, sin el aval del PSOE, porque la abstención de Ciudadanos por sí misma no sirve de nada, y además es un bálsamo para que Sánchez y Rivera repartan culpas si todo estalla. Haber salvado el match ball ante Podemos empujó a Sánchez en la misma noche electoral a tomar una cuartilla y sumar los «votos del cambio» de modo obsesivo. «Oye, cuadraría, puede ser…». Pero algún conspicuo negociador de sombras y algún gestor influyente de la frustración -85 escaños no son para un guateque- le replicaron aquello de «no, Pedro, hasta aquí hemos llegado. Ni lo intentes». Susana Díaz se encargó de remachar que el PSOE no hizo historia. Y si la hizo, fue en términos humillantes.

Profundiza:

En eso estamos. En una alambicada y perpetua contradicción, porque de nada sirve decir «no» a Rajoy y «no» a otras elecciones. Es incompatible. Se lo han explicado González, Guerra, Leguina, Vara, Page, Puig, Díaz… Es extraño. Como si a Sánchez le hubiesen diagnosticado un complejo cuadro neurológico que le permite ver en rojo lo que es azul a la luz de un chiringuito, bajo una gorra de golfista jubilado y las gafas de Martirio, rebañando chipirones. ¿Por qué exige al PP que negocie con los independentistas catalanes cuando a él se lo prohibió su propio partido?

Y sentencia:

¿Por qué dice que el PSOE «estará siempre en la solución», y que la solución no puede ser que permita gobernar al PP? ¿Por qué aquel «no es no, y no sé qué parte no entiende el PP» se ha convertido ahora en un desconcertante «a día de hoy»? Sánchez alberga la íntima esperanza de gobernar y sospecha que una vez desactivado el «sorpasso de los cursis», y con Pablo Iglesias despechado por Obama, solo le cabe crecer en las urnas. Arriesgado, pero factible. Cosa distinta es que los navajazos en el PSOE se lo permitan, porque nadie le ha dicho, todavía hoy, que repetirá como candidato si provoca elecciones. Es como si las entrañas del otro PSOE, el indignado con el espectáculo, le susurrasen: «Pedro, ¿qué parte de la abstención no entiendes?».

Ignacio Camacho no descarta que Pedro Sánchez esté pensando en echarse al monte y encabezar una coalición frentepopulista para acceder a la Moncloa a sabiendas de que en el PSOE no parecen estar por la labor de que repita como cabeza de lista en unas hipotéticas terceras elecciones:

Las terceras elecciones están hoy más cerca que ayer, o al menos quienes dicen no quererlas lo disimulan bastante. El retorno a las urnas parece «a día de hoy» -expresión de Pedro Sánchez- una contingencia menos remota o más verosímil. No lo sería si el desencuentro de los partidos estuviese basado en proyectos concretos o cuestiones de programa. Pero se trata de algo más abstracto y por tanto más difícil de manejar y de resolver: vetos ideológicos, decisiones tácticas. Un bloqueo endémico. Un cínico método de provisionalidad obstructiva convertido en enfermedad casi estructural de este incierto posbipartidismo.

Aclara que:

Acaso exista sin embargo un hombre decidido a impedir la repetición electoral: el único que no tiene garantías de continuar como candidato porque ha perdido, junto con dos elecciones seguidas, la mayoría en su partido. La tozuda obstrucción de Pedro Sánchez puede ocultar la aspiración de muñir una candidatura alternativa en septiembre para concurrir a la investidura al frente de una coalición frentepopulista. La vieja idea que en enero no pudo llevar a cabo porque se lo impidieron las fuerzas telúricas del socialismo. Es una aventura desquiciada que va contra la lógica del claro resultado electoral y contra la de su propia organización; un disparate que desencadenaría una crispación política inédita en España desde 2004. Pero es el proyecto que ronda en su cabeza para escapar del acoso de unos dirigentes que le han retirado la confianza.

Esa agenda oculta supondría el riesgo de abrir una fractura en el ya muy quebrado PSOE, pero nadie es capaz de predecir lo que pasa por la cabeza de un hombre acorralado por sus derrotas. Para doblegar la resistencia de los barones territoriales guarda la baza populista del referéndum entre la militancia. Y los soberanistas catalanes están dispuestos a echarle un cable. Ayer mismo, Francesc Homs animó al líder socialista para que contemple la vía del acuerdo anti-Rajoy. Tal vez la víspera, en su viaje a Madrid, el portavoz convergente tuviese en su agenda alguna reunión más que la que celebró a cencerros tapados con el presidente del Gobierno. Para ablandar el terreno, el referéndum de autodeterminación se ha convertido de repente en una simple comisión exploratoria.

