Federico Jiménez Losantos: "Por fin entiendo la salida de Gloria Lomana de los informativos de Antena 3, los únicos que no injuriaban al PP"
Esta sección se viste de luto este 15 de julio de 2016 tras la sangrienta masacre sucedida hace tan solo unas horas en Niza, casi frisando el final del día de la Fiesta Nacional de Francia, el 14 de julio de 2016. Evidentemente, las columnas de opinión de la prensa de papel no se hacen eco por cuestiones obvias de lo acaecido en la coqueta y turística ciudad gala convertida anoche en un completo infierno tras la matanza de un lobo solitario.
Arrancamos en ABC y lo hacemos con Carlos Herrera, que habla sobre la galbana de los políticos a la hora de llegar a un acuerdo para que arranque de una vez por todas la legislatura y que no asistamos al esperpéntico espectáculo de hace unos meses, concretamente tras las elecciones del 20 de diciembre de 2015:
La democracia tiene sus tiempos. Sí, es una expresión masivamente utilizada en las últimas horas por aquellos que justifican o explican esta desesperante lentitud en establecer los puentes necesarios para formar nuevo gobierno. La democracia tiene pautas y pasos; los tiene. Pero los países tienen también urgencias, necesidades perentorias, exigencias inexcusables. En ese choque, en España va perdiendo el país y ganando los calendarios autoimpuestos.
Asegura que:
No hay resultado electoral, por endemoniado que sea, que impida del todo la formación de un gobierno. El de las elecciones del 20-D permitía más de una posibilidad y todas fueron sondeadas sin éxito: los partidos políticos españoles gozan de poca flexibilidad, especialmente a medida que el fiel se va desplazando hacia la izquierda, concienzudamente sectaria. No es la derecha española, ciertamente, saco de virtudes a imitar, pero convendría recordar, por ejemplo, que el PSOE pudo desplazar al nacionalismo endémico en el País Vasco gracias al apoyo gratuito e inmediato que le brindó el PP, mediante el cual Patxi López llegó a ser lendakari. Jamás dio las gracias por ello y siempre mostró una indisimulada incomodidad al gobernar merced a ese apoyo, pero lo cierto es que encabezó un gobierno con poca gloria y alguna pena que fue revocado a las primeras de cambio. ¿Cree alguno de ustedes que ese caso se habría dado al revés? Pero esa es otra historia.
Decía que, si ya el 20-D pudo haber un gobierno de concentración, con más razón podría formarse uno -de esa característica o de otra- después del 26-J, jornada en la que quedaron algo más claras algunas cosas. Estamos de acuerdo en que con 137 escaños no vas a ninguna parte y que estás obligado a formar alguna mayoría presentable, pero parece claro que, como dice Emiliano de la Mancha, el que debe llevar el volante es Rajoy; para ello alguien debe apoyarle, y en ello estamos con el dichoso calendario. Rivera llega, de momento, a asegurarle abstención en segunda votación, lo cual, por sí solo, no significa nada, y Sánchez dice que él no es el indicado para brindarle apoyo habiendo otros. Da a entender algo así: «Preséntese usted con 170 diputados a la investidura y ya veré yo qué hago». Ello sólo se consigue con un pacto de legislatura con Ciudadanos, y no hay atisbo de ser siquiera posible, no digo ya probable.
Y remacha:
Hay quien dice «no tenga usted prisa, que hay tiempo», pero para alcanzar ese pacto hay que presentar una oferta política consistente -y no sólo enviarle el programa electoral del PP con alguna coma nueva-, nombrar equipo negociador y sentarse de sol a sol a buscar las coincidencias y salvar las diferencias. No se atisba ese momento. Y la casa sin barrer, los Presupuestos -que asoman por lontananza- sin previsión de adaptarlos a un año crucial como es el que viene, las bases estables de un gobierno con ímpetu reformista sin asentar y toda la pasta que sobrevuela España en forma de inversores interesados sin aterrizar por falta de pista debidamente iluminada. Todas las mañanas nos asomamos a un carrusel de declaraciones en el que siempre se escucha lo mismo y tras el cual sólo se deduce un tacticismo mediocre que lleva, inevitablemente, a la melancolía del día siguiente y la pregunta sin responder que una y otra vez retorna con impertinencia: ¿por qué cuesta tanto formar un gobierno en nuestro país? ¡Ah, amigo mío, es que la democracia tiene sus tiempos!, te dicen, y parece que hayan dado con la piedra filosofal. Es decir, que un país debe asistir al cansino carrusel de vaguedades a la espera de que caiga la bola en esa ruleta de la espera sólo porque los tiempos son los tiempos. ¡Anda que si a cuenta de los tiempos acabamos votando otra vez en noviembre! Verás tú qué gracia.
