Dos cuestiones esenciales llaman la atención este 15 de febrero de 2018 en la tribunas y editoriales de la prensa de papel. Por un lado, el rifirrafe entre el PP y Ciudadanos, que cada día que pasa se parecen más al dúo Pimpinela. Por otra parte, la confirmación de que el empresario Jaume Roures estaba metido de lleno en la causa golpista en Cataluña.
El editorial de ABC destaca la pelea que se ha abierto entre el PP y Ciudadanos y asegura que no le viene bien a ninguno de los dos partidos esa gresca:
Se trata de dos partidos condenados a entenderse, porque una clara mayoría de españoles se inclina por el centro-derecha como opción de poder frente al derrumbe de la izquierda. Si la derecha moderada se agrede entre sí, no sabrá aprovechar la profunda debilidad de una izquierda populista a la que conviene dejar sin opciones de gobernar por el bien de todos.
Ignacio Camacho define este estado de bronca perpetua entre PP y Ciudadanos de una manera bastante gráfica y divertida:
Celos impostados, reproches mutuos, miraditas aviesas, canutazos envenenados, acusaciones de ida y vuelta; zancadillas taimadas, murmullos rezongados a media voz, letanías de quejas. La relación entre los dos partidos del centro-derecha se ha vuelto un melodrama barato con mucho postureo de gesto prieto y boquita pequeña. Una cansina parodia del dúo Pimpinela.
El Mundo asegura que el rifirrafe entre populares y los de Albert Rivera tiene un precio a pagar que repercute en los ciudadanos (los de a pie, no los del partido político):
Este enfrentamiento tienen un precio, y lo pagan todos los ciudadanos. La prórroga del Presupuesto un año más no impide cumplir con el déficit, pero bloquea la llegada de la recuperación a la gente. Las cuentas que esperan en el cajón contemplan la bajada del IVA del cine, ayudas a guarderías o la ampliación del permiso de paternidad. Que estas medidas no puedan ponerse en marcha es un fracaso político de todo el Congreso. El Gobierno tiene la obligación de tomar la iniciativa para buscar acuerdos y la oposición de actuar con responsabilidad por el bien de todos los españoles.
Una de las cuestiones del día, el informe de la Guardia Civil en el que está metido de hoz y coz el empresario troskista Jaume Roures como pieza capital del 1-O, es tratada en la columna de Luis Ventoso y lo cierto es que el Gobierno de España no sale bien parado por, como bien plantea el articulista de ABC, pura cobardía, no fuese a ser que las televisiones de este comunista de pega le diesen para el pelo a socialistas y populares:
El trato que recibió Jaume Roures es un ejemplo más de lo que un castizo llamaría «un Estado tontolaba». En 2005, con un dedazo sectario y arbitrario, Zapatero otorgó a Roures, conocido por sus filias comunistas, la última concesión de un canal analógico en abierto. Posteriormente, en julio de 2012, el Gobierno de Rajoy flexibilizó las condiciones que había fijado Competencia y facilitó la fusión de La Sexta y Antena 3, estableciendo así uno de los dos pilares del oligopolio televisivo español, una anomalía europea. Con esas dádivas, Roures se hizo multimillonario (siendo troskista). Se convirtió en el rey del fútbol de pago en España (siendo proseparatista). Un mes antes del 1-O, ejerció de anfitrión en su domicilio de una cena conspiratoria con Junqueras e Iglesias. Mientras remaba en el núcleo duro del golpe separatista, tal y como destapó ayer la Guardia Civil, jamás recibió un solo reproche alto y claro de PP, PSOE o Ciudadanos, porque los políticos temen a esas televisiones.
Terrible pieza de nuestra historia reciente. El único Estado del mundo que hace multimillonarios a sus enemigos. Y el PP, el único partido del planeta que ha dado alas a la televisión que lo machaca. Pero no se preocupen. Rajoy y Santamaría ya andan vigilantes: han denunciado a ABC, peligroso enemigo de España, por poner en una portada a Inés Arrimadas, conocida agente separatista. Valle-Inclán igual se quedó corto…
Salvador Sostres habla de Roures como un personaje acomplejado y que su único ideal es venderse al mejor postor:
Roures no es de izquierdas, ni catalanista, ni nada: sólo es un ser dolorido que busca calmarse causando el mismo dolor en los demás. Tiene dinero, mucho dinero, pero no le importa un carajo si no es para disimular el complejo, para construir sobre la herida, para hacerse la ilusión de que es un intelectual, con su obsesión por Cruyff, Pep (Guardiola) o Woody Allen, cuando en realidad son puntos de fuga que él cree que puede comprar y sólo le hacen la parodia de la servitud para que pague lo que se debe y sacárselo de encima cuanto antes. ¿A cuánta gente quieres, realmente, Jaume? Ésta es la gente que realmente te querrá. Para Roures, España es el cliente, y el 1 de octubre el último intento de redimirse. Y no digo nada que él mismo en sus películas no haya contado.