Y considera que Sánchez teme que le quiten su poltrona de secretario general:

El secretario general barrunta una conspiración interna para derribarlo; sospecha que Susana Díaz y el resto de críticos le quieren imponer la abstención para a continuación revocarle el liderazgo. Teme que si Rajoy gobierna no le dejen ser el jefe de la oposición y puede estar dispuesto a atrincherarse usando La Moncloa como parapeto, aunque sea a costa de abrir los inquietantes armarios del frentepopulismo. Se siente tan acosado por sus compañeros que contempla la tentación de dejarse rescatar por Podemos. Quizá piense que, aunque Iglesias trate de asfixiarlo poco a poco, los suyos pretenden apuñalarlo por la vía rápida.

Isabel San Sebastián detalla que aquí el único partido que hasta el momento ha movido ficha ha sido Ciudadanos ofreciendo su abstención de cara a una segunda sesión de investidura de Mariano Rajoy:

Terminada la primera ronda de consultas para la formación de un gobierno, la situación sigue bloqueada. Y esto es así porque, hasta la fecha, el único partido que ha dado muestras de estar dispuesto a ceder algo en aras de permitir el arranque de la legislatura ha sido Ciudadanos. Todos los demás permanecen atrincherados en sus posiciones de partida, en sus intereses particulares, en sus cálculos más o menos mezquinos, buscando el modo de colocar la pelota en el tejado del vecino, por si fracasa otro intento y hay que señalar culpables.

Asegura que:

El primero en mover ficha ha sido Albert Rivera, consciente de su papel secundario aunque significativo. No son decisivos sus 32 diputados, pese a lo cual contribuirán a la gobernabilidad del único modo compatible con la palabra dada a los electores; esto es, mediante una abstención en segunda instancia. Un voto afirmativo sería una traición a su propio discurso regeneracionista y un «no» rotundo al ganador constituiría una irresponsabilidad en las actuales circunstancias, por lo que parece sensato ese respaldo por pasiva. Menos de lo que quisiera el PP, que de un modo u otro sigue contemplando a los naranjitos como «okupas» del espacio político que considera suyo, y más de lo que anuncia un PSOE rehén de sus pugnas internas.

El Partido Popular ganó incuestionablemente las elecciones y tiene por ello el derecho y el deber de gobernar. Cosa distinta es que pueda conseguirlo sin apearse de sus «sine qua non», el primero de los cuales se llama Mariano Rajoy. El presidente en funciones no deja claro si esta vez aceptará presentarse a la investidura sin tener previamente amarrada la votación, como ocurre en estos momentos, y habla de «período de reflexión con otras fuerzas políticas» en caso de que persista el actual rechazo mayoritario. ¿Se refiere a dar un paso atrás a fin de retirar el principal obstáculo que impide el «sí» de los de Rivera o a la convocatoria automática de nuevos comicios? Desde el mismo 26-J su estrategia se ha basado en responsabilizar enteramente al PSOE de una eventual tercera llamada a las urnas, que todos dicen querer evitar, y a ese empeño permanece anclado casi tres semanas después, para desesperación de Sánchez.

Entiende que el PSOE no quiere mojarse por cálculos electorales:

Y es que todo el anhelo del PSOE es nadar y guardar la ropa, trasladando a Ciudadanos y/o a los nacionalistas el grueso del desgaste inherente a permitir que Rajoy revalide su mandato. «Sumen 170 escaños -vino a decir su candidato en la entrevista con Rajoy- y miraremos hacia otro lado». En otras palabras: «Soy consciente del riesgo que entraña para mis siglas enfrentarlas de nuevo a las urnas, pero suicídese si quiere Rivera haciendo lo contrario de lo prometido a sus votantes, que yo paso».

Tengo para mí que el máximo anhelo de ambos, Sánchez y Rajoy, Rajoy y Sánchez, sería volver a una España bipartidista, fuera de la cual uno y otro se mueven con dificultad. También Pablo Iglesias firmaría gustoso el regreso a ese escenario, siempre que la representación de la izquierda correspondiera en exclusiva a su tropa, por supuesto. De ahí que ya prepare el terreno, cual buitre al acecho de carroña, al estigmatizar al líder socialista subrayando que, si finalmente el PSOE permite gobernar al PP, será «poco menos que su socio». ¿Qué le importa a él España? Sabe que cuanto peor nos vaya a todos tanto mejor le irá a Podemos. España se ha quedado fuera de esta ronda de negociación, por más que la nombren en vano.

En El Mundo, Raúl del Pozo se muestra decepcionado con el comportamiento de unos partidos políticos incapaces de cumplir sus promesas:

Los políticos no tienen palabra y aunque ese hábito provoque ira entre los que les votan, y vuelven a votar, no hacen sino cumplir con su deber. Para ellos la camelancia es una forma de talento. Desde Maquiavelo sabemos que los gobernantes que han incumplido sus juramentos y han desayunado con batracios son los que han hecho grandes cosas.

