El 30 de junio de 2016 una adolescente israelí de 13 años fue apuñalada hasta morir en su dormitorio por un terrorista palestino. La víctima era ciudadana estadounidense. El atacante se llamaba Hallel Yaffa Ariel y fue abatido a tiros.
Leyendo la columna de Carmen Rigalt en El Mundo este 11 de junio 2017 quizá uno acabe pensando que la víctima de ese episodio haya sido Hallel Yaffa Ariel, y no la joven.
Porque Rigalt ha comparado la heroicidad de Ignacio Echeverría enfrentándose con su patinete a los yihadistas que atentaron el 3 de junio 2017 en Londres con los fanáticos palestinos que matan judíos en Israel.
Titulado «Ignacio Echeverría es de todos», Rigalt escribe que «perder un hijo siempre es una tragedia, pero perder un hijo y ganar un mártir, un héroe o un santo, debe de ser una tragedia con consuelo incorporado».
Y añade esta comparación:
«Los periodistas que hemos tenido ocasión de ver a las madres de los mártires palestinos sabemos de las lágrimas orgullosas que derramaban en silencio, sin dejar de mirar esa foto enmarcada con la que vivían abrazadas».
«Mártires palestinos». Para Rigalt son héroes, aunque apuñalen a adolescentes inocentes.