Miscelanea de temas a tratar en las tribunas y editoriales de la prensa de papel este 12 de marzo de 2017. Desde quien cree que en España igual volvemos a estrenar el verano con elecciones anticipadas a reflexiones sobre el programa de la televisión vasca en la que se insultaba a los españoles o la guerra socialista:
Ignacio Camacho, en las páginas de ABC, vaticina que habrá elecciones anticipadas y no a mucho tardar:
Huele a elecciones. La pax mariana es engañosa: la estabilidad de la legislatura no se puede sostener con un Gobierno en minoría, cuatro partidos buscando su papel y una comunidad autónoma embarcada en un proceso de secesión.
Antonio Burgos le mete un estacazo con fina ironía a la última mamarrachada de Podemos:
Hay que quitar la misa de La 2 de TVE cuanto antes, porque es una urgencia social por la que el pueblo soberano tiene hasta perdido el sueño.
Jon Juaristi tiene claro por qué la EITB se permite emitir programas tan bazofias como ese en el que se insultaba a los españoles:
Si cuatro gilipollas abertzales se permiten insultar a los españoles desde su habitual vomitorio catódico, es que andan muy sobrados. Saben que han ganado la guerra.
Salvador Sostres elogia la figura de Oriol Junqueras al que considera que, pese a sus pensamientos separatistas, no va a actuar al margen de la legalidad:
Junqueras será presidente por el mismo motivo que Rajoy ganó dos veces y al final su principal enemigo no tuvo más remedio que romperse, desangrarse y regalarle el poder: la mala leche de la realidad no se la he visto ni a Clint Eastwood.
Curry Valenzuela considera que el PSOE va a sufrir daños irremediables si el duelo entre Susana Díaz y Pedro Sánchez se prolonga más de lo necesario:
La única manera de mitigar el daño que ambos van a causar al PSOE es, a estas alturas, la de conseguir que la guerra sea breve.
El editorial de El País se centra en los problemas de Ciudadanos para hacer cumplir al partido de Rajoy los acuerdos suscritos en el pacto de Gobierno:
Los problemas de Ciudadanos no vienen tanto de su flexibilidad a la hora de firmar acuerdos de gobierno, sino de la ausencia de mecanismos efectivos para hacer que su socio, en este caso el Gobierno, los cumpla.