David Gistau tiene enfilada a la reina Letizia. El 29 de junio de 2017 le leyó la cartilla a la esposa de Felipe VI diciendo que estaba «cada vez más desdeñosa y fruncida».
Mientras sus amigos pijiprogres de Vanity Fair, incondicionales de la reina, la aplauden a cada paso que da, es curioso que tenga que sea el columnista de un diario monárquico el que no le deje pasar ni una.
Gistau critica este 29 de agosto de 2017 en ABC la ausencia de la reina en la manifestación de Barcelona, en la primera vez que un rey de España iba detrás de una pancarta, «que volvió a marcarse un Clark Kent como siempre que la circunstancia es brava e ingrata para una «it-girl» de las de Instagram. En estas ocasiones, siempre me acuerdo de cómo Sofía se fue a Guernica durante los años de plomo a que le cantaran el «Eusko Gudariak»». La columna se titula ‘Ciudad Abierta’:
El Rey habrá servido de señuelo gracias a los automatismos pavlovianos que su sola presencia activa en todas esas tribus de extramuros que Iglesias ansía unificar como un Vercingétorix pasado por Bolívar. Siempre fue insólito que al antiguo burgués moderado del pujolismo no lo llenara de espanto la compañía radical, de un matonismo primario y totalitario, que el «procès» le ha impuesto. Con la que habrá de compartir el porvenir en esa nave de la secta en la que se salvarán los elegidos. No ha de ser fácil pisar ese planeta genesíaco donde será fundada la república ideal y descubrir que uno se ha quedado a solas con una banda así que sólo estos tiempos excéntricos podían colocar en una posición vertebral.
Una reina que da lecciones de elegancia pero que con gestos así sigue alejada de la gente.