Los gestos mudos de Pedro Sánchez llaman la atención de editoriales y tribunas de opinión de la prensa de papel este 15 de junio de 2018. Ya son muchos (no todos) los que empiezan a caerse del guindo y ver que la política del nuevo inquilino de La Moncloa no deja de ser un postureo que, por detrás, presenta un preocupante oquedad.
Santiago González, en El Mundo, hace un ejercicio de comparación y se extraña de como el sagaz El País no tuvo un momento para poner un titular acusatorio sobre el ministro de Agricultura, Luis Planas:
Esta es la segunda vez que Sánchez se ahorca con sus palabras, desde su promesa de apartar a quien usara sociedades pantalla para pagar menos impuestos, lo que le ha costado el cargo a Màxim. Pero Luis Planas lleva investigado desde 2016 y lo estaba el día que Sánchez le ofreció el cargo y él aceptó y el oferente había sido tan rotundo como suele en el debate televisivo de los candidatos en la campaña de aquel mismo 2016: «El PSOE no lleva imputados en sus listas». Es cierto que él no negó que pensara fichar a alguno para su Gobierno andando el tiempo, todo hay que decirlo.
Es una lástima que el diario de Prisa, al que el periodista Espada le contó 169 portadas sobre los trajes de Camps no hubiera descubierto aún el periodismo anticipativo para que en la 168 colocara como titular: «Francisco Camps a punto de ser absuelto en el caso de sus trajes».
Emilia Landaluce considera que estamos ante el Gobierno de la pancarta publicitaria, pero que detrás hay lo que hay:
La ilusión por el Gobierno de Sánchez ha durado menos de una semana. El ministro de cultura tuvo que dimitir y Grande-Marlaska dijo ayer que a los inmigrantes del Aquarius se les daría un trato idéntico que a los que llegan a las costas de Andalucía. Sí, los reyes son los padres y este gobierno es lo que es: márketing.
El editorial de El Mundo apunta a que el Ejecutivo no puede dedicarse simplemente a gestos de cara a la galería en materia de inmigración:
Cualquier paso del Ejecutivo tiene que ir acompañado de una planificación que contemple sus consecuencias. No solo porque no se gobierna con palabras bonitas, sino porque las ONG ya le han exigido a Marlaska que, además de eliminar las concertinas, acabe con las conocidas como devoluciones en caliente.
ABC felicita al Ejecutivo por empezar a modular su mensaje respecto al alborozo inicial por hacerse cargo de los 629 inmigrantes del Aquarius:
A medida que se acerca el desembarco de los inmigrantes rescatados por el buque Aquarius, el Gobierno va matizando su euforia buenista inicial y ya admite que sólo concederá la condición de refugiado a quien la merezca y que abrirá procedimientos de expulsión para los demás. Tras la buenas intenciones vienen los problemas y el Gobierno intenta plegar el mensaje de laxitud enviado a las mafias del tráfico de migrantes.
Álvaro Martínez critica que Pedro Sánchez lleve dos semanas sin hablar ante los medios de comunicación:
Sánchez se centra en «los gestos», postureo lo llaman ahora. En eso quizá no haya quien le gane una vez que parece haber optado por convertirse en una especie de mimo de la política al que, por el momento, es imposible sacarle una frase. Fotos, las que quieras; explicaciones, ninguna. Así que la opinión pública tiene que conformarse con la videoteca, que recoge todo lo que dijo que iba a hacer cuando llegara a La Moncloa y de lo que ahora, una vez allí, no dice ni palabra. Con él en el poder, el sol volvería a brillar en España. Pero por ahora, el sanchismo es cine mudo.
Carlos Herrera le pregunta al Gobierno cuáles son sus planes cuando le pongan en lontananza otro barco con inmigrantes en alta mar:
Pero este Gobierno de mercadotecnia gestual, ¿tiene previsto qué pasará con el próximo barco que llegue a nuestros puertos? ¿Sabe lo que va a argumentar cuando le afeen el mantenimiento de las concertinas en las vallas de Ceuta y Melilla? ¿cómo diferenciará el derecho a ser refugiados de unos y la expulsión de otros?
José María Carrascal señala que Sánchez ha hecho de su Ejecutivo una meca de los gestos y de la propaganda:
Pedro Sánchez no ha hecho un gabinete para gobernar, sino para deslumbrar, ganar tiempo, a ver si la política española se tranquiliza, sube en las encuestas, convoca elecciones y las gana. Se nota la mano del asesor de imagen. Y hay que comprender su situación: tiene que gobernar con una escuálida minoría en el Congreso, con mayoría absoluta del PP en el Senado, con el presupuesto de Rajoy y con el marcaje estricto de quienes le hicieron presidente. ¿Tiene algo de extraño que eche mano de los golpes de efecto para ocultar que no tiene programa ni proyecto, es decir, para hacer que gobierna sin gobernar?
Jorge M. Reverte, en El País, se queja de que el PP y otros partidos no le den los famosos 100 días de tregua para poder gobernar:
El nuevo Gobierno ha rescatado con los 629 desdichados del Aquarius varias hojas del calendario de los cien días, agrietando incluso las brutales políticas diseñadas por el PP. Le viene lo del ministro Huerta para conseguir algo parecido… Y esto es solo el principio. No habrá cien días de paz en La Moncloa. Ni uno. A Sánchez se le va a pedir un programa para cuatro años. Eso sí, con el mejor equipo electoral en mucho tiempo, que es el nuevo Gobierno.
Pedro Narváez, en La Razón, dice que al Gobierno de Sánchez le están aplicando lo mismo que él hizo con el de Rajoy, reclamar dimisiones a casco-otro:
A cada rato se pide la dimisión de un ministro, uno porque defraudó, otro porque sigue imputado, otro porque habló de más sobre los animales. Un disparate. Pero un disparate merecido. Llegó la sobreactuación a tal destino que sólo los payasos podrían mejorarla. Tenía razón Iglesias cuando decía que a Sánchez le espera un calvario. Pero será más al estilo de los Monty Python. Con silbido final.