Cárcel para todo el Gobierno catalán, incluidos los fugados Puigdemont y otros cuatro consejeros que siguen en lo del ‘mejillón’ en su viaje a Bruselas donde, tal vez, ya hayan tomado las de Villadiego. Esta cuestión, como podrán imaginar, es lo que ocupa y preocupa a los columnistas y editorialistas de la prensa de papel de este 3 de noviembre de 2017.
Arrancamos en El Mundo y lo hacemos con Federico Jiménez Losantos que le recuerda al Gobierno de Mariano Rajoy las palabras expresadas hace justo una semana, el 28 de octubre de 2017, por el locuaz portavoz del Ejecutivo, el sinpar Íñigo Méndez de Vigo, cuando dijo aquella memez de que vería con agrado que Puigdemont, Junqueras y demás patulea separatista se presentase a las elecciones en Cataluña del 21 de diciembre de 2017:
Recordemos el tracto acusatorio-reculatorio de Rajoy: 1/ «No nos obliguen a hacer lo que no queremos hacer»… y era cumplir la ley; 2/ Artículo 155 con todas sus consecuencias y elecciones «pasados, al menos, seis meses»; 3/ Elecciones en 56 días, sin intervenir TV3 y dejando en manos de los jueces la persecución de los que, no obstante, «verían con agrado» que se presentaran a las elecciones, según dijo Méndez de Vigo. Supongo que ahora verán con agrado que los presos encabecen una lista única, respaldada por Podemos y Colau, para ir cuanto antes a los dos tripartitos: el de Cataluña en enero y el del resto de España en junio.
El Mundo deja bien a las claras que los actos contra la ley, y romper España es de los más graves, tiene sus consecuencias penales:
Los altisonantes llamamientos a la resistencia de Junqueras camino de la cárcel, las lágrimas de Marta Rovira o el descarnado posicionamiento de Ada Colau -que ayer, alardeando de insumisión, adoptó ya nítida y temerariamente el rol de argamasa del bloque separatista con vistas a las elecciones- están fuera de lugar: despojados de su retórica emocional, sólo revelan la rabia pueril de quien no está acostumbrado a que su soberana voluntad limite con la ley.
Santi González no se corta y se refiere a Puigdemont como un político menguado (y además con toda la razón del mundo):
Si este pobre menguado tuviera algo de sentido común, algún conocimiento de política y una mínima valoración de riesgos, habría sabido el jueves de sus dudas, la semana pasada, que tenía muchos más motivos para temer al Estado que a la CUP. Si hubiera optado por disolver el Parlamento y convocar elecciones mientras tenía facultades para hacerlo, el frente de apoyo al Gobierno en la aplicación del 155 habría perdido una de sus patas y el Gobierno habría debido arreglarse con su mayoría en el Senado: la soledad del PP (y Cs) frente al resto del mundo. Sólo su empecinamiento hizo posible el entusiasmo de Sánchez y de la opinión pública por el artículo nefando.
Raúl del Pozo apunta que los separatistas ahora clamarán por las calles en nombre de Gabriel Rufián para la liberación de los presos:
Ahora, como anunció la CUP, empezará el mambo. La consigna es ‘todos a la calle’. Apenas los furgones salieron se anunciaron caceroladas, sentadas, manifestaciones. Los reos se convertirán en mártires. El nacional-populismo llevará la lucha, de momento pacífica, al corazón de las ciudades. Su discurso es arcaico, narcisista y demagógico. Los separatistas no predicarán en nombre de Marco Aurelio, sino en nombre de Rufián.
La Razón le recuerda a los encarcelados, que le den las gracias a su jefe, Puigdemont, por haberse fugado a Bélgica:
Si alguien había podido creer que la fuga cobarde a Bélgica del ex presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y de cuatro de sus ex consejeros no iba a pesar en la decisión de la juez de la Audiencia Nacional, Carmen Lamela, a la hora de dictar graves medidas cautelares para el resto de los imputados, habrá comprobado que se equivocaba.
