UN VISTAZO RÁPIDO A LA PRENSA

El discurso aburrido y ramplón de Rajoy tira la investidura

Ignacio Camacho: "Un alegato desmayado, sosote y como displicente, carente de la mínima capacidad de seducción"

El discurso de Rajoy más parecía un tema, de 80 minutos, de la oposición a registrador de la propiedad

La prensa en raras ocasiones es capaz de llegar a acuerdos. Este 31 de agosto de 2016 los columnistas coinciden en que el discurso de Mariano Rajoy fue un ladrillo infumable, sin emoción y con la imagen de un presidente en funciones aburrido de sí mismo. Una oportunidad perdida.

Como buen burócrata, Rajoy fue a cumplir. A Luis Ventoso en ABC le sorprende que no se moleste en buscarse a alguien capaz de componerle unos discursos más elevados. «La razón tal vez sea la misma por la que regalaron las televisiones a sus peores enemigos: pereza ante la política. El PP demanda un gran rearme ideológico y una urgente modernización. Lo que malamente les hace Rivera desde fuera deberían acometerlo desde dentro».

Ignacio Camacho le bautiza como el ‘hombre de escarcha’. «Mariano Rajoy es sensato, fiable y prudente en grado sumo, pero le faltan las otras cualidades y así sólo puede ser medio líder. Su temperatura emocional está bajo cero y su retórica de registrador desprende el calor de una placa de escarcha. Esto en su estado natural; si además trata de mostrarse enfáticamente cauteloso, moderado y discreto, lo que provoca es una patente -y potente- sensación de tedio».

Así fue su discurso de no-investidura. Quizá desmotivado ante la certidumbre del resultado adverso, el presidente desperdició la oportunidad de galvanizar a un país en crisis de desafecto, harto de desencuentros y de ineficacia. Era una tarde para levantar la calle hablándole con sinceridad vehemente y rasgada, con empatía, con convicción, con alma. En vez de eso, el candidato eligió un discurso lánguido, ramplón, de madera. Sin garra, sin épica, sin corazón, sin energía. Un alegato desmayado, sosote y como displicente, carente de la mínima capacidad de seducción, en el que hasta las propuestas más razonables iban envueltas en un aire cansino de rutina.

El editorial de ABC no coincide con sus columnistas y lo tacha de discurso «atípico, con la consabida calidad parlamentaria del orador, sin ataques a otras formaciones, sin críticas personalizadas, medido a la situación. Fue una intervención conciliadora, jalonada por ofertas de pactos de Estado, porque si el objetivo de Rajoy es sumar abstenciones o votos para alcanzar su investidura, no podía ni debía utilizar un lenguaje de enfrentamiento».

En El País te dan un cupón si eres capaz de descifrar qué quiere decir Jabois en su columna. Javier Ayuso parece clonar a Camacho: «El discurso de Rajoy más parecía un tema, de 80 minutos, de la oposición a registrador de la propiedad que una propuesta capaz de ilusionar a nadie para subirse a su barco. Empezó y acabó bien, pero la hora central fue una intervención plana, sin interés, ni alma».

¿Las causas de la falta de emoción de Rajoy? «La certeza de que no saldrá elegido, ni en primera ni en segunda votación, llevó al candidato popular a protagonizar una intervención extraña, en la que renunció a pedir al PSOE que se abstenga y en la que minimizó el acuerdo programático suscrito con Ciudadanos», apunta Marisol Hernández.

Pedro Sánchez tiene la responsabilidad de que España pueda salir del bloqueo político en el que está sumida desde hace más de ocho meses y evitar que se convierta en una anomalía sin precedentes en Europa. ¿Lo hará?

 

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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