Terremoto, tsunami, huracán…, lo que ustedes quieran, pero el diario El País está viviendo auténticos momentos de zozobra con la caída de Juan Luis Cebrián, su presidente y que se ha llevado consigo también al director actual, Antonio Caño, que aún no llevaba cuatro años al frente del rotativo de PRISA.
La película de los hechos hay que remontarla al 25 de abril de 2018 con la Junta de Accionistas de PRISA. Tras la misma se decide la decapitación de Juan Luis Cebrián como presidente de El País.
Sin embargo, el propio diario, lejos de hablar de despido o de que los altos cargos de PRISA le habían cortado la cabeza a Cebrián, prefirió hacer un elogio del histórico periodista y hablaba de abandono del propio Cebrián, como si este, por voluntad propia, hubiese renunciado a su cargo. Es verdad que a Caño le quedaban pocos valedores, pero Cebrián era uno de ellos y su salida forzada le llevó a hacer esta suerte de texto masaje.
De hecho, así comenzaba el artículo al que Antonio Caño dio el visto bueno o que incluso el mismo se encargó de redactar –Juan Luis Cebrián abandona la presidencia de El País-:
Juan Luis Cebrián, fundador y primer director de EL PAÍS, abandonará el próximo 21 de mayo todos sus cargos en PRISA después de 42 años en los que ha ocupado las posiciones más importantes del Grupo, Presidente y Consejero Delegado. Ese mismo día será nombrado Presidente de Honor de EL PAÍS. Superados los momentos más difíciles de la compañía, culmina un proceso de sucesión que él mismo puso en marcha en abril de 2016 y pone fin a sus obligaciones empresariales de los últimos años para dedicar más tiempo a lo que ha sido siempre la pasión de su vida: el periodismo y la escritura. Su salida, sin duda, supone un impacto para esta compañía, en la que Cebrián seguirá siendo siempre un punto de referencia y fuente de inspiración ante los nuevos retos que toque afrontar.
Quizá este texto fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de unos rectores de PRISA que llevaban tiempo quejosos por la línea editorial de El País que, por supuesto, sin llegar a coincidir con los postulados de ABC o La Razón, se acercaba a posiciones más conservadoras, lo que le llevó al mismo tiempo a alejarse de lo que había sido la esencia fundamental desde su fundación, ser un medio guía de las posiciones de la izquierda.
MALOS DATOS
Tal y como cuenta El Español, otro factor que ha motivado el cese de Caño es que cuando este asumió la dirección del diario en 2014 El País tenía una difusión de 259.000 ejemplares y unas ventas de 153.000 copias, según OJD. Cuatro años después estas cifras han caído un 32% y un 36%, respectivamente. En cuanto al apartado digital, el diario registró 20,9 millones de usuarios únicos según Comscore en marzo, lo que le llevó a perder el primer lugar a manos de El Mundo.
UN DIRECTOR TIMORATO
Lo cierto es que Antonio Caño nunca fue un director que fuese a dar grandes titulares. Cómodo en su época de corresponsal en Estados Unidos, lo cierto es que ocupar la dirección de una cabecera puntera, pero siempre comprometida con determinadas causas políticas, le supuso más de un quebradero de cabeza.
Tanto era su miedo a pronunciarse políticamente sobre determinados asuntos que, en un alarde de ‘genialidad’ llegó a soltar en un desayuno informativo que él no estaba para hablar de política –¡Señores, este es el director de El País, Antonio Caño!: «No suelo hablar de política»-.
Aunque también es verdad que Caño no se sentía cómodo con la etiqueta de que El País era un diario de izquierdas –Antonio Caño: «Me incomoda que digan que El País es un periódico de izquierdas»– y tampoco estaba a gusto con un rotativo en el que los titulares llevasen intención opinativa –El País que quiere Antonio Caño titulares sin opinión, más cercanía con la redacción y más presencia en los medios–