El Partido Popular se acaba de llevar un tortazo de campeonato al descubrirse que, a una semana vista para las elecciones de la militancia, previstas para el 5 de julio de 2018, el censo electoral viene a demostrar que de los más de 800.000 afiliados de los que siempre se ha presumido, ni 70.000 se han interesado por el proceso de primarias.
En tribunas y editoriales de la prensa de papel de este 27 de junio de 2018 se critica duramente que los partidos, en este caso en concreto el PP, hayan apostado siempre por ‘tapar’ un dato esencial como es tener un censo actualizado.
Federico Jiménez Losantos se parte la caja en El Mundo con el censo electoral del PP:
El PP oficial tiene 869.000 afiliados. El PP real tiene 66.384 afiliados dispuestos a elegir al presidente del partido y candidato a la Presidencia del Gobierno. Sólo uno de cada 14 afiliados querría, por tanto, participar en el acto más importante de un partido que aspira a ser votado para dirigir los asuntos nacionales: elegir al que debería convencernos de votar al PP. Dicho de otro modo: 13 de cada 14 afiliados del PP oficial se van a abstener de participar en el acto más importante del PP real. Y no cabe descartar que, en protesta por esa huelga de votos caídos del PP oficial, haya muchos votos en blanco o nulos del PP real, lógicamente indignado. A este paso, el ganador de las primarias lo va a tener que decidir el VAR.
El editorial de El Mundo considera que el PP ha tenido mucha dejadez a la hora de actualizar el censo real:
El dato, demoledor, descorre el velo que ocultaba la atonía de la militancia y revela la profunda brecha abierta entre las bases y la cúpula. Ensimismada en la tarea de gobernar a través de un sistema de verticalidad jerárquica, la dirección del PP en la etapa marianista ha maltratado a una militancia históricamente marginada en los procesos de decisión. He aquí el fruto del desinterés por intentar reactivarla y estimularla. Incluso requisitos como la inscripción previa han tenido un efecto disuasorio en la participación. El ridículo, que amenaza con restar crédito al proceso ante la opinión pública, se habría evitado con la depuración de un censo desactualizado desde tiempos pretéritos.
Lucía Méndez asegura que las primarias han destapado el trampantojo mejor guardado por el PP durante décadas:
Las primarias han sacado los colores al PP. La cifra de inscritos en las primarias interroga a este partido sobre su propia existencia. No sólo es que no sepan cuántos son. Es que ni siquiera saben cómo son sus militantes. De ahí la incertidumbre que atenaza a los equipos de todos los candidatos. Es sorprendente que toda España haya visto al PP en el espejo y, sin embargo, sus dirigentes sigan erre que erre. Somos 800.000 y punto. Si no se han apuntado, ellos sabrán por qué. Sería mucho mejor aceptar la realidad del espejo, por desfavorecida que sea, asumir que el censo está inflado y comprometerse a depurarlo.
Ignacio Camacho, en ABC, considera que el PP no puede permitirse el esperpento de que su nuevo líder salga de entre un ridículo 7% del censo electoral de Génova 13:
El futuro líder saldrá elegido con un déficit de legitimidad manifiesto. Un partido que ha reunido en España mayoría social, y aspira a volver a hacerlo, no puede correr ese riesgo ni permitirse un gatillazo democrático en este momento, cuando el trauma del desalojo del poder lo ha sumido en un intenso bloqueo. Para reanimar a sus desalentados votantes necesita primero medirse a sí mismo en un reto vivo, dinámico, abierto: demostrar a sus sectores de apoyo que no se ha quedado sin reflejos. Las primarias no son un mal método; estimulan la competencia, tonifican el debate interno y abren espacios de protagonismo en la opinión pública y en los medios. Sólo que hay que creer en ellas, tomarlas en serio y no planteárselas como un incordio cargante ni como un trámite molesto. Todavía tienen los populares tiempo, aunque no mucho, de evitar el esperpento.
ABC, por su parte, se fija en que desde la moción de censura, el bloque constitucionalista en el Congreso de los Diputados está poco menos que a por uvas:
La moción de censura ha destruido por completo el «bloque constitucional» de partidos que se conjuraron para poner fin al golpe de Estado protagonizado por Carles Puigdemont. Ciudadanos, partido que ganó los comicios en Cataluña, sigue desaparecido. El PP está tratando de recuperarse con respiración asistida, y el PSOE, con solo 84 escaños, prometiendo al nacionalismo vasco y al separatismo catalán lo que hace solo dos meses rechazaba. El silencio en el sector más constitucionalista del PSOE empieza a ser ominoso, y Josep Borrell, ministro de Asuntos Exteriores de Sánchez, ha modulado demasiado rápido el ejemplar discurso que mantenía contra los golpistas meses atrás. Ceder ante el nacionalismo nunca le salió bien a PP y PSOE.
La Razón denuncia que Pablo Iglesias esté ejerciendo de vicepresidente en la sombra y haciendo y diciendo lo que Sánchez, de momento, no se atreve:
Es sintomático que Podemos esté sólo como observador, equidistante figura que, sin embargo, no le impide tener más información de los planes de Sánchez sobre el plan de acercamiento de los presos etarras que los firmantes del pacto. Es, además de injusto, un grave precedente para una cuestión de Estado. Sánchez eligió Berlín, tras su encuentro con Angela Merkel, sin duda el lugar menos indicado para anunciar su predisposición a tomar una medida tan importante. El segundo tema de Estado -hasta ahora rubricado por un acuerdo entre los entonces llamados partidos constitucionalistas, pacto que los socialistas ya han abandonado- es el desafío independentista en Cataluña. El líder de Podemos, Pablo Iglesias, actuó en su encuentro del pasado martes en Barcelona con el presidente de la Generalitat, Joaquim Torra, como un vicepresidente del Gobierno en la sombra.