«¿Está loco Trump?». La desopilante pregunta no la hace un desnortado tuitero con mucho tiempo libre ni un afamado psiquiatra: la hace Moisés Naim en diario El País, un columnista venezolano habitual de PRISA, creador de El Comandante, la serie sobre Hugo Chávez, y que ahora le disputa el puesto a John Carlin de los bravucones con tribuna en el diario de Juan Luis Cebrián. —¿Esta loco Trump?—
Trump no es Churchill pero a Churchill también lo tacharon de loco y colgado. Porque se atrevió contra quien no querían que se atreviera.
— Hermann Tertsch (@hermanntertsch) 26 de febrero de 2017
Hubo un tiempo en que el diario de PRISA expedía certificados de demócrata. Hoy reparte evaluaciones psiquiátricas cuyo mejor ejemplo es el artículo de Naim, que se queda a gusto diciendo que «no hay duda de que el actual presidente de Estados Unidos exhibe muchos síntomas de un desorden de la personalidad».
Trump lleva pocas semanas en la Casa Blanca y su conducta ya es causa de justificada alarma. Los problemas y frustraciones del presidente se van a agudizar. Y eso no es bueno para su salud mental.
La conclusión que se extrae de la lectura del chocante artículo de Naim es que solo un pueblo de idiotas como EEUU puede haber votado a un loco como Trump en lugar de a Hillary Clinton, la candidata del lobby de la izquierda demócrata cuya portavoz es Ariadna Hufftington, miembro del consejo de administarción de PRISA.
Como muchos otros, Naim sigue sin entender que Trump es más consecuencia que causa https://t.co/76nw3KBlLz
— Benito Arruñada (@BenitoArrunada) 26 de febrero de 2017
Este 27 de febrero de 2017 el tronchante artículo de Naim ha recibido una demoledora respuesta por parte de dos columnistas de postín de ABC como Ignacio Camacho y Salvador Sostres.
1) Ayer, El País publicó un artículo preguntándose si Trump está loco. Ya saben, si no eres progre, o estás loco o eres nazi. Por definición
— Luis del Pino (@ldpsincomplejos) 26 de febrero de 2017
A Camacho le parece delirante el reciente debate sobre la salud mental de Trump, supuesta base de una eventual inhabilitación psiquiátrica:
El presidente es un energúmeno con inquietante y conocida proclividad a las ocurrencias arbitrarias, pero estar clínicamente chiflado significa mucho más que tomar decisiones insensatas. Por desgracia la política está llena de gobernantes irreflexivos o extravagantes, con manías paranoicas y tendencias desquiciadas; incluso los ha habido alcohólicos o depresivos sometidos a terapia.
La paradoja es que si Trump es un chalado, los que quedan en rídiculo son los que no puedieron batirle en unas elecciones generales:
Y si realmente es un chalado no deja en buen lugar a los supuestos cuerdos incapaces de ganarle una votación desde que se presentó a las primarias.
Mucho más radical es Sostres al atacar a los medios de la izquierda estadounidense por «creerse ajenos a cualquier responsabilidad, con todos los derechos y ningún deber, y hay que decirles que esta no puede ser la dinámica de un país libre y civilizado».
En lo que no estamos de acuerdo con Sostres es cuando aplaude la decisión de Trump de prohibirles la entrada en las ruedas de prensa:
Que en las ruedas de prensa de la nueva administración se permita el acceso a otros medios será un buen antídoto contra el pensamiento único y falsario.
Pero acierta de lleno cuando les describe como «un monopolio en tanto que operan como un grupo cerrado de intereses; y sin contrapesos no hay libertad».
Su único objetivo es conservar la posición de privilegio en la Casa Blanca, pero internet les ha dejado apenas sin influencia, de modo que el veto que tendría que preocupar a la CNN y al «New York Times» es el del pueblo americano, que ya no les hace caso. A Trump, que lo sabe, le bastará con rematar su inútil y decrépita oligarquía. La ventaja de un presidente empresario es que ha aprendido a zafarse de charlatanes y condesas arruinadas.