El editorial de ABC es bien claro respecto a lo que pretende el golpista Quim Torra con su reunión del 9 de julio de 2018 con Pedro Sánchez y lo que este último está pensando para poder congraciarse con unos y con otros (separatistas y constitucionalistas):
Torra no acude a negociar nada dentro de la ley. Por eso, proporcionarle una herramienta de manipulación en la propia sede de la Presidencia del Gobierno carece de todo sentido. La frase pronunciada ayer por la portavoz del Gobierno -«la legalidad irá por un lado y la política, por otro»- es desoladora y demostrativa de la peligrosa permisividad con que Sánchez está afrontando el conflicto de Cataluña. No puede haber política al margen de la legalidad, menos aún desde un Gobierno que insiste en amparar el delirio separatista y en alimentar su campaña frentista.
Salvador Sostres denuncia el postureo de Pedro Sánchez y como sus dos años en el Gobierno van a ser una constante campaña electoral:
Da la sensación de que el presidente Sánchez se ha tomado estos dos años que a lo sumo le quedan antes de tener que convocar elecciones como una larga y minuciosa campaña electoral. Es legítimo e interesante que todo presidente quiera mantenerse en el cargo y se esfuerce en hacerlo muy bien para merecer la confianza de los ciudadanos. Es ramplón, hortera y se te acaba viendo el plumero recurrir al postureo como único argumento, porque es un insulto a la inteligencia de tus votantes. Y es una clamorosa irresponsabilidad malgastar tu tiempo y tu poder en simulacros en lugar de tratar de resolver los problemas.
Teodoro León Gross, en El País, hace juegos malabares para intentar minimizar el trastazo que se va a dar Pedro Sánchez recibiendo al separatista Torra:
La estrategia de moderación de Sánchez se ha impuesto, al menos por ahora, a la de radicalización de Torra. A cambio, Torra ha ganado la carta de la bilateralidad: será recibido con tratamiento de mandatario ofendido y reclama que Sánchez devuelva, simbólicamente, la visita. Ya es notorio que ni uno ni otro van a lograr sus objetivos. La demanda de Torra es inaceptable para Sánchez; la oferta de Sánchez es inaceptable para Torra. Más vale que acepten resetear. De momento hay que rentabilizar el margen para el diálogo. Claro que el precio para Sánchez es verse arrastrado por los secesionistas. En definitiva, él va a pisar charcos con los zapatos limpios de quien se estrena en el poder, mientras que el terreno embarrado es, para el independentismo, su medio.
Rafa Latorre, en El Mundo, denuncia la provisionalidad en la que se ha convertido el Ejecutivo de Pedro Sánchez:
Desde que llegó a Ferraz la fuerza centrífuga de sus virajes fue arrojando a sanchistas por las ventanas y en cuanto atravesó el umbral de La Moncloa la fuerza centrípeta del poder atrajo inmediatamente a una legión de nuevos sanchistas. Esa depuración dio como origen el neosanchismo, que se hizo notar con un rabioso aplauso tras el nombramiento de cada uno de los ministros. Unas semanas después, retirada la espuma propagandística, cuando ya no queda un cargo por conceder y una vez que se ha demostrado lo malos que son los buenos cuando pueden, el Gobierno emerge con toda su descomunal provisionalidad.
El editorial de El Mundo le sacude un buen palo a Pedro Sánchez y a su política de querer subir impuestos a costa de pagar las facturas de sus socios que le alquilaron La Moncloa:
Sería una grave irresponsabilidad echar por tierra el esfuerzo realizado por todos los españoles para sortear la crisis gracias a la aplicación de las políticas de austeridad y de reducción del gasto público. Pedro Sánchez debe entender que las obligaciones comprometidas por España con nuestros socios comunitarios también le afectan a él, por más que se vea arrastrado a pagar la cara factura contraída con los partidos que le llevaron hasta La Moncloa. No debe olvidar el nuevo presidente del Gobierno que nuestra economía es la única que todavía se encuentra bajo vigilancia de la Comisión Europea y sometida al procedimiento de déficit excesivo.
Manuel Arias Maldonado le recuerda a Sánchez que el separatismo, más allá de filigranas lingüísticas, va a lo que va:
La pedagogía constitucional demanda que el relato independentista encuentre alguna réplica: no vale culpar al Tribunal Constitucional o al PP cuando el independentismo ha dejado por escrito una hoja de ruta. Se alega que esas afirmaciones del presidente son filigranas parlamentarias, pero no deberíamos pasar por alto que decir también es hacer. En este caso, dar carta de naturaleza al agravio imaginario que enarbola el nacionalismo y legitimar la idea de que hablar con este último es hablar con Cataluña. Probemos a decir otras cosas. Y empecemos el próximo lunes.