Variaditas vienen las tribunas de opinión este 9 de febrero de 2018. Desde las últimas ocurrencias del separatismo catalán, con la descerebrada idea de un doble Gobierno, pasando por un Rajoy que insiste en seguir su línea de trabajo o la trampa azucarada de una reforma de la ley electoral que, curiosamente, a nivel general, beneficiaría a los nuevos partidos, Ciudadanos y Podemos.
Federico Jiménez Losantos, en El Mundo, apunta que la que se presume como candidata a la Generalitat de Cataluña, Elsa Artadi, no puede esgrimir legalidad alguna:
Aunque vaya de Evita de Harvard, Elsa Artadi no llega siquiera a María Estela Rodríguez de Perón. La diferencia es que la segunda esposa de Juan Domingo Perón tenía la legitimidad conyugal como fundamento de representación política y Artadi sólo puede exhibir la ilegitimidad del golpe de Estado en el que participó y por el que debe ser juzgada próximamente como base de representación echadiza en la Presidencia de la Generalidad.
Raúl Del Pozo destaca en su tribuna el ombliguismo de Puigdemont:
Puigdemont empezó proclamando la desobediencia como fuente del Derecho y acabó, en un alarde de megalomanía, decretando un Gobierno en el exilio y el otro en Barcelona, los dos bajo el influjo de su inmenso ombligo, el templo donde todo ocurre.
Santiago González le recuerda al Gobierno de Rajoy que a los nacionalistas, en este caso los vascos, a más cosas que se le den, más van a pedir:
El Gobierno debería repasar sus tratos más recientes con su gran esperanza para la aprobación de los Presupuestos: no bastó el regalo de la nueva Ley del Cupo, que Rivera bautizó afortunadamente como El cuponazo. El portavoz nacionalista añadió una nueva condición para aprobar los Presupuestos: la retirada del artículo 155 de Cataluña. Era una exigencia ya caduca: ahora toca el derecho a decidir. ¿Y no les dará Rajoy un pañuelo para el niño?
Hughes, en ABC, le recuerda al presidente del Parlamento catalán lo obvio, que le importan más los derechos políticos de unos delincuentes que los de millones de ciudadanos:
No hay día sin hecho disparatado y sin pirueta de victimismo nacionalista. El presidente del Parlament, Roger Torrent, pasó la mañana visitando a los presos de Estremera, Forn y Junqueras, y por la tarde fue a Soto del Real, con Sànchez y Cuixart. Se preocupa por los derechos políticos de los electos; los derechos políticos de millones de catalanes y españoles le importaron bastante menos hace unos meses. Al salir recordó que «no pueden estar en prisión por sus ideas». Por favor. Ninguno de los mencionados es Galileo o Giordano Bruno. Sus ideas como mucho merecen un ‘unfollow’.
David Gistau ve poca consistencia en los argumentos blandidos por Rivera para poner contra las cuerdas a Rajoy y el pacto de gobernabilidad:
Últimamente, hasta le huele la camisa a Pablo Iglesias. Pero había que justificar la ruptura. Ah, ¿y cómo? ¿Con la corrupción? Pero hombre, los indicios de corrupción ya existían cuando Cs se avino al matrimonio, ¿qué es lo que ha cambiado en ese sentido? ¿De repente, en la cotidianidad matrimonial, ha descubierto usted que Rajoy hace un ruido molesto al sorber la sopa? ¿La vieja excusa de que el corrupto Rajoy era un mal menor necesario para asegurar la estabilidad de la patria ya no vale porque ahora la inestabilidad es aceptable con tal de sacar el provecho electoral prometido por las encuestas? Estas cosas pasan cuando no hay amor.
Luis Ventoso da por hecho que Rajoy no va a cambiar su estilo, pero asegura que comparándolo con los líderes que pretenden relevarlo del poder, su figura se engrandece:
¿Le seduce un líder que hablando de política durante una hora es incapaz de hacer una sola alusión a la vergüenza de la corrupción que ha desacreditado a su partido? A estas alturas de la novela Rajoy ya no va a cambiar. Es así, con sus virtudes y sus defectos. Pero tiene una suerte: los cracks de la Nueva Política y buena parte de su partido lo engrandecen.
Manuel Marín se hace una pregunta esencial, si tanto le preocupa a Podemos y a Ciudadanos la injusticia del actual sistema electoral, ¿por qué no empieza el partido de Iglesias por apoyar a Inés Arrimadas en Cataluña?
A priori, Rivera e Iglesias son conscientes de que su idea final será vetada. Por eso es imprescindible tender la trampa al PSOE y ponerle en el brete. En Soria un escaño cuesta al PSOE 12.280 votos y en Madrid casi 100.000. ¿Es corregible? Probablemente. Pero PSOE y PP aún no han perdido la cabeza. ¿Por qué no plantea Podemos un sistema mayoritario a doble vuelta? ¿Apoyará ahora Iglesias, dado el romance con Ciudadanos, una investidura de Inés Arrimadas?… Ya lo dijo Rajoy. Hay cosas en las que «es mejor no entrar».
La Razón tampoco comparte el criterio de cambiar la ley electoral pensando únicamente en que los beneficiados sean dos partidos, los dos más nuevos:
Esta nueva ley beneficia fundamentalmente a Podemos y Cs, pero perjudica a PP y PSOE. Efectivamente, con ella -y proyectando los resultados de 2016- el PP obtendría 15 escaños menos (122); el PSOE perdería uno (84), mientras que Podemos ganaría seis (77) y Ciudadanos doce (44). Ahí está el truco. Pero no hay que cambiar la ley electoral porque en principio beneficie más a tu formación. Cs, por ejemplo, ha pedido varias veces la reforma de la ley electoral catalana. Es verdad que con una circunscripción única en Cataluña los independentistas sólo habrían conseguido 66 escaños y perdido la mayoría absoluta. Pero con esa misma ley, Cs habría conseguido dos escaños menos, los mismos que hubieran ganado PSC y PP. Son cosas de las leyes electorales. Quizá por eso hay que cambiarlas con cuidado. Y con consenso.