Ignacio Camacho destaca que estas cosas del bloqueo institucional no pasaba con el bipartidismo:
El semestre de bloqueo deja una conclusión antipática: estas cosas no pasaban en el bipartidismo. Gobernaba el partido más votado (que casi siempre era el PSOE, qué tiempos), los pactos se fraguaban en quince o veinte días y los grandes asuntos de Estado, desde la lucha antiterrorista a la política exterior, gozaban de la protección de un consenso más o menos razonable. El abuso de la partitocracia generó una sensación de impunidad que necesitaba una catarsis porque se acabó volviendo asfixiante, pero en punto a estabilidad no había comparación con este descalzaperros en el que los nuevos partidos aún no han demostrado capacidad de adaptarse.
El gran acierto de la llamada «nueva política» ha sido la creación de un relato catastrofista a partir del exceso desparramado en aquellos años de burbujas que un corrupto de la trama Púnica definió como la «época loca». Pero en vez de un proyecto de regeneración triunfó mayoritariamente el discurso nihilista, una impugnación global que ha provocado el surgimiento de un discurso de ruptura. Esa hiperbólica narrativa de la devastación identificó los males del país con el turnismo a través del hallazgo semántico de la casta. Sin embargo, y pese a la amplificación mediática de la soflama radical, los actores recién llegados minusvaloraron la resistencia del viejo orden, el arraigo social del sistema bipartidista. El resultado es esta especie de empate infinito en el que los antiguos agentes políticos sobreviven mal que bien al desgaste y los nuevos no acaban de imponerse. Peor aún: el pragmatismo de los partidos dinásticos se ha mellado en su eficacia mientras sus flamantes oponentes exhiben una inquietante superficialidad ausente de rigor y volcada en lo anecdótico. Las estrategias de Estado han desaparecido porque unos carecen de credibilidad y de peso específico para establecerlas y los otros simplemente no han tenido tiempo ni interés en desarrollarlas.
Y advierte de que las elecciones del 26 de junio de 2016 ya fueron un aviso a navegantes o, dicho de otra manera, a esos ‘becarios’ de la nueva política:
La ligereza con que se habla de nuevas elecciones obliga a recordar que las de junio fueron un aviso contra la micropolítica, contra la insustancialidad de las retóricas del espectáculo. La inflamada facundia televisiva que levantaba audiencias se está demostrando incompetente para construir soluciones y mucha gente ha vuelto con la nariz tapada a refugiarse bajo el manto raído de la experiencia ante el narcisismo estéril de los becarios. Otro semestre de inoperancia y falta de compromisos puede provocar un mayor reagrupamiento defensivo en torno a las estructuras que, aunque corroídas por la fatiga de materiales y un severo deterioro reputacional, proporcionaban al menos cierta funcionalidad utilitaria. La política volátil avienta pronto los prestigios precipitados. Y empieza a haber muchos ciudadanos resignadamente inclinados a preferir lo malo conocido a esta frívola petulancia sin resultados que también se ha dado a conocer demasiado rápido.
José María Carrascal se muestra más optimista con respecto a la formación de Gobierno:
La frase más importante oída en el berenjenal de la política española la pronunció Pedro Sánchez a la salida de su reunión con Rajoy. No me refiero a su no a facilitar por activa y pasiva la continuación de un gobierno del PP, sino a la apostilla «a día de hoy». De que signifique que mañana o pasado cambie de opinión o que continuará en su negativa dependerá que continúe el actual bloqueo o que salgamos de él. El día y la noche.
