La matraca catalana, el juicio a los proetarras que agredieron a la Guardia Civil en Alsasua o el máster de Cifuentes copan este 18 de abril de 2018 las tribunas y editoriales de la prensa de papel.
Federico Jiménez Losantos pone, en El Mundo, el acento en el auténtico desastre de gestión que ha hecho el Gobierno con los golpistas catalanes donde, en el súmmum del disparate, ha llegado a cargar las tintas contra el Supremo:
Amén de abofetear al Supremo, revela que a Rajoy le resulta cómodo que Berlín se quede a Puigdemont. Este es un Gobierno en desbandada que mantiene el lío de Cifuentes para tapar su responsabilidad en Cataluña. Y la insostenible postura alemana, que ha diseccionado implacablemente Enrique Gimbernat, le conviene sobre todo a Montoro, que afirmó en el Parlamento ante Rivera que no se había gastado dinero público en el Prusés. Rivera dijo que le tomaba la palabra. Hágalo.
Julián Cabrera, en La Razón, muestra su enfado con los partido constitucionalistas por haber cobardeado a la hora de ponerle cerco a TV3:
No parece antojarse suficiente el control sobre Tv3 de un Parlamento que, además de no condenar la violencia se querella contra otros poderes del Estado. Si se repiten elecciones, PP, PSOE y Cs ya conocen el comportamiento de la «telepuigdemont» y solo ellos serán responsables de otra campaña en la que la televisión de todos los catalanes, siga justificando ante la parroquia independentista la idea de que el golpe es viable o peor aún, legitimo.
El País, en su editorial, exige que Cristina Cifuentes ya no sea la presidenta de Madrid el próximo Día de la Comunidad de Madrid, el 2 de mayo de 2018:
Cifuentes no debe renunciar a su título del máster, o no solo, sino a su cargo. La presidenta que ha tenido que evitar la cena oficial con el presidente de Portugal o con el príncipe saudí no puede representar a la Comunidad de Madrid en su próximo Dos de Mayo. Actúen ya.
El Mundo, en su editorial, se fija en el tema de la renuncia de Cifuentes a ese polémico máster:
Con su obstinada respuesta y las contradicciones y lagunas de su versión, Cifuentes ha sido su peor enemiga, ya que un caso que no debería haber sido relevante puede costarle su carrera e incluso provocar que el Partido Popular pierda una plaza tan importante como Madrid. Porque aunque Cifuentes diga contar con el apoyo de la dirección, y especialmente de Mariano Rajoy, su decisión de no dimitir puede tener consecuencias.
Álvaro Martínez, en ABC, le dice a Cifuentes que a lo único que debió renunciar es a la mentira y pone un ejemplo clarificador:
El primer ministro sueco, Stefan Löfven, es soldador de profesión y nunca ha presumido de titulación alguna más allá del módulo de FP (o como se llamen allí esos estudios) que cursó cuando era un mozalbete. Para mandar en su país no le hizo falta tirar por elevación del soplete y alardear de ser, qué se yo, ingeniero industrial. Como tampoco se le ocurrió inflar su historial profesional adornando con un «máster en comunicaciones» lo que no fue sino el oficio de cartero que también ejerció antes de hacerse sindicalista y político. Para mandar en su país no le hizo falta fabular con saberes que no tenía. Él prefirió renunciar a la mentira.
Pedro García Cuartango se muestra sorprendido por la ‘evolución’ del mundo académico:
Me sorprende mucho que Cifuentes reconozca en su carta al rector que se ha beneficiado de «facilidades» pero que su titulación ha sido obtenida de forma legal tras el pago de sus tasas correspondientes. Yo debo ser bastante ingenuo, porque creía que uno estudiaba para aprender y no para enmarcar un diploma académico en el despacho o para presumir de curriculum.
El editorial de ABC celebra en cierta medida el testimonio de los guardias civiles agredidos en Alsasua y que revela el ambiente que aún se vive en lugares donde el terrorismo y sus terminales camparon a sus anchas:
Las víctimas de Alsasua son víctimas de la «etarrización» de ciertos ambientes de la sociedad vasca, decididos a ejercer de albaceas de ETA. Por eso, los agredidos están rindiendo un nuevo servicio a España declarando todo lo que sufrieron; la Fiscalía y los jueces también cumplen con su labor. Para la derrota histórica de ETA hace falta algo más: renovar la movilización política y social que venció a los pistoleros, porque sus herederos siguen campando a sus anchas, amenazando a nuevas víctimas, homenajeando a viejos asesinos.
Ignacio Camacho tiene claro que lo que pasó en Alsasua ya venía de atrás, con el odio que sembró la anterior alcaldesa bilduetarra:
En el caso de Alsasua llueve sobre una tierra empapada; la anterior alcaldesa, de Bildu, piropeó a la Guardia Civil con un expeditivo «me cago en vuestras putas calaveras». No fue una bronca de borrachos lo que está sometido a juicio en la Audiencia, sino una acometida grupal contra varios agentes de la Benemérita cuya aparición en un bar de la localidad revestía para los batasunos el carácter de una ofensa. Al salir del perímetro acotado del cuartel, el último emblema del Estado, habían transgredido una simbólica frontera. Abandonar Fort Apache constituía una provocación en toda regla.
José María Carrascal se centra en el tema de los ERE fraudulentos en Andalucía y cree que hay un drama mayor al de las ayudas concedidas sin ton ni son:
Con ser grave y triste todo ello, hay algo más triste y grave todavía. Me refiero a que los ERE explican en buena parte por qué Andalucía es la comunidad española que menos ha avanzado bajo la democracia. La subvención es el mayor enemigo de la creación. Si te pagan por no trabajar, no trabajas. Si eres familiar, amigo o, simplemente, correligionario de un capitoste, no te molestas en crear una empresa o hacerla rentable. Chaves y Griñán, no sé si para hacerse un favor a sí mismos o a su tierra, la condenaron a seguir siendo un cortijo de los que detentan el poder, obligando a emigrar a su gente.