Vean ustedes a Mariano Rajoy y Pedro Sánchez dándose la mano como tratantes, delante de la bandera de España, unos meses después de que el segundo acusara al primero de indecente. En el juego y en la feria, darse el cazo es una firma. El apretón de manos es la forma de dar valor a los contratos. Pero entre políticos parece un simple ritual de cortesía con los medios. Ayer se saludaron, posaron, como si se fueran a casar, sonrieron en plan Isabel Pantoja y luego estuvieron hablando 1 hora y 20 minutos de nuestro presente y nuestro destino. En la rueda de prensa posterior, Pedro Sánchez afirmó su negativa: el PSOE no es aliado potencial del PP y espera de Rajoy propuestas, no chantajes. Endulzó el «no es no» con «a día de hoy» -mala traducción del francés, en vez de hoy por hoy o en este momento-, y se reafirmó en su negativa a la investidura con la promesa de que impedirán que haya terceras elecciones, lo cual sigue siendo una contradicción, una tesis absurda.

Se pregunta si es una cuestión de torpeza de la clase política:

¿Que esté ocurriendo aquí? ¿Esto es impericia o crisis de Estado? Alberto Garzón da por supuesto que el PSOE asume que el PP va a gobernar, pero diagnostica que la incapacidad de los partidos para formar un Gobierno es una manifestación de la crisis del régimen. Se profetizó que algún día el Estado podría ser dirigido por una cocinera, que es la versión comunista de Dios está en los pucheros de Santa Teresa. ¿Cuatro políticos profesionales valen menos que las dos sardinas del Arcipreste? ¿Aquellos cocineros con cebollas y zanahorias que daban gato por liebre y gallos sin plumas son más listos que los políticos que nos gobiernan? No se puede hacer una buena política con una mala cocina, y todo indica que en España no hay políticos con estrellas Michelin, como hay cocineros españoles que triunfan en el mundo.

Vivimos una situación kafkiana-borgiana, inexplicable, angustiosa; estamos metidos en un laberinto: «un tigre cruza la página, un cuchillo brilla». A pesar de sus mentiras que ellos llaman giros estratégicos no logran el consenso mínimo. Unos han incumplido las promesas sobre la bajada de impuestos o la lucha contra la corrupción o la separación de poderes; otros han olvidado la propuesta de apoyar la lista más votada y hasta la de no votar un Gobierno con Rajoy en la Presidencia. Los electores han vuelto a votarles como sopitas y a pesar de la confianza renovada, hasta el momento, los cuatro se muestran incapaces de sacar a España del bloqueo político. Podrían llevarnos a unas terceras elecciones, lo cual sería un disparate del que nos arrepentiríamos siempre, como ha comentado Mariano Rajoy.

Arcadi Espada escribe sobre esta legión de auténticos cobardes que se valen de un supuesto anonimato para escribir todo tipo de burradas y amenazas en redes sociales, blogs y foros diversos:

Entre los años 2004 y 2007, por mérito y nómina de la editorial Espasa, llevé un blog que tuvo un cierto éxito de público. Una noche inolvidable los más habituales se conjuraron y llegaron a los tres mil comentarios; pero lo cierto es que cada día se escribían a cientos. Mientras duró leí todos los comentarios, no censuré ni el más abyecto y jamás utilicé un nick para escribir allá abajo. Fui grato testigo de la inteligencia y de la delicadeza humanas, y también de su vileza. Una de las razones que me llevaron a evitar la censura fue la de disponer de un recuento impagable del insulto moderno en España: de sus modalidades, de sus estrategias y de sus honduras. Me insultaban a mí y se insultaban entre ellos, y había noches en que me asombraba la fiereza y el retorcimiento. Tenía en cuenta los atenuantes, por así decirlo. El principal, el anonimato.

Señala que:

Pero también el alcohol y las drogas, la herida narcisista, los descalabros de la madrugada, la juventud siniestra; y el principal, que siempre era el deseo de ser alguien. Pero aún teniendo en cuenta todo eso, y la evidencia, tantas veces comprobada, de que un mismo sujeto podía embozarse en media docena de nicks para insultarse incluso a sí mismo, nunca olvidaba que detrás de cada letra tecleada había un hombre, o como se dice ahora, un hombre o una mujer. No era una máquina, un robot, un fantasma: era un hombre tecleando. Ya no era joven, llevaba años dedicándome a un oficio que consiste en conocer gente y había leído bastante literatura realista y visto todo Shakespeare, incluso el más infumable. Pero hasta entonces no supe del todo bien en qué consistía eso que con tanta seguridad -cuña de la misma madera- llaman la gente.

Y considera que:

Esta experiencia personal, pero transferible, se ha multiplicado de modo notable, puramente exponencial, en los últimos años, a través de lo que llaman las redes sociales, un nombre que yo utilizo siempre con distancia dado su carácter ennoblecedor. De pronto la gente ha quedado desvelada. Los que se alegran de la muerte del torero, para citar el último ejemplo, existen y teclean. Estoy dispuesto a discutir cada una de las presuntas virtudes que se atribuyen a las redes. Excepto la de que facilitan una aproximación afinadísima a la naturaleza humana. No hay discusión posible: jamás la humanidad había dispuesto de un similar espejo. Todo ello tiene que redundar en el provecho de la especie, por dentro y por fuera. A psiquiatras y a policías se les están agotando las excusas.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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