Asegura que:
Voy a ser más optimista que habitualmente, no por voluntarismo, sino porque algo ha empezado a moverse después de las últimas elecciones, en las que el PP salió fortalecido, mientras que todos los demás retrocedieron. Se notó en la atmósfera de los encuentros de Rajoy con el resto de los líderes. Aquella frialdad que se cortaba en los pasados encuentros se ha convertido en una cordial cortesía, puede que fingida, pero siempre agradable. Está también la unanimidad de que harán todo lo posible para evitar que haya unas terceras elecciones. Y eso no es fingido. Todos están aterrorizados ante tal perspectiva, especialmente Sánchez y Rivera, los que más tienen que perder en caso de que ocurran. Pero también a Rajoy le interesa ponerse a gobernar de verdad cuanto antes. Además, se ha dado ya algún paso adelante.
Explica que:
Ciudadanos ha pasado del no rotundo a Rajoy presidente a abstenerse en la segunda votación. No bastará para investirle ni para que forme un gobierno sólido, de quedarse en eso. Pero la abstención puede convertirse en un sí, de ponerse las cosas realmente mal. Como el «a día de hoy» de Sánchez, que se ve emplazado por el movimiento estratégico de Rivera. No hay duda de que todos ellos se están tirando faroles que, conforme pasan los días, pueden tornarse órdagos contra sí mismos. Pues las 32 abstenciones de Ciudadanos no sirven para nada a la hora de investir a Rajoy, pero transformadas en síes pueden servir de acicate a otros: no es lo mismo presentarse en el Congreso con 138 votos detrás que con 170, a sólo seis de la mayoría absoluta. Quien se vería entonces presionado a dar un paso en esa dirección sería Sánchez. Posiblemente, por su propio partido.
Despeja también el escenario que los partidos nacionalistas hayan dejado de ser relevantes, como lo fueron en ocasiones anteriores. Ellos se lo han buscado: su arrogancia, codicia e insolidaridad les ha hecho perder todo crédito como socios de cualquier gobierno español de izquierda o de derecha. Algo parecido empieza a pasarle a Podemos, cuyo engreimiento y avidez le ha llevado de tocar el cielo con las manos a ser mirado con desconfianza, no sólo por los demás, sino también por sus seguidores. Unan todo eso y tendrán las razones de que soy más optimista que pesimista. A día de hoy, como dice Pedro Sánchez, pues seguro, hoy, en España, ya lo ven, ni San Fermín.
En El Mundo, Santiago González, destaca el ímpetu negociador de Mariano Rajoy para formar Gobierno, quizá incluso pasándose de frenada al incluir en las conversaciones a ERC y a PNV y también resalta la táctica de Ciudadanos que no parece saber qué quiere hacer:
La primera ronda de conversaciones ha terminado como se esperaba, sin un resultado que ayude a la gobernabilidad de España. El candidato más votado se ha empeñado en el asunto con ganas. Nadie podrá decir que Rajoy ha enfocado el asunto con desidia y Marca, tal como le acusa la competencia. Más bien al contrario, uno no llega a entender la razón por la que el candidato popular ha incluido en su agenda entrevistas con los Rufianes de Esquerra, con Pablo Iglesias y con el PNV.
Con los dos primeros por ser tiempo perdido: no había una posibilidad entre mil de que llegaran a un acuerdo de mínimos. Con el tercero, por ser un problema de calendario. No es que el PNV no esté dispuesto a apoyar al PP, no sería la primera vez, pero nunca antes de las elecciones autonómicas de otoño y para cuando éstas hayan pasado, la oportunidad de votar la investidura de Mariano será pasado, salvo que se reserven para las elecciones de noviembre.
Resalta que:
Sería justo reconocer que Rajoy se está tomando más empeño en negociar del que le aconsejarían el sentido productivo y el cálculo de probabilidades. Y tó pá ná. Los dos que restan, el PSOE y Ciudadanos, tampoco le permitían albergar mucha esperanza, pero estaba obligado. Sus entrevistas con Sánchez y Rivera eran obligadas, aunque ya supiera que Albert le iba a decir que no para abstenerse en última instancia y que Pedro le iba a decir que no con la esperanza de poder volver a decirle que no la segunda vez.
