Pedro Narváez: "Nunca se ganarán batallas mientras se resquebrajan las piezas de un puzle"
Es posible que el nombre de Khalid Shabaz no le suene a nada. En 2014 se descubrió que este pakistaní, trabajaba como peón del nacionalismo catalán, y fue en la lista de CiU al Parlamento catalán por la provincia de Barcelona en las elecciones de 2012. La Policía le tenía fichado como un islamista radical implicado en varios delitos económicos. —El pakistaní de CiU, islamista de ametralladora, investigado por estafa—
Shabaz fue el número 79 de la lista encabezada por Mas en las autonómicas de noviembre de 2012 y está considerado por las Fuerzas de Seguridad como un «paquistaní de ideología extrema».
Era solo una muestra de que el vivero de terroristas que hay en Cataluña no sólo está desperdigado en mezquitas infranqueables sino también en altos cargos de los partidos separatistas.
Desde hace años, CiU se ha dedicado a penetrar en las comunidades inmigrantes para convertirlas al independentismo. Incluso Jordi Pujol prefirió fomentar la llegada de paquistaníes, marroquíes y senegaleses antes que la de ecuatorianos o argentinos porque, pensaba, aquéllos pondrían menos pegas para aprender catalán. Àngel Colom, ex jefe de ERC, acabó en CiU y como delegado de la Generalitat en Marruecos
Como bien dice con su habitual contundencia, Pedro Narváez en La Razón, «Una buena parte de Cataluña es un nido salafista de donde vuelan pajarracos infectos; sin embargo, se pierde el tiempo en ruedas de Prensa tensionadas por la cuestión lingüística».
La sola imagen del pequeño australiano postrado en Las Ramblas invita a una guerra interior contra el enemigo, pero algunos prefieren polemizar con una manifestación de la que hoy no se sabe si será un acto de unidad y condena o una exaltación patria por lo bien que se ha realizado un trabajo que deja luces y también sombras.
Nunca se ganarán batallas mientras se resquebrajan las piezas de un puzle. Por eso, y por otras tantas cosas, tengo miedo. Volver a la normalidad es aguardar a que nos golpeen con más fuerza. Volver a la normalidad es una insensatez.
Claro que las víctimas se merecen flores y velas en un altar torturado, pero si realmente sintiéramos piedad por ellas habría que remangarse como un solo hombre y auscultar qué está pasando en rincones oscuros donde la religión sirve de excusa para una masacre. Eso sí que nos haría ser independientes. Por el momento estamos secuestrados. Y con miedo.
Escuche a este vecino de San Sadurní en La Razón: «Yo lo primero que pensé es que aquí había alguien relacionado con el atentado de Barcelona. La comunidad musulmana de aquí es grande y seguro que entre ellos también hay algún radical que estaría dispuesto a darle cobijo», añade. «De los 10.000 habitantes que somos habrá unos 700 musulmanes. Son muchos y en Vilafranca ni le cuento», dice un vecino cuya vivienda linda con la mezquita.
No es casualidad que Cataluña albergue 3 de cada 4 mezquitas radicales. «En su afán por desmarcarse de todo lo que oliera a España o a español, –sentencia Luis del Pino– el nacionalismo ha creado en Cataluña un auténtico vivero de terroristas radicales que jamás se considerarán, por supuesto, ni catalanes ni españoles, y que han esta semana han demostrado con qué facilidad se pueden teñir de sangre las calles de cualquier ciudad desprevenida».
Según el último censo realizado por la Unión de Comunidades Islámicas de España, en Cataluña hay 515.482 musulmanes, más que votantes de la CUP, más que votantes de Podemos, más que votantes del PP, tantos como votantes tuvo el PSC en las últimas elecciones autonómicas.