La comparecencia de Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, en el pleno extraordinario de la Asamblea regional el 4 de abril de 2018 es el punto central de editoriales y columnas de opinión de la prensa de papel este 5 de abril de 2018. Quien más y quien menos ya empieza a dar por amortizada a la líder madrileña del PP después de no convencer con sus explicaciones sobre el polémico máster en Derecho.
ABC tiene claro que Cifuentes no fue convincente y le abre la puerta de la dimisión en el caso de que no aporte más datos que contribuyan a esclarecer su polémico máster:
La versión de Cifuentes no resultó totalmente convincente porque aún persisten dudas y lagunas sin resolver. El perjuicio que este asunto ocasiona al PP es relevante, sobre todo en un territorio determinante como Madrid. Quien peor lo tiene es el PP. Primero, porque ha empezado a perder confianza en una líder a la que encomendó una regeneración en Madrid, y segundo porque afecta a quien ha pregonado precisamente esos valores como inalienables e inherentes a su partido. Cifuentes debe ser consecuente con ese código moral que asumió. Otros dirigentes del PP, como José Manuel Soria, no renunciaron a sus cargos por corruptos. Lo hicieron por ocultar información relevante a la opinión pública.
Gabriel Albiac, en cierto modo, se compadece de Cifuentes y otros políticos que han ‘engordado’ su currículum a base de inventarse titulaciones o conseguirlas por medios poco ortodoxos:
Que alguien pueda jugarse una carrera política importante por algo tan devaluado como un máster en cualquier cosa, es algo que no me mueve a enfado siquiera. Sólo a una tristeza dulce por la fragilidad mental del que así actúa. Y en tal tipo de pena anida un átomo de ternura hacia ese animal malherido que es siempre el humano en sus instantes de tentación más quebradizos.
Isabel San Sebastián conjuga la tesis de que ha sido el PP, ¿tal vez Soraya por orden de Rajoy? quien ha ayudado a propagar este turbio asunto del máster de Cristina Cifuentes:
Todo el que se cruza en su camino acaba pagando cara la osadía. Porque la información es poder y ella controla mucha. Lo cual me lleva al caso de Cristina Cifuentes, cuyo viacrucis acaba de comenzar y parece destinado a concluir con ella crucificada, abandonada por los suyos y dimitida, previa disolución de la Cámara o no. Esto está todavía por verse. Todos los que llevamos años ejerciendo el periodismo sabemos que la clase de ‘información’ que tiene acorralada a la presidenta madrileña siempre sale de dentro. Cien veces de cada cien es ‘fuego amigo’ disparado con intención de matar políticamente. La pregunta que hay que hacerse es ¿Cui prodest? ¿A quién beneficia? La respuesta es muy sencilla. A quien aspira a eliminar competidores en la carrera por la sucesión.
El País, por supuesto, a tope contra Cifuentes:
La presidenta de Madrid esgrimió ayer en el pleno extraordinario de la Asamblea de Madrid actas y documentos académicos que no disiparon la sospecha fundamental de que fue su influencia política y no su mérito la que le procuró el título. No solo no ha aportado Cifuentes durante estas dos semanas de escándalo su trabajo de fin de máster, sino que dejó entrever que cursó dichos estudios (de 600 horas presenciales) sin aparecer por las aulas universitarias. Y esta es quizá, por el momento, la peor de las implicaciones que conlleva el caso. Cifuentes prometía poner su grano de arena en esa necesaria reconstrucción del respeto a la política, pero de momento solo se ha confundido con el paisaje.
La Razón considera preocupante, más allá del lío político que se ha montado con el máster de Cifuentes, que se entre en un clima de inestabilidad y se dé por amortizado el último año de legislatura antes de las elecciones de 2019:
Es preocupante que los tiras y aflojas de la presidenta y sus interlocutores en la comparecencia parlamentaria no hayan despejado el horizonte político ni hayan disipado la bruma que envuelve a una comunidad esencial. Desde ayer todo apunta a que serán los tribunales y la propia Universidad Rey Juan Carlos los que tendrán que dar las respuestas necesarias que la trifulca política impide. Hasta entonces, Ciudadanos, aparente sostén del gobierno de Cristina Cifuentes, ha tomado este asunto como otro más de su arsenal de desgaste y eso presagia un clima político convulso y nocivo. Se atisba un periodo de inestabilidad política e institucional creciente que será perjudicial para el territorio más dinámico de la nación.
El Mundo advierte que la presidenta de la Comunidad de Madrid ha puesto en manos de la Justicia su propia credibilidad, independientemente de mociones de censura y comisiones de investigación a las que tenga que someterse dentro de la Asamblea:
La ofensiva de la oposición choca con la decisión de Cifuentes de judicializar el caso, poniendo su credibilidad en manos de los tribunales. La presidenta madrileña ha interpuesto varias querellas no sólo para cuestionar la veracidad de algunas informaciones publicadas, sino por entender que algunas de ellas atentan contra su honor. Por lo demás, Cifuentes ha recibido el apoyo cerrado del PP. La defensa de su versión en la Asamblea, y su esperada puesta a disposición de los medios para aclarar las posibles dudas, acalla también a quienes la venían acusando de esconderse, pero no ha despejado todas las dudas. La URJC y la Justicia tienen ahora la palabra.
Javier Redondo, más allá de que las explicaciones de Cifuentes le resultaron insuficientes, considera que este asunto del máster va a servir para que de una vez por todas se ponga el foco en las universidades y ver qué sucede en ellas:
El desafío de Cifuentes -o de quien le suceda- ha de ser poner patas arriba la Universidad y someter a auditoría una por una. Aunque sólo sea para evitar escuchar voces campanudas que se rasgan las vestiduras; sacerdotes paganos y adalides de la moral que se blindan detrás de sus palabras. La Universidad es probablemente la institución que permanece más ajena al escrutinio de la opinión pública: figuras enmarañadas, exenciones discrecionales de docencia, currículos inflados, servidumbres, ayudas, máster llenos de chinos -lo publicó hace unos días El País-, institutos que aparecen y desaparecen… Nadie sabe qué fue del CEPS, aquel centro de estudios que nutrió a la élite de Podemos con patronos diversos.