Albert Rivera considera que lo suyo es una estrategia para hacer presión a los socialistas con el fin de que se abstengan y permitan la investidura de Mariano, que consideran menos indeseable que las elecciones de noviembre. La estrategia parece más bien inane. Nada de lo que hagan los 32 diputados de C’s afecta lo más mínimo al resultado final. Si votan sí a Mariano y hace lo propio la amable Oramas, el PP necesitará que al menos once diputados socialistas se abstengan o hagan novillos, para que Rajoy pueda investirse con 170 votos frente a los 169 escaños que sumarían todos los demás. Si los 32 se abstienen, tal como ha anunciado Rivera, el PSOE tendría que mandar abstenerse a 43 diputados. Supongamos ahora que la cosa se encabrona en las huestes ciudadanas y decidieran votar que no en segunda instancia, igual que en la primera. El PSOE tendría que abstener a 75 de los suyos, dejando a Pedro y nueve de los suyos inconmovibles en el no al PP. Haga lo que haga Ciudadanos, los socialistas estarían obligados a repartirse entre rechazos y abstenciones, a la manera de los batasunos para aprobar los presupuestos a Ibarretxe en los tiempos del famoso plan que llevaba su nombre, qué ocurrencia.
Y se cuestiona:
No sé si el inspirador de la estrategia ciudadana es Garicano, pero Rivera ha iniciado el declive de su partido. Si da igual lo que haga, ¿por qué no votar sí y entrar? No querrá que lo tomen por facha, santo temor muy comprensible en la España de hoy: también le embarga al PP, pienso cada vez que oigo a la presidenta de la Comunidad de Madrid.
Federico Jiménez Losantos cree que Mariano Rajoy no se ha movido en estas semanas a la hora de buscar los apoyos necesarios de cara a asegurarse la presidencia en una sesión de investidura que, pese a estar fijada para el 2 de agosto de 2016, aún puede variar:
El martes, Rivera abrió a Rajoy las puertas de La Moncloa asegurándole su abstención, que en buena lógica arrastraría la del PSOE. El miércoles, Sánchez le dijo que votaría no a su investidura mientras no fuera capaz de reunir más apoyos parlamentarios que el de su grupo, o sea, que debía convencer a Ciudadanos para sumar 137+32 escaños, que hacen 169. Entonces se abstendría. Lo dijo más claramente Fernández Vara: «Si Rajoy se presenta con 169 escaños, a ver quién es el guapo que le dice que no». Ni Sánchez.
Detalla que:
Los números son más elocuentes que las pomporrutas peperas. Pero Rajoy, que sólo tiene 137 escaños, no ha buscado apoyo alguno. Y este jueves comprobamos atónitos que, tras perder dos semanas con el Homs y el Rufián, quiere formar a toda prisa una especie de Gobierno de adhesión con sus 137 escaños, los 32 de Rivera y los 85 de Snchz que, deslumbrados por Rajoy, votarían en hábito norcoreano (primer tiempo de saludo, ovación y pañolón para el llanto incontrolable) todas las leyes que, generosamente, envíe a las Cortes Mariano-Il-Sung aka Kim-Jong Rajoy. El Gran Timonel insistió: sería una barbaridad volver a votar… pero si no le invisten, iremos; irá a la investidura… pero si no es segura, no irá. Está dispuesto a pactarlo todo, pero sólo su ovación.
En realidad, Rajoy nunca pensó en negociar nada. El texto enviado a los partidos, dice esto sobre la clave de toda regeneración, la independencia judicial: «Proponemos consensuar una Estrategia Nacional de Justicia, desde el diálogo con las fuerzas políticas, con los distintos operadores de la Justicia y con los ciudadanos, para promover una justicia acorde con la realidad del siglo XXI, asegurando la independencia en su funcionamiento y fortaleciendo su configuración como servicio público de calidad orientado a la satisfacción de los intereses de los ciudadanos». ¿Alguien cree que se puede negociar algo a partir de semejante bodrio?
Y sentencia:
Por fin entiendo la salida de Gloria Lomana de los informativos de Antena 3, los únicos que no injuriaban al PP, y su sustitución por el hombre de ZP en TVE, gran amigo de Ferreras y del sextismo radical: volverán a sacar a Podemos «mañana, tarde y noche» en todas las telesorayas, a ver si el pánico a Iglesias lleva a Rajoy a sumar ocho o diez escañitos más. Y si no, a votar otra vez. Y otra… Y otra…