LA TRIBUNA DEL COLUMNISTA

Salvador Sostres humilla a los separatistas: «Las gestas de estos mariachis son de supermercado»

Ignacio Camacho: "Frente al despliegue publicitario de los separatistas, el Gobierno y los partidos constitucionales apenas sí articularon una respuesta confusa"

Mucha Cataluña este 17 de diciembre de 2016 en las tribunas de opinión y en los editoriales de la prensa de papel. Se critica no sólo la performance de unos políticos independentistas que saben que todo su circo no tiene mayores consecuencias, sino que además se pone el foco en el Gobierno y en la Justicia por no saber plantear una defensa sólida ante las bravatas continuadas de quienes se empeñan en romper continuamente con España.

Francisco Pascual opina sobre la posición del Gobierno respecto al reto independentista en Cataluña:

Rajoy mira ya con otros ojos a Cataluña. El delegado del Gobierno no actúa contra los ayuntamientos que burlan las festividades estatales, el fiscal se pone de canto cuando le toca pedir cuentas a quienes trocean fotos del Rey y Montoro le diseña a Junqueras una financiación a la medida de sus estructurillas de Estado. Barra libre mientras no haya referéndum. Incluso puede que se sirvan copas baratas si éste es de coña, como el del 9-N. Pocos en Moncloa piensan que la estrategia vaya a resultar, pero creen que ofrece una oportunidad para que Puigdemont se aturda entre la mano tendida de Madrit y el cóctel molotov de la CUP. Tan desesperados andan por evitar la foto de un mosso retirando una urna que han decidido cruzar la penúltima frontera, la que los de pueblo llamamos comprar la burra y los politólogos, ceder el relato.

El editorial de El Mundo sí se muestra duro con los secesionistas y hasta con los podemitas a los que llama tontos útiles:

El portavoz del Gobierno recordó que nadie puede tener carta blanca para desobedecer la ley, mientras PP, Ciudadanos y PSC criticaron la romería en la que el soberanismo convirtió la declaración de Forcadell. Pero la reacción más preocupante volvió a ser la de la izquierda, que sigue lastrada por su tacticismo y ambigüedad. Pablo Iglesias aseguró que le «avergüenza como español y demócrata» que se juzgue a Forcadell. Y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, no acudió ayer a apoyar a Forcadell a las puertas del TSJC, pero sí ha confirmado su asistencia a la cumbre de partidos que el soberanismo tiene previsto celebrar para relanzar su quimérico proyecto.

A estas alturas ya no sorprende la huida hacia adelante de las fuerzas separatistas, ni siquiera de la extinta Convergència. Lo que sí resulta preocupante, a la vez que extraordinariamente negativo para cohesionar la respuesta del Estado ante del desafío soberanista, es el papel de tontos útiles al que Podemos y su confluencia catalana parecen decididos a prestarse. Porque lo que está en juego ante el reto soberanista no son las libertades ni la calidad de la democracia española, tal como torticeramente arguyen los líderes independentistas, sino la garantía de la cohesión nacional y la igualdad de los españoles.

En ABC, Salvador Sostres define las bravatas de los separatistas como gestas de supermercado:

Nuestros mariachis de la secesión nunca estuvieron dispuestos a cargar con nada, ni a pagar ningún precio, ni a salvar a nadie. Nunca de su mediocridad se elevó ninguna metáfora y se han comportado como farsantes de tenderete y simulacro. Son a la épica lo que la peluca al cabello, sus gestas son de supermercado y resultan un fraude sus exigencias de democracia porque no hacen más que pervertirla, y cuando aun así pierden son incapaces de reconocer el resultado. Forcadell o Mas acudiendo a declarar acompañados por miles de ciudadanos son el resumen perfecto de un independentismo que sólo es valiente cuando le sale gratis y al que la realidad le resulta siempre incómoda; y por eso se siente tan a gusto con líderes -por decirlo de algún modo- que les permiten vivir en el engaño.