El editorial de ABC afirma que la fuga de Puigdemont agravó la pena del resto de condenados:
A Puigdemont y a sus cuatro cómplices huidos en Bélgica ya no les queda ni un solo argumento para no entregarse de inmediato a la Justicia española y asumir, sin parecer unos cobardes, el peso real de la Justicia. Buena parte del equipo de gobierno de Puigdemont ya duerme en prisión, consciente de que les ha perjudicado notablemente esa fuga. Ahora, es de esperar que Bélgica no pierda un solo instante en localizar a los prófugos, detenerlos y entregarlos a España.
Hughes, en ABC, detecta un problema conceptual muy acusado en Puigdemont:
Puigdemont no pierde mucho tiempo en negar los delitos, sino que dice haber actuado por mandato democrático. La distorsión de lo que se entiende por democracia es constante. Mencionan lo que vulneran. Llaman urna a una fiambrera y democracia a un golpe. Se lo mandaron los votantes, es verdad, pero los suyos, su facción, su «Cataluña», para imponérselo al resto de catalanes y españoles violando normas suyas y de todos.
Hermann Tertsch subraya que el Gobierno de España toleró mucho tiempo los desmanes de los golpistas:
Han pasado la vida jugando a pretender ser superiores a los demás, a violar las leyes comunes y no tomar en serio a España. Y España lo permitió. Toleró la impunidad por el interesado desinterés de sus gobiernos centrales. El Estado no cumplió con su deber y les permitió equivocarse hasta el final. Debió avisarles hace mucho, fehacientemente, de que la vida va en serio.
Ignacio Camacho considera que la fuga de ‘Puchi’ ha provocado la prisión provisional:
Que se lo agradezcan a Puigdemont. Sin la espantá del fugitivo, citada expresamente en el auto de prisión de la jueza Lamela, podría haber quedado sometido a duda razonable el riesgo de huida del resto de los procesados. Junqueras y los demás eran conscientes desde el sábado de que la evasión de su jefe de paja los había dejado a los pies de los caballos.
David Gistau cuenta que a Puigdemont le salió mal su estrategia de represión neofranquista:
Puigdemont viajó al corazón mismo de la UE a victimizarse como refugiado y perseguido de conciencia creyendo que le funcionarían los clichés posfranquistas. No ha sido así. De la UE lo único que ha obtenido es apoyo a España, a la nación a la que no tienen nada que objetar ni los mismos franceses que antaño refugiaron etarras, y burlas sobre su locura, su cobardía y hasta su peinado. España está donde tiene que estar. Lo que está lejos es el New York Times.
Luis Ventoso le recuerda a Junqueras lo que es obvio:
Durante años hemos vagado tan espesos que lo de ayer en la Audiencia Nacional, lo normal, a muchos les parece anormal. Nos enfrentamos a unos delincuentes previamente advertidos y multirreincidentes, que han cometido un flagrante golpe de Estado. ¿Cárcel para Junqueras? Nada más normal, querido Oriol. Democracia pura. Este es un gran país, una democracia asentada, y no el aquelarre bananero de Junqueras y ese Puigdemont que lo ha apuñalado desde Bélgica con su saga-fuga, fulera y cobardona, oprobioso resumen del envite que ahora expira.
El País se pone del lado de la decisión de la jueza Lamela mandando a la cárcel al Gobierno catalán destituido:
Es comprensible que el envío a prisión de la mitad del exgobierno de Cataluña cause inquietud frente al lógico y mayoritario deseo de recuperar cuanto antes la normalidad democrática y social. Pero en estos graves momentos cabe recordar lo fundamental: que los únicos responsables de que la justicia haya reaccionado de manera tan contundente son los políticos y líderes sociales que, como trama golpista civil bien organizada, han actuado vulnerando la ley de manera reiterada y consciente.