El ‘privilegiado’ Josep Borrell, ese ministro que consiguió en su momento llevarse un pastizal de Abengoa tras vender, por ‘pura casualidad’, unas acciones de la quebrada compañía, ha puesto en solfa a Pedro Sánchez y su tan cacareada ejemplaridad. Como señalan editoriales y tribunas de la prensa de papel de este 28 de noviembre de 2018, la suciedad ya desborda a este Ejecutivo.
El editorial de ABC recuerda al Gobierno de Sánchez que su ejemplaridad parece extraviada desde hace algún tiempo a la hora de aplicar medidas en contra de quienes han incumplido ese código ético impuesto por el presidente:
Borrell engrosa desde ayer la lista de ministros del Gobierno que han incurrido en conductas que o bien son ilícitas, o bien son abiertamente ilegales, o bien carecen de la más mínima ejemplaridad exigible a la gestión de un gobierno. Más aún, si se trata del Gobierno «bonito» del PSOE que presume de ser irreprochable, pero que en realidad esconde numerosos escándalos en el doble fondo de su armario ético. Ocurrió con la tesis del propio Sánchez, con los destituidos Màxim Huerta y Carmen Montón; ocurre con Dolores Delgado -la ministra más reprobada en democracia-, con Isabel Celáa y su oculto patrimonio inmobiliario, con Pedro Duque y Nadia Calviño y sus entramados societarios, y ahora también con Josep Borrell.
Luis Ventoso toma el caso Borrell para definir lo que está siendo esta nueva etapa gubernamental:
Hemos entrado en la luminosa era Sánchez, que llegó al poder prometiendo una exigencia ética extrema para cercenar de raíz el más mínimo atisbo de corrupción. Y en efecto, las cosas han cambiado. A diferencia de lo que ocurría en la lúgubre etapa anterior, ahora puedes mentir con desparpajo al público; o torear al fisco; o hacer bromistas machistas y reír los delitos de un policía corrupto; o burlar las leyes que regulan la inversión en bolsa; que aquí no pasa nada. El «dream team» del progresismo empieza desbordar roña. La diferencia es que ahora todas las televisiones reman a favor y la suciedad que antes era piedra de escándalo ha pasado a una mota debajo de la alfombra.
Ignacio Camacho también hace inventario de los casos de corrupción que han ido aflorando en el Ejecutivo de Sánchez:
Con el titular de Exteriores, Sánchez tiene siete miembros de su dream team -más de un tercio del total- bajo sospecha. Que son ocho si se computa su tesis fullera, ese ejercicio de corta y pega que no admitiría ninguna universidad seria. De ellos sólo dos entregaron su cabeza; el resto continúa en manifiesto incumplimiento de sus propias reglas éticas. Acaso el verdadero mensaje implícito en esta resistencia consista en la relativista dispensa moral que protege a cualquiera que se declare de izquierdas.
El puntazo editorial de La Razón subraya que las exigencias de regeneración del Gobierno Sánchez se frenaron con el cese de dos ministros y que a partir del tercero señalado por prácticas sospechosas, ya se ha mirado hacia otro lado:
Las exigencias éticas es lo que tienen: que son para todos y se cumplen, o se convierten en un dedo acusador. Después de los casos de Màxim Huerta o Carmen Montón -con salida del Ejecutivo-, el PSOE ha interiorizado que se queda sin banquillo como no asuma la vergüenza de las «distracciones» de sus ministros. Así ha sido con Dolores Delgado y ahora con Josep Borrell, multado por la CNMV con 30.000 euros por tener información privilegiada en una venta de acciones de Abengoa. Seguir en La Moncloa lo justifica.
El editorial de El Mundo exige la salida de Borrell y también le mete un palo a Iglesias por ejercer un populismo ahora que la corriente a favor es pedir la renuncia del ministro de Exteriores:
Si el Gobierno de Pedro Sánchez no hubiese abjurado de los principios de regeneración democrática que defendía antes de que estallase el fraude de la tesis doctoral del presidente, Borrell debería haber presentado su dimisión desde el momento en el que se hizo pública la multa de 30.000 euros que le impuso la CNMV por vender acciones de Abengoa cuando era consejero de la compañía y disponía, por tanto, de información privilegiada. Cuando estalló el caso, Pablo Iglesias, en plenas negociaciones con Sánchez sobre los Presupuestos, no pidió responsabilidades políticas al ministro de Asuntos Exteriores. Pero en pocas semanas la situación ha cambiado y el líder populista ha vuelto a mostrar su rostro más oportunista para atacar con la misma dureza a Sánchez que suavidad mostró para auparlo y sostenerlo en el poder.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72