¡Vaya cabreo de mono amazónico que ha cogido el ‘militroncho’ de Podemos, Julio ‘El Alakrano’!
El señor Rodríguez se ha puesto como el auténtico bicho del pantano al leer un artículo de Juan Luis Cebrián en El País –La libertad del arte-. Especialmente, al podemita le han sentado como un tiro (nunca mejor dicho), párrafos como estos:
El hombre en el cruce de caminos. Así se llamaba el inmenso mural que Diego Rivera pintó en la entrada del Rockefeller Center, a petición del padrino de la dinastía cuya madre era entusiasta admiradora del artista mexicano. A diferencia de la anarquista Anna Gabriel en su fuga hacia Suiza, Rivera y su mujer Frida Kahlo no estaban dispuestos a cambiar ni el flequillo de su peinado a fin de ser admitidos en el corazón del capitalismo mundial. De modo que el colosal pintor convirtió a Marx, Lenin y su amigo Trotski en protagonistas principales de la obra instalada en lo que por entonces constituía el rascacielos más emblemático de la ciudad de Nueva York. Nelson Rockefeller entendió que la pintura constituía toda una provocación, aunque antes de prohibirla buscó una salida consensuada y solicitó cambiar el retrato de Lenin por el de alguien distinto, a lo que el autor se negó en redondo, ofreciendo solo completar el triunvirato con un héroe americano como Abraham Lincoln.
La privatización del debate público coherente con estas prácticas está conduciendo a la política española por las vías del esperpento. El gesto del presidente del Parlamento catalán, que aprovechando que le habían invitado a una celebración reclamó la libertad para los retratados en la obra de Arco, fue respondido con el abandono del acto por las autoridades judiciales catalanas, en repetición mimética de la extemporánea actitud del parlamentario. Ambas decisiones fueron jaleadas por los partidarios de las respectivas posturas como actos de hidalguía y no como gestos de mala educación y espíritu sectario en casa ajena. El señor Torrent se mostró, lo mismo que el señor Sierra, como un provocador de poca monta, y los señores magistrados se comportaron igual que Ifema, tratando de imponer lo que se dice o no en su presencia, actitud solo permisible en su caso cuando se encuentren en sede judicial, y contribuyendo con su gesto a propagar la opinión del presidente del Parlamento, reiteración de una mentira destinada a destruir la convivencia pacífica de los españoles.
Podríamos añadir el desplante de la señora Colau y del propio Torrent a la presencia del jefe del Estado en la inauguración del Mobile Congress, como si el Parlamento catalán y la Alcaldía de Barcelona fueran propiedad particular de los interfectos, todas remiten a la misma preocupante situación política en la que cada cual se convierte en intérprete de la democracia y la ley, sintiéndose capaz de establecer lo que es bueno y malo para la comunidad, lo que se puede decir y no, en función de su propia ideología o interés.
Según Julio ‘El Alakrano’, Cebrián no es quien para reñir ni reconvenir a nadie:
Todo cabe en la homilía (ya no solo dominical) de J.L. Cebrián y su comité editorial @el_pais : Santiago Sierra, Anna Gabriel, Ada Colau…
Y nos vuelve a reñir.
¡Qué es eso de que, sin su permiso, «cada cual se convierta en intérprete de la democracia y la ley»¡
¡Vamos hombre! pic.twitter.com/H4a1BPRWkY— Julio Rodríguez (@Julio_Rodr_) 27 de febrero de 2018