La pillada a Carles Puigdemont con los mensajes de capitulación enviados a un indiscreto Toni Comín, su exconsejero de Sanidad, inunda este 1 de febrero de 2018 las tribunas y editoriales de la prensa de papel. Aún así hay discursos que insisten en que el separatismo es capaz de rehacerse de este y otro varapalo mayor.
Bieito Rubido, en ABC, tacha a Puigdemont de indiscreto y que al final su fácil verborrea le ha traicionado:
Suele argumentarse que los grandes hombres, los hacedores de nobles empresas y carentes de aversión al riesgo, guardan en silencio sus pensamientos, sobre todo para no alertar al enemigo. La impostura de querer aparentar lo contrario de lo que se piensa suele fracasar desmontada por la indiscreción del alma atormentada. Puigdemont ha dejado su epílogo en la prosaica pantalla de un teléfono.
El editorial de ABC considera que ya no hay punto de retorno en la mascarada de Puigdemont:
El hartazgo de un juego suicida ha llegado a un punto de no retorno y la exigencia democrática es la conformación de un gobierno legal a manos de un presidente legítimo. Puigdemont no lo es, ni lo será. Su estado de ánimo personal, después de todo lo ocurrido, es lo de menos. Su futuro pasa por someterse al TS y por defenderse de una acusación de rebelión. Mientras mantenga como rehenes de su maltrecha figura a los partidos independentistas, y a todos los catalanes, no será posible construir nada útil en Cataluña.
Ignacio Camacho cree que en ERC están que dan saltos de alegría con el resbalón de Puigdemont:
Que no era sólo al Estado, con todo su aparato institucional, sino a un adversario de su mismo bando que se llama Esquerra Republicana. Un partido que tiene a su líder en la cárcel, rezando en la celda y haciéndose él mismo la cama, y que no va a perdonar que el fugado le ganase el tirón sin cobrarse la venganza. Desde el momento mismo del recuento, toda la estrategia de ERC ha consistido en aparentar lealtad al ‘legítimo presidente’ y al mismo tiempo conspirar para metérsela doblada. Quizá la cena de Estremera, con sus hamburguesas requemadas, nunca le haya sabido mejor a cierto preso.
Isabel San Sebastián es muy clara a la hora de detallar los motivos del ‘apuñalamiento’ político a Puigdemont:
Los suyos velan por su conveniencia, porque una cosa es jugar al heroísmo de boquilla y otra bien distinta arrostrar las consecuencias de lanzar un órdago penado con veinte o treinta años de reclusión. ¿Qué esperaba su exexcelencia? ¿Una revolución sangrienta destinada a llevarle en andas hasta el Palau de la Generalitat? ¿Un monumento patriótico? ¿Dimisiones solidarias en masa? ¿La claudicación sin más de esta nación centenaria que pretendía romper? ¡Cuánta ingenuidad pueril o cuánta arrogancia!
Luis Ventoso celebra la rendición de Puigdemont, pero considera que aún no hay que fiarse:
No han ganado (al menos esta vez) y me alegra poder decir que aunque al principio remoloneó demasiado, el que nunca hace nada, Mariano, con toda su aparente pachorra les ha dado un repaso. Quien no lo crea, puede revisar qué tal les va a Junqueras (preso), Puigdemont (desquiciado y rendido) y Mas (al borde del embargo y con un horizonte penal). Pero no cabe relajarse por haber ganado la primera eliminatoria. Cataluña volará a largo plazo si no se acomete lo que nadie se atreve a hacer y que demandan la mayoría de los españoles: reforzar el Estado y cambiar la educación. Y ahí uno no quiere «líos» (Rajoy), otro no se lo cree (Sánchez) y al tercero le queda mucha mili todavía para estar a la altura de la tarea (Rivera).
El País habla de cuenta atrás para el secesionista catalán:
La cuenta atrás se acelera. A falta de criterio unánime sobre los plazos legales para la sesión de investidura, la justicia española impone los suyos con el procedimiento acelerado que permite la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Si el Tribunal Supremo inhabilita a los políticos procesados en un par de meses, las bajas en las filas independentistas serán importantes en cantidad y calidad. Será una derrota histórica que solo una reacción rápida del secesionismo puede minimizar con nuevos líderes dispuestos a gobernar respetando los márgenes que marcan la Constitución y el Estatuto de Autonomía.
El editorial de La Razón deja claro que la gran mentira del separatismo ha quedado al descubierto:
En el caso del independentismo, mantener viva la llama y el convencimiento de que, al final, el Estado claudicaría a sus pretensiones y aceptaría que una parte de España se desgajara y la resultante fuera acogida con los brazos abiertos por la comunidad internacional, pasaba por persistir en la mentira. El abuso de la ficción, cuando es una herramienta para moldear conciencias, es un acto inmoral. No cabe duda de que el desafío secesionista había falseado la opciones reales de salir victorioso, pero, por si había dudas, los mensajes que Carles Puigdemont envió al ex consejero, también fugado, Antoni Comín, deja claro que mentían a conciencia.
Arcadi Espada entiende que Puigdemont se ha quitado definitivamente la careta:
El problema mayor de Puigdemont es que a la misma hora que se daba por muerto llamaba a la resistencia a sus compañeros en Cataluña. Algunos de ellos acababan de forzar peligrosamente un precario dispositivo policial y se concentraban a la puerta del parlamento de Cataluña para gritar sus consignas habituales e insultar con amenazante gravedad a los diputados constitucionalistas. Una buena parte de los concentrados llevaban caretas con el rostro de Puigdemont, mientras el auténtico se la estaba quitando a miles de kilómetros de distancia en una conversación con el diputado Comín.
El editorial de El Mundo dice que el valor de los mensajes de Puigdemont descubiertos en el móvil de Comin está en ver como ha quedado desnudo el cinismo separatista:
Que el proceso soberanista cabalga desde sus inicios a lomos de una farsa política de oneroso coste era cosa sabida. Sin embargo, faltaba que el cinismo de los líderes independentistas, capaces de esgrimir un discurso oficial diametralmente opuesto al mantenido en privado, se mostrara a ojos de toda la opinión pública en toda su crudeza. Ahí radica el valor de los mensajes que Carles Puigdemont envió a Toni Comín, revelados ayer por Telecinco.
Para Raúl Del Pozo, Puigdemont ya ha caído a las alcantarillas y cada día ve más cerca la celebración de unas nuevas elecciones:
Puigdemont esta ya en las alcantarillas de la historia, pero el cisco continua. «Decir que el asunto de Cataluña está muy liado, que da miedo, ya no es suficiente. Es una crisis política, institucional, social, muy grave y de soluciones a largo plazo. Cada hora que pasa indica que lo más probable es que haya nuevas elecciones. También puede ser que propongan otro presidente, pero es difícil si no renuncia Puigdemont». Eso comenta mi buena fuente en Barcelona