'El mundo en vilo, el mundo contiene el aliento'... y uno los imagina atónitos ante la pantalla esperando que gane Hillary
Es para echarse a llorar. A los españoles no nos gana nadie cuando se trata de ponernos estupendos ante el drama ajeno. Y para eso no hay más que ver la romería de nuestros correctos y pulcros columnistas llevándose las manos a la cabeza con Donald Trump cuando aquí dentro tenemos un circo populista de tres pistas dando espectáculo en las televisiones y a todos les parece de los más normal. –Ramón Espinar ahora quiere sacar pecho yendo de humilde y un periodista ‘se lo parte’–
‘El mundo en vilo, el mundo contiene el aliento’… y uno los imagina atónitos ante la pantalla esperando que gane Hillary para que puedan continuar con sus vidas.
Y titularán por la victoria de la bella sensatez y la derrota de la bestia machista y arrogante cuando aquí tenemos al macho alfa de Podemos que sacó pecho por usar la VPO de su abuela de picadero y al de ‘Chúpame la minga, Dominga’ como referentes de la lucha contra la lacra machista.
Pero no hay manera: Trump es algo tan americano como la hamburguesa. Aquí por suerte somos diferentes, esos payasos solo surgen en Wisconsin.
En España no tenemos a mamarrachos como Trump sino a jóvenes que no tenían futuro y han sabido salir adelante gracias a que el Estado español les proveyó de becas, créditos, viviendas protegidas y tarjetas black a sus padres. -Lección a ‘Don Piso’ Espinar: no debería dimitir por especulador sino por mentiroso-
«Ramón hijo tuvo casa. Y Ramón hijo tuvo beca. Y lo que está claro es que Ramón lo que tendrá es que dar muchas explicaciones por tantas casualidades. Porque, o tiene una buena respuesta, o forma parte de una buena casta», escribe Carlos Cuesta en El Mundo recordando que quien pagaba la beca en aquellas fechas en las que firmaba el inicio de la operación -2007- era la Universidad Complutense donde su padre mandaba mucho.
«Una entidad en la cual volvían a aparecer tanto él como su padre. Porque, como reflejan los documentos de la Complutense, «el Pleno del Consejo Social de la Universidad Complutense de Madrid, en su reunión del día 28 de septiembre de 2006», acordaba por unanimidad designar a «D. Ramón Espinar Gallego vicepresidente segundo» del «Consejo Social en el Consejo de Gobierno de esta universidad»»
Aquí por suerte no tenemos a Trump sino a tipos delicados y con humor fino como el podemita Guillermo Zapata que se permite insultar a las víctimas del terrorismo y a los judíos y ni siquiera tiene el valor de pedir perdón.
No busquen una buena columna sobre Zapata, que cuando le preguntan sobre su postura hacia las víctimas titubea y dice que «siempre ha sido la misma», y sólo ha cambiado «en la medida en que no es lo mismo tener una opinión de respeto abstracta como de respeto concreto cuando te has reunido con alguna víctima concreta». Ya le gustaría a Trump tener ese «respeto abstracto», algo que está al alcance de unos pocos.–¡Qué bien vives, Espinar!: de teleoperador a embolsarse más de 5.000 euros mensuales–
De milagro hemos encontrado una columna que se atreve contra la apisonadora de la corrección política. La asume con valentía Hermann Tertsch en ABC:
«Todos bajo el palio de la corrección política impecable contra el Mal. Y contra su creciente masa de votantes despreciada como «basura irrecuperable» en palabras de Hillary. Al final se ha torcido el paseo militar. Y no han podido contra alguien que no ha hecho trampas como Hillary en primarias, con la mitad de la mitad de su dinero y con todo el aparato mediático del mundo en contra, así como la obscena injerencia en campaña de la Casa Blanca».
La pena es que toda la buena conciencia de los columnistas españoles no moverá un voto en EEUU. La mala noticia se las da David Gistau a su gremio: «Siento comunicar a los mandarines de la prensa española que ni con cien mil artículos bien fundamentados moverán un solo voto en ninguno de los estados de la Unión. Es duro, lo sé. Pero anímense: en el bar de debajo de casa a veces echan un vistazo a las cosas que escribimos, si es gratis porque alguien se dejó olvidado el periódico, de lo contrario, tampoco, como en Wisconsin».
Pobre Pepiño Blanco, que no quiso opinar sobre Obama en 2008 para no «interferir» en el resultado final de las elecciones. Nuestros columnistas parecen sufrir del mismo síndrome pero al revés. Creen que su buenismo clintoniano les salvará del infierno que tienen delante de sus narices.
