¿Se atreverá el Gobierno de España a meter en vereda al presidente de la Generalitat de Cataluña? Pues es la gran duda que se les aparece este 25 de octubre de 2017 a los editorialistas y columnistas de la prensa de papel. Entre las tribulaciones del equipo de Rajoy, las ganas de desligarse de los socialistas de ese acuerdo precario con el Ejecutivo para aplicar el 155 y un Puigdemont que tampoco está por la labor de acabar en la trena, lo cierto es que los opinadores están hechos un lío.
Federico Jiménez Losantos le sacude una buena tunda a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, al ministro de Exteriores, Dastis y a otros miembros del gabinete rajoyesco por, entre otras cosas, permitir que ‘Cocomocho’ pueda comparecer en el Senado a tener sus minutos de gloria y de televisión:
Cocomochum Barça no es Aníbal Barca. Tampoco yo soy Catón, pero sé que mientras siga mangoneando Soraya, símbolo de todas las capitulaciones políticas, y que este lunes, con Catalá, Maillóteles y Dastis, humilló al Senado y demolió lo anunciado el sábado por Rajoy, jamás ganaremos.
El editorial de El Mundo avisa al PSOE que no puede estar cobardeando en tablas respecto a la aplicación del artículo 155 de la Constitución:
Lo triste es que el principal socio del Gobierno discrepe respecto de la necesidad, hondura y duración de la intervención en Cataluña. Algunos portavoces socialistas, delatando la precaria convicción que sostiene su respaldo a Rajoy en este trance decisivo, ya se han apresurado a condicionar la aplicación del 155 a una hipotética convocatoria electoral de Puigdemont. No sería poca claudicación que el todavía presidente de la Generalitat se aviniera a los comicios, pero tampoco es suficiente.
Raúl del Pozo se lleva las manos a la cabeza por el ataque del histórico Julio Anguita a quienes defienden la aplicación del artículo 155 para parar a los sediciosos en Cataluña:
No entiendo esa pulsión destructiva a lo Zorba el griego, ante el desastre que nos amenaza. No entiendo por qué Anguita prefiere la burguesía que desprecia a la Constitución que construyeron, entre otros, los albañiles del PCE.
El editorial de ABC le da para el pelo a Podemos por estar nadando entre dos aguas. Si el partido de Iglesias no quería mojarse, ahora va a hacerlo por partida doble:
Defender el mal llamado derecho a decidir y a la vez declararse no independentista no seduce como mensaje, y además está haciendo un favor al PSOE, una vez que Pedro Sánchez se ha visto abocado a defender al Gobierno en la defensa de la unidad nacional. Podemos tiene un serio problema.
Ignacio Camacho cuenta que tanto a Rajoy como a Puigdemont les ha entrado el miedo escénico con la aplicación del 155:
El Estado, representado por el Gobierno y el bloque constitucional, no tiene confianza en sí mismo. Siente casi más vértigo que los separatistas ante la aplicación del artículo 155. La adrenalina política del sábado se está disipando ante la incertidumbre de un salto al vacío. En el otro bando, a Puigdemont empieza a temblarle el pulso ante el precipicio. Tiene motivos: le espera el cese inmediato y puede incluso acabar detenido.
José María Carrascal tira de hemeroteca y recuerda las palabras del histórico Tarradellas:
Se lo advirtió Tarradellas: «Lo que no podemos hacer es el ridículo». Posiblemente lo pensó al ver el apoteósico recibimiento que le tributaron, preludio de los excesos posteriores hasta llegar a la penosa situación actual.
El editorial de El País le dice claramente a los separatistas que dejen de creerse unas mentiras que son fácilmente desmontables:
Los hechos contrastados (imposibilidad de continuar en la UE, cambio masivo de sede de las empresas catalanas, más de 1.300, que en muchos casos, como en el de La Caixa, será para siempre) deberían ser suficientes para que los políticos independentistas abandonaran el discurso de una viabilidad fantasmagórica. El probable cambio de sede de Seat tendría además consecuencias muy graves para el empleo.
El editorial de La Razón insiste en un aspecto fundamental, que en Cataluña no basta con convocar elecciones, sino que hay que regresar a la legalidad:
Lo que corresponde en este momento es dejar el doble lenguaje -el de la doble legalidad- y cumplir las normas. Por lo tanto, no basta con convocar elecciones, sino que hay que acatar la legalidad y la derogar las leyes aprobadas ilegalmente en el Parlament -contraviniendo el reglamento de la Cámara, los informes de los letrados y la suspensión del TC- y restituir la Constitución y el Estatuto abolidos en las bochornosas sesiones del 6 y 8 de septiembre.