El esperpento catalán vuelve a la primera plana de los editoriales y artículos de opinión de la prensa de papel este 2 de marzo de 2018. Entre el despropósito del presidente del Parlamento autonómico, Roger Torrent, de intentar colar el respaldo a la DUI y el numerito de Puigdemont desde Bruselas, las tribunas vienen calentitas.
Federico Jiménez Losantos, en El Mundo, tiene claro que el separatismo sigue envalentonado y el Gobierno de España continúa a verlas venir:
El artículo 6.bis votado ayer por la mayoría golpista del Parlamento regional desafía al régimen constitucional español a defenderse, a mantener el orden legal en que se cisca. Es la reafirmación en los delitos en que la víspera les advirtieron los letrados que iban a incurrir. E incurrieron. Es una invitación formal a que el Gobierno intervenga de una vez esa Generalidad que preside Rajoy, administra Soraya y financia Montoro, pero cuya única actividad sigue siendo mantener el golpe de Estado contra España mediante esas estructuras que desde octubre desafían al Estado y afrentan a la Nación. ¿Hasta cuándo?
El editorial de El Mundo llama irresponsable a Torrent, el presidente del Parlamento catalán, por empeñarse en seguir conduciendo a la institución por la senda de la ilegalidad:
A la vista de decisiones como la de Torrent, concluimos que su pérdida del sentido de la realidad es tan aguda o su tacticismo tan irresponsable como para perpetuar el conflicto con el Estado, al precio de seguir privando de autogobierno a todos los catalanes. El Estado que ha rendido a Puigdemont no va a ceder. La ley prevalecerá. Los separatistas deberían saberlo, pero parecen necesitar que la Justicia se lo recuerde.
Santiago González considera que Roger Torrent cometió delito con la simple admisión a trámite de la propuesta de la CUP, pese a que luego durante el pleno se retirase:
Los menguados catalanes no tienen complejos. Desoyendo a los letrados de la Cámara y a la Fiscalía, decidieron admitir a trámite la propuesta de la CUP en la que se reivindicaba la legitimidad de Puigdemont, avalar el referéndum ilegal del 1-O y se ratificaba la DUI, aunque JxCat y ERC, convencieron a la CUP de que dejara caer este punto: no corras que es peor. Y la CUP, catalizadora del proceso, tragó. El asunto es que la simple admisión a trámite de la propuesta antisistema constituye un supuesto delito de desobediencia para el presidente y la Mesa del Parlamento. Si hubiesen mantenido la DUI, el delito de desobediencia lo habrían cometido todos los diputados que la hubieran votado favorablemente. O sea todos los golpistas.
Raúl Del Pozo hace un fantástico diagnóstico del numerito perpetrado el 1 de marzo de 2018 en el Parlamento catalán:
Después de observar el debate de ayer, pienso que a los independentistas no hay que enviarles guardias, fiscales y abogados, hay que mandarles psiquiatras. Dieron un espectáculo grotesco, mirando hacia atrás con ira, alzando la bandera legitimista. Van a crear en Bruselas una corte, un consejo y una asamblea. Reconocieron la legitimidad de Puigdemont, cuya destitución califican de ilegal.
El editorial de ABC apunta que los separatistas están prostituyendo la normalidad democrática de todos los catalanes:
La primera conclusión política es que Cataluña permanece en un bucle infinito del que el separatismo se resiste a salir, haciendo rehenes de este despropósito a todos los catalanes. Jugar con las palabras y prostituir la soberanía de todos los catalanes para evitar incurrir en delitos, y aparentar a la vez que sigue vivo un «procés» que murió el 1-O, es una irresponsabilidad. Reafirmar la secesión de Cataluña aunque sea de forma alambicada y sin efecto jurídico, sea de modo directo o camuflado, como ocurrió ayer, es la enésima burla al Estado de Derecho.
Carlos Herrera detalla la cobardía de unos separatistas que siguen con su matraca, pero sin que se note o al menos intentar hacer ver al Estado que no están haciendo lo que en realidad pretenden hacer:
Torrente, el brazo menos listo pero tampoco tonto del todo del procés, hubo de afinar, junto a sus conmilitones de la mayoría parlamentaria, el juego de las apariencias. Que parezca que lo hagamos pero sin hacerlo. Y ahí nace el postureo de ayer mediante el cual reivindicaban al fugado que dice estar dispuesto a facilitar la formación de un gobierno y el referéndum del 1 de Octubre. Pero de proclamar de nuevo la República Catalana nada de nada, si acaso alguna mención a las aspiraciones soberanas del pueblo catalán y tal y tal pero nada más. ¿Quién es el primer valiente en estar dispuesto a ingresar en prisión después del aviso de la Fiscalía? ¿Quién es? ¿Dónde está escondido? ¿En las filas de la CUP? ¿Con una de sus líderes huida a Suiza simplemente por haber sido citada a declarar sin estar acusada de nada?
Luis Ventoso no duda de que el separatismo, pese a la retirada parcial de Puigdemont, seguirá dando guerra:
Anoche, viendo la espectral retirada de Puigdemont, la sensación era agridulce. El vídeo con que puso telón al esperpento acredita que España lo ha derrotado. Pero será obtuso quien no asuma que solo se ha ganado una batalla, no la guerra. Ayer el Parlamento catalán ya volvió a las andadas, todavía con el 155 en vigor. Muy pronto el separatismo estará gobernando de nuevo y aguardarán la coyuntura óptima para un segundo golpe. Todo invita al pesimismo, porque esta es una disputa de propaganda, cultura y sentimientos, y un único bando está combatiendo a tiempo completo en el frente de los corazones: el nacionalismo.
El País resalta la última estafa a los catalanes:
Dos meses después de las elecciones autonómicas catalanas ha quedado acreditado que el único programa de gobierno del independentismo es la agitación. De ahí que solo se pueda calificar como de burla a la ciudadanía y la democracia la última pirueta de los defensores de la causa, retirando en el último momento el apoyo a la declaración unilateral de independencia, renunciando ¿provisionalmente? a investir a Carles Puigdemont pero avalando su legitimidad y el resultado de ese llamado referéndum del 1 de octubre, ilegal y realizado sin garantías de transparencia e imparcialidad.
El editorial de La Razón lo tiene claro, que Puigdemont se retira sin querer retirarse:
A Puigdemont lo que de verdad le importa es mantener su ya escasa influencia pública en la vida de Cataluña, tratando de conformar una doble legitimidad sobre el Principado sin la menor virtualidad. Una bicefalia, como señalábamos al principio, entre Barcelona y Bruselas que, dicho sea de paso, convertiría en un títere al presidente oficial de la Generalitat, pero que permitiría a Puigdemont mantenerse en la ficción de que todavía cuenta.