Las primarias en el Partido Popular siguen concitando la atención de editoriales y tribunas de papel este 22 de junio de 2018. Lo que sí le recuerdan algunos artículos a los aspirantes es que, por un lado, el proceso debería ser plenamente abierto a la militancia, no dejar la decisión final en manos de los compromisarios y, en segundo lugar, que al que gane le toca gestionar un partido grande, en apariencia lustroso, pero que en el fondo es lo más parecido a ‘Esta casa es una ruina’.
Raúl del Pozo, en El Mundo, mete el miedo en el cuerpo de los tres favoritos a hacerse con la presidencia del PP, Pablo Casado, María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría:
Los candidatos están muy crecidos, como si hubieran olvidado que el PP quedó noqueado en la moción de censura. Algunos piensan que el partido es una nave a la deriva; otros dicen que ya no está a la deriva, sino encallado y con el capitán huido. Se emplean todos los tópicos del naufragio después de haber sido asaltados por los piratas, pagando su tributo a los escollos, arrecifes y farallones, como en las novelas de Camilo José Cela o de Pío Baroja, cuando la brújula loquea y los marineros pierden el norte entre los cantos de las sirenas vengativas.
Federico Jiménez Losantos considera que las primarias del PP son una filfa porque lo único que harán los militantes será una primera criba, pero que la decisiva está en manos de los compromisarios:
Con tres candidatos sólidos y cuatro débiles, el VAR de los compromisarios no es válido. Deben votar todos los militantes en las dos vueltas si quieren que salga resucitado el PP. O embalsamado por Soraya para heredar a Sánchez.
Carlos Herrera, en ABC, destaca que Rajoy, al contrario que otros líderes, haya querido irse sin ruidos y sin querer organizar la sucesión en el PP:
No tiene demasiado interés por influir en el futuro de su partido y solo quiere organizar su trabajo de lunes a viernes en su despacho y disfrutar de su familia -esa cosa tan burguesa- todos los fines de semana. La marcha de Rajoy ha sido asombrosa, difícilmente homologable con otros ejemplos europeos e insospechadamente natural en un país en el que esa naturalidad parece extraterrestre. Vaya usted a saber si algún día se lo reconocerán, pero de momento se lleva el oropel de haberse comportado como un ser inopinadamente normal.
Fernando Vallespín, en El País, asegura que Cospedal y Sáenz de Santamaría están que trinan porque la sucesión de Rajoy se ha convertido en un casting:
Desaparecido Feijóo, lo que se percibe desde fuera nos ofrece una imagen inédita de la derecha española, la disputa entre un impaciente joven con ambición de gloria, una persona mayor reacia a jubilarse y dos mujeres. Dos mujeres tan fajadas en la política que no pueden vivir sin paladear a cada instante el antagonismo y la animadversión mutua. Quizá sean ellas, además, quienes mejor representen la orfandad en la que Rajoy ha dejado al partido. No porque se haya ido, sino por no haberse atrevido a apostar por una u otra, por no designar al hereu. Pero, sobre todo, por la humillación que supone el que pueda haber alguien más en la disputa aparte de ellas. Lo que estaba pensado como un duelo se ha rebajado a un casting.