A las costas andaluzas, a los puertos de Motril y Tarifa en concreto, han llegado más inmigrantes de los que han desembarcado del Aquarius en Valencia. Exactamente, 1.103 extranjeros, la mayoría magrebíes y subsaharianos, una cifra que prácticamente duplica la de pasajeros del barco de rescate para el que el Gobierno ha desplegado un operativo extraordinario de acogida.
La oleada ha obligado a improvisar operativos especiales no sólo en Tarifa, sino también en Jerez de la Frontera, donde se abrió el polideportivo Kiko Narváez, y en la capital gaditana la escuela náutica.
Pero Cádiz no fue la única provincia andaluza a la que no pararon de arribar pateras este fin de semana. Llegaron además a Granada, sobre todo a Motril, y a Almería siguiendo las rutas de siempre, las que pasan por el mar de Alborán y por el Estrecho de Gibraltar, las más concurridas y en las que se sigue concentrando el grueso de la inmigración con pateras al sur del país.
Todo el exceso que rodeó el recibimiento en Valencia del Aquarius-desde lo ornamental hasta la instrumentalización por parte de algunos políticos como Mónica Oltra– deja una sensación impúdica. La acogida de los más de 600 migrantes ha sido un gesto humanitario excepcional -como subrayó el ministro Borrell-, que ni puede marcar la política migratoria seria y asumible que debe tener España, ni soluciona el grave problema de Europa ante los flujos migratorios.
Como dice el editorial de El Mundo:
De ahí que haya sobrado en este episodio mucha sobreactuación por parte del Ejecutivo de Sánchez al que, para apuntarse un tanto de imagen, se le ha acabado yendo la mano con una cuestión tan sensible.
Se transmite además una falsa sensación a la opinión pública de lo que es el desafío de la inmigración ilegal y de los recursos -más que limitados- con los que cuenta nuestro Estado de derecho y del bienestar para afrontarlo.
Sin ir más lejos, mientras en Valencia se organizaba el gran show mediático, cerca de un millar de personas han sido rescatadas este fin de semana en el Estrecho de Gibraltar, sin luces ni taquígrafos, y casi sin efectivos, que se sienten completamente desbordados.
Ésta, por desgracia, es la realidad cotidiana de la llegada de refugiados; no la del Aquarius.
Carlos Herrera en su editorial de las 7 h en la COPE ha puesto el dedo en la llaga:
«Marruecos es un socio desleal que quiere ver qué puede trincar con este gobierno»
«Este acabará haciendo bueno a Zapatero»