Variedad de temas este 6 de noviembre de 2016 en las tribunas y editoriales de los periódicos de papel. Cada medio y cada articulista ha decidido decantarse por opinar sobre las más variopintas cuestiones, desde los elogios al nuevo Gobierno, a la situación del PSOE, a las elecciones en Estados Unidos. En fin, una verdadera miscelanea.
Arrancamos en La Razón y lo hacemos con Alfonso Ussía que en su defensa del idioma español felicita efusivamente al ministro de Cultura por no caer en vicios de buscar en otras lenguas lo que perfectamente se puede decir en la lengua de Cervantes:
Mañana viajo a England porque me fascina London». Este sistema necio, mezclando lenguas diferentes en una oración cualquiera, es propio de políticos y periodistas, de comentaristas y tertulianos. En Televisión Española, los redactores de los servicios informativos que se emiten en español hablan de «la Generalitat», del «conseiller», de «Fisterra», de «Girona» y de «Hondarribia». Estupidez supina, sólo comparable al «vascos y vascas» y «compañeros y compañeras», tan habituales en la retroprogresía parlante. «Deseamos a nuestros olímpicos y olímpicas mucha suerte en Río», dijo un memo en Antena-3.
El ministro de Cultura y todo lo demás, Iñigo Méndez de Vigo, es el nuevo portavoz del Gobierno. Como poco, es trilingüe, por su condición de diplomático. Y es culto. Me ha gustado su primera comparecencia ante la prensa como portavoz. En lugar de la «Generalitat» de Soraya, se ha referido a la Generalidad de Cataluña. Parece una tontería y un matiz de rigor histérico, pero no lo es. Al fin tenemos un ministro de Cultura que no cae en la cursilería de la «Generalitat». Buen comienzo.
Antonio Burgos, en ABC, lanza un deseo, que Rajoy no toque las cosas que funcionan razonablemente bien:
Ay, si en España no se hubiera cambiado lo que iba bien, como que la educación dependiera del Gobierno central y nunca hubiera sido transferida a las autonomías. O que la Sanidad perteneciera al común Territorio Insalud y no a las diecisiete organizaciones hospitalarias y a los diecisiete mil modos de recetar como medicinas dudosos genéricos comprados en subastas que sabe Dios dónde los han fabricado y qué principios activos (o más bien inactivos) llevan. Ojalá se mantenga Rajoy en sus trece y no cambie lo que va bien. Por ejemplo, esa España de la recuperación económica que aquí notamos como ausente, pero de la que en «Financial Times» y en «The Wall Street Journal» hablan maravillas cada día.
José María Carrascal dice que el PSOE se debate entre dos posturas, la de ser flexible con el PP o la de darle leña al mono de Rajoy hasta dejarle para el arrastre:
Resulta evidente que en el PSOE forcejean dos tendencias tan distintas que será difícil que haya acuerdo entre ellas: la de una oposición flexible, ajustada a las circunstancias, y la de «al PP, ni agua». De hecho, sin embargo, no tienen alternativa, porque esto último les devolvería a lo que han intentado evitar: a unas nuevas elecciones. Lo que haría inútil el sacrificio que acaban de hacer y, más grave todavía, cedería a Podemos la titularidad de la oposición. Si ambos no han estallado antes. Nada fracasa más que el fracaso y todos ellos llevan ya unos cuantos.
Juan Pablo Colmenarejo, en ABC, habla sobre cómo el PSC mengua cada día más:
¡Ahora los que se han pasado años diciendo que era necesario refundar al PSOE en Cataluña tienen la única oportunidad que les queda si no quieren desaparecer del todo. La tentación de Iceta de ir en coalición con el Podemos catalán es grande. Toca sobrevivir. En la semana de la investidura de Rajoy hubo unanimidad en el PSC, por coherencia. Así los explicaban todos y cada uno de sus dirigentes. No importa que seamos menos. Lo que cuenta es que creamos en nuestra desobediencia.
La gestora del PSOE tendrá que echar al PSC de su estructura para por lo menos igualar el trato. Cuando lo haga deberían plantearse volver a empezar. La herencia de Sánchez va a ser alargada en el PSOE, pero no tanto como la de Zapatero, con quien empezó la imparable caída del PSC: «Aceptaré todo lo que venga del Parlamento de Cataluña». Fin de la cita.
Nervios en El País ante una posible victoria de Donald Trump en Estados Unidos. Populista claro que es el multimillonario, pero decir que no es demócrata es elevar demasiado el tiro:
Es cierto que Hillary Clinton no es una candidata que pueda equiparar su carisma con el de Obama. Pero, al contrario que Trump, que no cumple ni uno de los requisitos que se necesitan para gobernar, a Hillary le sobran cualidades, experiencia y criterio para ser presidenta de Estados Unidos. Y muchas de las dificultades que está sufriendo tienen que ver con el doble e injusto rasero que todavía se aplica a las mujeres que compiten en política: se les exige más y se les perdona menos, por ejemplo, la ambición, que en los hombres es una virtud y en ellas se critica como un defecto. Hillary merece ganar y Trump merece perder contra una mujer demócrata.