El enésimo espectáculo bochornoso vivido desde el mediodía del 26 de octubre de 2017 en Cataluña es el tema único que podrán leer este 27 de octubre de 2017 en las tribunas y editoriales de la prensa de papel y en todas, amén de hablar de esperpento intolerable, se le pide al Ejecutivo de Rajoy que actúe sin piedad contra Puigdemont.
Federico Jiménez Losantos, en El Mundo, espera contundencia este 27 de octubre de 2017 en el Senado contra los separatistas:
Espero que hoy el Senado no sea el Circo Price para que los cómicos Iceta y Cocomocho rindan homenaje a Pinito del Oro, la mejor equilibrista del mundo sin necesidad del carné del PSC.
El editorial de El Mundo es bien claro sobre la decisión que debe adoptar la Cámara Alta y a su vez el Gobierno de España:
El Gobierno no puede perder ni un minuto en intervenir la autonomía de Cataluña una vez que el Senado le otorgue hoy la facultad para hacerlo. Y no ha de temblarle el pulso a la hora de tomar las decisiones que considere oportunas por muy traumáticas que puedan llegar a ser, incluida la destitución fulminante del Govern sedicioso.
Santiago González tampoco duda sobre el futuro que debe esperarle a Carles Puigdemont:
Puigdemont sale condenado, pase lo que pase: si hay elecciones, ganará Junqueras, otro que tal. Si declara la independencia espero verle haciendo compañía a los Jordis, a su gitano exhibicionista y al preso que canta a Manolo Escobar. No hay otro camino para los golpistas que el de Soto del Real.
Raúl del Pozo le mete un buen palo a ‘Cocomocho’:
Resulta grotesco que el tipo que ha intentado romper la Ley de leyes haya hecho alegaciones en el Senado contra el 155 diciendo que deja vacío el resto de la Constitución. Son unos tramposos.
El editorial de La Razón tiene claro cómo tiene que acabar la farsa vivida en Cataluña durante la jornada del 26 de octubre de 2017:
Puigdemont no convocó elecciones, pero las elecciones acabarán convocándose en virtud de la aplicación del artículo 155. Esta es la realidad. Tampoco dimitió, pero puede ser cesado en breve. Su futuro político puede ser descifrado en breve. El 155 no es una medida excepcional, sino necesaria. El presidente de la Generalitat sabe cuál es el camino para que la autonomía no sea intervenida: volver a la legalidad.
El País le mete una buena zurra a Puigdemont por su espectáculo esperpéntico y plagado de falsedades:
En otra esperpéntica jornada que demuestra hasta qué punto el soberanismo ha tocado fondo, el presidente Puigdemont sometió ayer a la ciudadanía a otro ejercicio de funambulismo político. Convocados los medios de comunicación en tres horarios distintos con mensajes contradictorios sobre el contenido de los anuncios que se trasladarían a la opinión publica, Puigdemont optó, una vez más, por inundarnos de retórica vacía, medias verdades y falsedades manifiestas. Pero, sobre todo, otra vez, buscó ganar tiempo y trasladar la responsabilidad a otra institución: el Parlament.
El editorial de ABC no duda un instante, que al presidente de la Generalitat y a su cohorte se les ponga en la calle y, tal vez, caminito de Jerez:
Esta Generalitat no merecerá ni una sola oportunidad más porque ya es impensable que salga airosa de tal cúmulo de provocaciones e insensateces. Por eso, PP y PSOE deben dejar de modular su discurso en busca de salidas dialogadas que Puigdemont está despreciando continuamente.
Para Ignacio Camacho, Puigdemont se ha convertido en una marioneta, en un muñeco manejado por otros:
Su papelón ha sido patético, de una comicidad amarga. Un hombre incapaz de ejercer por sí mismo el poder; un tipo arrugado, empequeñecido, jibarizado, que se va convirtiendo en un monigote zarandeado a medida que transcurre la mañana. Un peluche encogido a merced de una gavilla sectaria que ha reducido su presunta autoridad a jirones a base de tirarle de las mangas. Una caricatura de gobernante incapaz de sostener su criterio, zarandeado como una triste palmera solitaria.
Hermann Tertsch avisa al Gobierno de España que ahora no se puede retroceder un ápice frente a los separatistas:
El ridículo de ayer quita dignidad, pero no gravedad a la situación. Porque el Gobierno actual, que estaba avisado de los preparativos, organización y ejecución de este golpe de Estado a lo largo de cinco años, no ha hecho nada hasta estar, no junto al abismo, sino cayendo en él. Ahora es imprescindible que estén a la altura quienes no lo han estado hasta ahora, vicepresidenta incluida. A quien flaqueen las piernas ante lo que viene, que será muy necesario, pero ni mucho menos bonito, debe apartarse y dejar paso a otros.
David Gistau propone una idea pintoresca para acabar con el problema de Puigdemont:
La dejación actual es tal que contempla una posibilidad cómica: la de ahorrarse el problema de desalojar a Puigdemont de su despacho y dejarlo allí, como en un decorado, con los teléfonos desconectados, permitiéndole parecer presidente como en el desahogo terapéutico de una patología. Si Victor Hugo dijo que Napoléon fue el primer loco que se creyó Napoléon, Puigdemont sería así el primer presidente de Cataluña que se creyó el presidente de Cataluña.
José María Carrascal no se corta ni medio pelo con ‘Cocomocho’:
Traidor, incapaz y cobarde. Carles Puigdemont se ha ganado a pulso los tres adjetivos. Ha traicionado a todos, incluidos sus seguidores, que no saben si manifestarse contra Rajoy o contra él.