Entretenido está el panorama informativo para las tribunas y editoriales de la prensa de papel de este 19 de julio de 2018. Lo cierto es que entre las primarias del PP, los empeños de Sánchez de desenterrar a Franco y las peleas entre los independentistas catalanes hay columnas para todos los gustos.
El editorial de ABC critica que Sánchez no quiera ser contundente en Cataluña nada más que por una mera cuestión electoralista:
La única razón para que Sánchez mantenga puentes con el separatismo es puramente electoralista, pues es consciente de que mientras persista el chantaje no habrá soluciones milagrosas con Cataluña, y su objetivo también es ganar tiempo para recuperar a parte del electorado comprensivo con el independentismo que se fugó a Podemos. Pero utilizar a Cataluña para eso no es solo arriesgado. Es peligroso.
Luis Ventoso le mete un chute de espabilan a Casado y a Soraya que se han empeñado en meter al PP en una guerra de vídeos mientras Sánchez torpedea a los populares desde la tribuna del Congreso:
Para tratar de justificar su traición al constitucionalismo, Sánchez necesita embadurnar rápidamente la imagen de PP y Ciudadanos, caricaturizarlos como radicales ultramontanos con los que de nada se puede hablar o pactar. Esta es la auténtica partida en juego en España. Por eso resulta decepcionante que en lugar de explicar cómo van a luchar contra la envolvente de Sánchez, los separatistas y los antisistema, Casado y Soraya, llamados a liderar el centro-derecha, se limiten a cruzarse vídeos cutres (aunque veraces) por manos de terceros y a debatir tan solo sobre sus respectivas cuentas de la lechera congresuales. Espabilen, porque Sánchez se está pagando su campaña electoral a costa de La Moncloa y quiere inhabilitar socialmente al conservadurismo.
En La Razón, Fernando Rayón considera que Soraya no es la lideresa que necesita el PP:
Algunos han dicho que estas primarias enfrentan la gestión de Soraya a la ideología de Casado. Nada más falso. Lo que se vota en el PP es «seguir como hasta ahora» que dijo Rajoy a Soraya, o crear una plataforma amplia en torno a un nuevo líder, que sea capaz de aglutinar al centro derecha. Sólo uno de los dos puede conducir a esa nueva etapa. Y ese nuevo líder no es Soraya.
Isabel San Sebastián apalea a un Sánchez entretenido en reabrir zanjas y fosas y reescribir la Guerra Civil Española:
El presidente Pedro Sánchez se entretiene y nos distrae reabriendo la Guerra Civil con mayúsculas, la tragedia del 36, que ingenuamente creímos definitivamente enterrada. A falta de pan, de medidas concretas y útiles, bueno es el circo del Valle de los Caídos y demás trampantojos destinados a dar carnaza a sus socios podemitas. ¿Arriesgado? Desde luego. ¿Irresponsable? Aún más. Claro que a él le da igual. Él ya ha cumplido su sueño de llegar a La Moncloa. Todo lo que sea resistir equivale por tanto a ganar.
Cristina López Schlichting, en La Razón, tiene claro que a Sánchez le conviene el debate sobre Franco porque le reporta (o cree eso) votos:
Me mosquea que el pequeño caudillo esté de nuevo en las conversaciones. No se hablaba de él desde la Transición. Y quien lo ha puesto de moda ha sido la izquierda, desde luego. Pedro Sánchez es el más interesado en esta resurrección. El cuerpo de Francisco Franco le importa un ardite, pero le encanta que los españoles se peleen por él, porque favorece su candidatura electoral. Nadie va a votar a un señor que ha apuñalado a medio Partido Socialista, que se aferra a un puesto al que accedió con 84 escaños y que ha pactado con pro etarras e independentistas. Pero ¿y si ese sujeto te defiende del franquismo? ¿Y si ese hombre une a toda la izquierda –PSOE, Podemos– y forma un frente patriótico contra los fascistas? ¡Amigo! El relato cambia.
Ignacio Camacho, en ABC, asegura que ya no hay nada que hacer con Cataluña, que a los separatistas no les interesa ninguna clase de componendas:
No están en el ajuste fino sino en el desparrame; no quieren maniobras de ensamblaje sino de ruptura, de desenganche. Como sentenció Pujol, y demostró la revuelta de octubre, España ha dejado de interesarles y su única estrategia de fondo es la de la independencia más pronto o más tarde. Incluso aunque los más prudentes quisieran replanteársela, no se lo permitiría la presión de la calle. La oferta de contemporización biempensante le puede servir al presidente para una demostración de talante que le ayude a captar votos catalanes, pero el tiempo de la ingeniería política ha pasado; ya no hay margen. El submarino de la mitología separatista ha soltado todos los anclajes y ni su marinería ni sus oficiales van a admitir ningún compromiso que no conduzca al desamarre.
Raúl Del Pozo, en El Mundo, ve a un Pedro Sánchez, más pronto o más tarde, arrojado al foso:
Pedro Sánchez parece confirmar ese pensamiento quevedesco según el cual no sería español si no buscara peligros. El hemiciclo es una charca de cocodrilos que se mueven muy bien en el fango y, como avisa la Biblia, no se pueden pescar con un simple anzuelo. Todos los socios del Gobierno frankenstein dejarán caer al foso al Ejecutivo más débil de la historia de España cuando éste les dé la espalda.