Culpar a los españoles de genocidio en esos Estados Unidos que disecaron en reservas su masacrada diversidad antropológica no es un sarcasmo sino una canallada
El ayuntamiento de los Ángeles, segunda ciudad de Estados Unidos, decidió por catorce votos contra uno, que el Día de Colón, Columbus Day, pase a marcarse en el calendario como Día de los Pueblos Indígenas. Aunque no es la primera ciudad americana que dedica el 12 de octubre a la memoria de los indios (así sucede también en Seattle, Mineapolis, Denver o en la cultivada Berkeley), sí que es el municipio más grande en hacerlo hasta ahora.
La decisión llega tras más de dos años de batalla política en el consistorio californiano y muchos más de controversia moral e intelectual relativa a la memoria histórica y al sufrimiento de los pueblos indígenas durante la colonización.
Los Ángeles reemplaza el Día de Colón por el Día de las Personas Indígenas https://t.co/DJOsY0YH4A via @publico_es
— jordi castelló (@jordicastell1) 5 de septiembre de 2017
Mitch O’Farrell, miembro de la tribu Wyandotte, fue el concejal que llevó la propuesta al pleno del ayuntamiento: «Las atrocidades cometidas por Colón y sus hombres no son nada que se deba celebrar», declaró O’Farrell a «Los Angeles Times». «Colón retornó a América tres veces más y repitió un proceso sitemático y violento de dominación, esclavitud y sometimiento de los pueblos indígenas», explica en su web.
Ignacio Camacho, en una extraordinaria columna en ABC titulada ‘Rodilla herida’, les recuerda este 5 de septiembre de 2017 a estos indocumentados las novelas de El Coyote, la ciudad que los estadounidenses de hoy llaman L. A. (Éilei) que fue fundada bajo el nombre original (en español) de Pueblo de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles.
Menos gente conoce que sus pobladores fundacionales eran mestizos y mulatos, cruce racial que en América sólo fue posible en el ámbito hispano porque los anglosajones optaron por exterminar a los pueblos indios del norte en un genocidio sistemático. Ello no obsta para que los representantes políticos de los angelinos contemporáneos -también los de raíces latinas- hayan decidido suprimir el Columbus Day con el único voto en contra de un concejal de origen… italiano. En lugar del execrable Colón han instituido un Día de los Pueblos Indígenas aunque de los primitivos habitantes norteamericanos no quede, vaya por Dios, nadie para conmemorarlo.
Se conoce que los ediles de Los Ángeles no han leído «Enterrad mi corazón en Rodilla Herida», célebre best-seller de los años 70 que narra la aniquilación -mujeres y niños incluidos-de las tribus hedereras de Toro Sentado.
Culpar a los españoles de genocidio en esos Estados Unidos que disecaron en reservas su masacrada diversidad antropológica no es un sarcasmo sino una canallada. Una vileza más ruin que indocumentada, porque saber lo que ocurrió lo saben. Pero la dictadura de la corrección política, trasladada también a Europa, se basa en la reescritura falaz y/o sesgada del pasado, incluida la necesaria atribución de presuntos culpables. Lo triste es que esa mercancía trucada, tóxica, la esté comprando también, contaminada por la manipulación, la comunidad latina -es decir, hispana- de Los Ángeles. Que existe por la concatenación histórica que empezó cuando un tal Colón desembarcó en Las Antillas unos cuantos siglos antes.
Los Ángeles cancela el Día de Colón https://t.co/qTREiI4jL3 vía @elmundoes
— Alina Halitska (@alii94hl) 5 de septiembre de 2017
Esta enfermedad social de la ignorancia autoinfligida alcanzó hace tiempo a España con su venenoso debate. No sólo por la antigua leyenda negra, que nació de entre nosotros en buena parte. Cierta izquierda radical se viene sumando al revisionismo del Descubrimiento como una forma de impugnar la identidad española mediante una interpretación ideológica de la Historia propia de botarates. No hace falta señalar a Colau o a sus primos de las CUP, partidarios de retirar la estatua barcelonesa de Colón, aunque también haya soberanistas chalados que reivindican la catalanidad del almirante. Se trata de un estado de opinión relativamente extendido en ese sedicente progresismo que se atribuye la facultad adánica de reinventar el mundo según sus prejuicios mentales.