No es que tengamos la piel fina, pero con el debido respeto, ya nos hemos hartado de la superioridad racial que exhiben unos tipos que solo se bañan si es en cerveza. El periodista mallorquín, Marc González, ha escrito la mejor respuesta que podía dársele a Chris Haslam, el viajero británico que quiso hacerse el gracioso con un artículo en The Times en el que describía a los españoles como groseros, impuntuales y maleducados. —El artículo de ‘The Times’ que indigna a media España, recomienda ver ‘Got Talent’ y ‘Deluxe’—
Haslam señalaba que cualquiera que visite España debe olvidar las «nociones de educación, discreción y decoro». «Ser español implica entrar a un bar, besar y abrazar a desconocidos, gritar ‘oiga’ al camarero y tirar al suelo lo que no puedas comer o beber. Excepto los vasos», asegura el autor, que ha puesto candado a su cuenta de Twitter tras las críticas e insultos que ha recibido.
Haslam también escribió que «si eres mujer, tienes que llevar un abanico», algo que «es una herramienta, no un souvenir». «Ser español requiere un desdén total por la puntualidad. Llegar a algún sitio 30 minutos tarde se ve como algo temprano y algo maleducado», apunta el periodista británico.
Además, señaló que existe una «etiqueta de comida», que implicaría un desayuno de tostada, sobrasada y cortado; cerveza y sándwich a las 11h; y a las 14h, un menú del día de tres platos, «que te llevará entre dos o tres horas». Después de eso, llegarán las tapas, en cuyos bares se puede identificar fácil a los británicos: «Son aquellos que entran a un bar y no pueden creer que haya una mesa libre», destacó.
MARC GONZÁLEZ.
Pues, querido Chris, te has ganado que te pinten la cara. Así lo ha hecho Marc González en Mallorcadiario.com con un soberbio artículo titulado ‘How to be British’ del que extraemos tres párrafos pero recomendamos su lectura completa:
Me parece más sencillo describirnos mencionando lo que los españoles no somos en ningún caso. Para empezar, no somos sucios, ni en nuestro aseo personal, ni en nuestras casas. Excuso contar las anécdotas de los centenares de alumnos que han realizado estancias en casas de familias británicas y que regresan alucinados del escaso nivel de higiene de sus anfitriones, tan educaditos ellos, of course.
Tampoco somos tacaños. El más ‘ahorrativo’ de los catalanes -y perdón por recurrir a este falso topicazo- es exponencialmente más generoso, solidario y empático que cualquier otro europeo medio. Con diferencia abismal, somos la nación del mundo con más donaciones per cápita para trasplantes de órganos.
Cuando nuestros jóvenes viajan, la mayoría buscan, como es natural, ligar y divertirse. Pero no acostumbramos a arrojarnos desde los balcones de los hoteles, dormitar borrachos y drogados por las calles, enseñar colectivamente el culo como seña de nuestra identidad nacional o prostituir a nuestras chicas en bares para solaz de las redes sociales.
Pese a nuestra gastronomía, no solemos ir al extranjero a comer paella, frit o salmorejo, sino que tenemos curiosidad por probar lo bueno de cada lugar, que siempre lo hay, aunque sea en un país gastronómicamente tan rácano que se reconoce en el pastel de riñones y el fish and chips cocinado en grasa de vaca acompañado de cerveza sin espuma y cuyo cocinero más afamado se forra haciendo programas televisivos en los que prepara paellas con chorizo.
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