Quedan menos de 24 horas para que dé comienzo la huelga feminista del 8-M y este 7 de marzo de 2018 son muchos los articulistas los que se fijan en ese movimiento y critican su excesiva carga de politización y sectarismo. También hay editoriales y alguna tribuna sobre el último vodevil socialista, largarse de la subcomisión en el Congreso de los Diputados sobre el pacto educativo.
César Vidal, en La Razón, detalla un hecho esencial, ¿por qué las manifestaciones de las feministas no se encaminan, por ejemplo, hacia las embajadas de Irán o de Arabia Saudí?
Yo hubiera esperado manifestaciones masivas ante embajadas como la de Irán, nación donde acaban de detener a unas mujeres por atreverse a ir a un estadio de fútbol, o la de Arabia Saudí que ejecuta por lapidación a fornicarias y adúlteras o la de tantos países donde las mujeres no pueden estudiar ni conducir o son mutiladas y vendidas como esclavas. Observo con dolor que no es así quizá porque ninguna ONG formada por políticas -que no políticos- sacaría entonces tajada de ese dinero que Montoro extrae de los bolsillos de los contribuyentes.
Pedro Narváez no está en contra de la huelga del 8-M, pero sí de que se pongan etiquetas a quienes no deseen secundarla:
Las mujeres y los hombres deben sentirse libres para reivindicar un día importante sin que te estén martilleando el cerebro con acusaciones más o menos veladas sobre un supuesto machismo. O eres machista y lo disfrutas, o eres machista y no lo sabes, que no saben lo que es peor. Bueno, hay algo peor y es que seas mujer y encima no quieras hacer huelga.
Julián Cabrera rememora como un colectivo como el de los actores, tan reivindicativos ellos, no exigían directamente a nuestros políticos lo que ellos entienden como justo:
En las galas cinematográficas de los César y los Oscars este fin de semana y especialmente en nuestros Goya, donde famosos y famosas ejercían su capacidad de ser oídos, se daba la curiosa circunstancia de que sus denuncias ante la desigualdad laboral parecían dirigirse al bulto o contra una mera maldición bíblica cuando en realidad a quienes tenían delante era justamente a políticos, a directores y a productores en cuyas manos se supone que está la solución al problema y claro, lo mejor de todo era cuando estos últimos rompían a aplaudir fervientemente las intervenciones. ¿Postureo? ¿Hipocresía? Que cada cual saque sus conclusiones pero sobre todo que el de mañana sea el día de la dignidad y la igualdad, no el de las flautistas de Hamelin.
El editorial de El País, por supuesto, jalea a bombo y platillo la huelga feminista:
El machismo es el soporte en el que se asienta la discriminación de las mujeres. Sea como actitud personal, cultural o institucional, sea practicado de forma individual o imbuido en las estructuras políticas, económicas o familiares de nuestra sociedad, el machismo es radicalmente incompatible con la democracia. Oponerse a él es defender la democracia, no una expresión ideológica o partidista. No hay, por tanto, espacio para el debate acerca del qué: toca acabar con el machismo, el acoso y la discriminación, en cualquiera de sus formas.
Federico Jiménez Losantos, en El Mundo, escribe sobre el cabreo de la podemita Irene Montero porque considera que no se le da visibilidad a las feministas de su partido:
¿Quiere Montero que se visibilice a las huelguistas de la bancada que pastorea? Es fácil: que salga Tania Sánchez de detrás de la columna. No al burka de estuco. No al cobrador de Teherán.
Santiago González se parte la caja con la huelga feminista:
El feminismo de hace años ya gritaba en las consignas de las manifestaciones del día 8 la invocación a la huelga, aunque con un lema que tenía más dignidad literaria y más sintaxis: «Manolo, la cena te la haces solo».
Jaime González, en ABC, recuerda que los sindicatos, tan entusiasmados ellos con la huelga feminista del 8 de marzo de 2018, tienen en sus puestos directivos más relevantes a hombres:
Esto de que los principales sindicatos de España llamen a la huelga general feminista, incluido el que representa a los estibadores -un sector donde las mujeres apenas suponen el 6 por ciento- es como poner al lobo a cuidar de las ovejas. Todos tras la pancarta del 8-M en una grosera exhibición de marketing que me lleva a sospechar que su apoyo a esta cita histórica «que marcará un antes y un después en materia de igualdad» es una de esas poses postmodernas que los garantes de los derechos sociales ensayan delante del espejo para lucir sensibilidad el día del estreno. Queda guay.
Rosa Belmonte recuerda algo esencial respecto de la huelga del 8-M:
Que la vida de las españolas de hoy no sea la de Isabel o que estemos mejor que nunca no nos obliga a quedarnos como estamos. Que cada una firme lo que quiera y haga la huelga si quiere. Como no somos Isabel, somos libres para hacer el jueves lo que nos dé la gana.
El editorial de El Mundo critica que Pedro Sánchez vuelva a recuperar la estrategia del ‘no es no’ y haga levantar a su partido de la mesa de negociación del Congreso por el pacto educativo:
La espantada socialista se enmarca en la estrategia de frontalidad con que Sánchez trata de recuperar perfil propio tras el respaldo al 155, sintonía que al sanchismo parece quemarle en las manos. Así se explica el anuncio de una cuestión de confianza si Rajoy no consigue aprobar unos Presupuestos que el PSOE ni se molesta en transaccionar, o la pugna con Podemos por la bandera antifranquista con su vuelta de tuerca a la Ley de Memoria Histórica, o su demagógica propuesta de subir los impuestos a la banca para pagar las pensiones. El líder del PSOE parece apostar por el regreso del no es no.
El editorial de ABC arremete contra Pedro Sánchez y su decisión de que el PSOE abandone esa comisión o subcomisión que lleva más de un año articulando un pacto educativo:
Se trata de un imprudente triple tirabuzón que le lleva del Valle de los Caídos para la exhumación de los restos de Franco a las pensiones ligadas al IPC (hay que recordar que es el único partido que las ha congelado), pasando por la huelga feminista o, ahora, por la ‘espantá’ en un asunto de Estado como es la educación y que, visto lo visto, a los socialistas de Sánchez les trae bastante sin cuidado. El PSOE ha de rectificar y regresar a la subcomisión que guía el pacto educativo; debe, en fin, anteponer una mejora de interés general de los españoles a los intereses particulares de un líder sin escaño que busca visibilidad.
Ignacio Camacho se posiciona en la línea de que el PSOE haya recuperado el discurso del ‘no es no’:
Los socialistas aguantan mal que bien el consenso sobre Cataluña porque la opinión pública no le perdonaría un mal paso pero se sienten incómodos en él porque no le sacan rédito y hacen lo posible por apartarlo del debate inmediato. Nadie va a dar oxígeno a un marianismo asfixiado. Pedro Sánchez, sin acta de diputado, ha rescatado su propio discurso del ‘no-es-no’ para ganar visibilidad y espacio.