Festival de palos para Pedro Sánchez este 29 de diciembre de 2018 en las tribunas de opinión de la prensa de papel. La esperpéntica rueda de prensa de balance de sus primeros meses al frente de La Moncloa fueron un canto al olvido y a creerse que antes de llegar él al poder poco menos que España estaba en la ruina más absoluta.
El editorial de ABC sacude de lo lindo a Pedro Sánchez por hacer de su resumen del año (del medio año que lleva en La Moncloa) un ejercicio más propio de una persona amnésica:
Su escapismo fue ayer enciclopédico y lo aplicó a su fracaso en Cataluña y Andalucía, a la falta de Presupuestos para 2019 y a la no convocatoria anticipada de elecciones generales. No tuvo respuesta para nada y encontró disculpas para todo, incluso para el apoyo que recibió de separatistas y proetarras en su moción de censura, mucho más aceptable, a su peculiar juicio, que el de Vox al pacto de gobierno de PP y Cs en Andalucía. Y esto lo afirmaba Sánchez el día en que el hijo de Fernando Múgica, dirigente socialista asesinado por ETA, abandonaba el PSOE empujado por la infame foto navideña de la dirigente del PSE Idoia Mendía con Arnaldo Otegui.
Ramón Pérez-Maura avisa de que la derrota (o victoria amarga) de Susana Díaz puede hacer estallar el PSOE en mil pedazos:
La liquidación electoral de este sector del PSOE hace desaparecer dentro del partido el contrapeso más relevante de Sánchez, el que estaba en constante alerta frente a sus contactos y acercamientos a los enemigos de la Constitución. Porque Sánchez lleva al PSOE por otro rumbo muy distante del que ha tenido su partido desde 1978. Él quiere liquidar ese socialismo de Felipe González. Y la mejor prueba de ello es su casi nula defensa de la Corona, sus pactos con los que quieren romper España y que haya ofrecido la candidatura a la Alcaldía de Madrid a Alfredo Pérez Rubalcaba.
Daniel Gascón, en El País, pone una vela a Dios y otra al diablo respecto del mandato de Pedro Sánchez:
El Gobierno ha tomado medidas tan efectistas como chapuceras: muchas de las más anunciadas se van modificando o posponiendo. Ha abusado del decreto ley y dado volantazos. Su gusto por la guerra cultural apunta que a veces le importa más estigmatizar a sus rivales que proteger los valores que dice defender. Algunas declaraciones (más o menos cualquiera de la vicepresidenta) revelan una deprimente irresponsabilidad. En un Gobierno sostenido por pocos escaños, desconcierta la ocupación galdosiana de muchos cargos. Los ministros se marchan o permanecen en el puesto por la conveniencia del presidente y no por la gravedad de sus errores. Es difícil saber lo que ocurrirá en 2019: imaginar el final de Sánchez es casi tan difícil como intuir sus principios. Y subestimarlo ha sido un error frecuente de analistas y adversarios.
El editorial de La Razón se hace cruces con Sánchez y su alejamiento de la realidad:
El jefe del Gobierno mantiene su vocación de permanecer y no está dispuesto a convocar nuevas elecciones, incluso si se ve obligado a prorrogar los Presupuesto y seguir tirando del expediente de los decretos. Esta evasión de la realidad política y social que vive España, donde ha surgido con fuerza un partido que refleja en sus votantes, entre otras cuestiones, el fuerte rechazo de los españoles a la política de apaciguamiento con los separatismos, es potencialmente muy peligrosa si, como parece, se intensifica el deterioro de la situación económica que registran todos los indicadores. En definitiva, la mejor salida posible es que los ciudadanos sean llamados a las urnas y decidan con su voto qué realidad viven.
El Mundo pone a Sánchez de vuelta y media:
Un desahogado cinismo le permite asimismo ofrecerse como ejemplo de «estabilidad y moderación», cuando ha batido todas las marcas de unilateralidad por número de decretazos en tan solo siete meses y cuando ni es capaz de garantizar la convalidación de todos ellos por el empeño en traicionar su promesa de elecciones y gobernar con 84 diputados. Hace tiempo que Sánchez no opera por criterios de país, si alguna vez lo hizo; el nuevo año le encontrará encastillado en La Moncloa, dispuesto a terminarlo allí como sea antes que someterse al juicio de los votantes.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72