Ignacio Camacho reclama contundencia para que en España no nos dejemos golpear por las mentiras de los independentistas:

El soberanismo tiene más presencia en España que el constitucionalismo en Cataluña. La izquierda radical se expresa sin ambages a favor de la consulta autodeterminista, y la socialdemocracia balbucea sus remordimientos en la búsqueda de una tercera vía. La performance secesionista de ayer, un acto masivo de desobediencia a los tribunales, acaparó la agenda informativa nacional con la palabra «democracia» plantada al frente de la plataforma insumisa. Los dirigentes de Podemos se permitieron hablar de demofobia, tratando a la justicia de un país libre como una estructura represiva. Frente a todo ese despliegue publicitario, el Gobierno y los partidos constitucionales apenas sí articularon una respuesta confusa, indeterminada, tímida.

El editorial de ABC sacude de lo lindo a los magistrados que han absuelto a Rita Maestre del esperpéntico asalto a la capilla:

Los magistrados salen fuera del proceso a buscar argumentos absolutorios, como el supuesto perdón del arzobispo Osoro a la edil o el ejemplo, ridículo e incongruente con el caso de Maestre, de lo que habría pasado si el asalto se hubiera producido en una mezquita para denunciar el papel de la mujer en el islam. La analogía resulta ofensiva. La concejal y el resto de asaltantes pueden protestar contra la presencia de recintos religiosos en universidades públicas. Este nunca fue el problema, sino la saña anticatólica de su comportamiento. El tribunal ha dejado de aplicar la ley civil que protege los sentimientos religiosos de los ciudadanos. Maestre tiene motivos para estar contenta por su impunidad, ha ganado una absolución política con forma de sentencia judicial.

Ramón Pérez-Maura resume perfectamente lo que pretende hacer Podemos con esa peatonalización sui géneris de la Gran Vía:

La última gran iniciativa podemita ha sido la de «peatonalizar la Gran Vía», alegoría que esconde la realidad: cerrar ese eje madrileño al tráfico de los vehículos del común. Y de peatonalizar, nada de nada. Porque dígame alguien del Ayuntamiento quién va a pasear por la calzada de la que se han retirado los coches particulares si por allí siguen circulando autobuses, taxis, vehículos de reparto, vehículos de uber, motos, coches eléctricos… Es decir, que quien crea que puede caminar por el centro de la Gran Vía madrileña hoy en realidad se está jugando la vida. Pero queda tan bonito proclamar que has prohibido el tráfico de vehículos contaminantes y de propiedad privada… El concepto lo tiene todo: fuera la polución y la iniciativa privada. Es una perfecta metáfora del podemismo.

El editorial de El País saca del baúl de los recuerdos las grabaciones al exministro de Interior Jorge Fernández Díaz:

A base de no saber y de no investigar, la sensación de quebranto democrático se acentúa al examinar el funcionamiento de una parcela tan sensible como es el Ministerio del Interior. Todavía se ignora quién grabó al anterior responsable del departamento cuando estaba hablando con el jefe de la Oficina Antifraude de Cataluña, una intromisión realizada con la suficiente impunidad como para convertir en inseguro el despacho oficial del responsable de la seguridad interior de España. Tampoco se puede precisar la autenticidad de las grabaciones, puesto que el propio Tribunal Supremo se conforma con la idea de que ignora si son verdaderas o no en la resolución por la que rechaza la admisión a trámite de una querella contra el anterior ministro, Jorge Fernández Díaz.

El editorial de La Razón se centra en el PSOE y en la búsqueda de un candidato para el partido:

Propuestas como la de José María Barreda, ex presidente de Castilla-La Mancha, que defiende el modelo de bicefalia del PNV para el PSOE; es decir, un candidato a presidente del Gobierno distinto del secretario general del partido, con el primero elegido por los simpatizantes y el segundo, por los militantes. Y todo ello sumado a que hasta el sistema de primarias parece en revisión, lo que no parece descabellado para un partido conmocionado por sucesivos reveses que necesita tranquilidad. Que los barones prefieran que Susana Díaz y el PSOE lleguen a converger sin desgastarse en unas primarias parece lo más lógico. Un candidato de consenso, sin más refriegas, facilitaría la travesía del desierto que aguarda a los socialistas.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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