El Gobierno de Pedro Sánchez está dispuesto a sentarse a hablar con Cataluña y no rechazar un solo plato del envenenado menú previsto, entre ellos los indigestos platos del referéndum de autodeterminación y los político presos, tal y como denuncian este 1 de agosto de 2018 tribunas y editoriales de la prensa de papel.
El editorial de ABC es bien claro al respecto de la sumisión del Gobierno de Pedro Sánchez con el Ejecutivo catalán y le propina un buen meneo a la vicepresidenta, Carmen Calvo:
Los dirigentes separatistas no han dudado en faltar al respeto al Rey, en deslegitimar a la Justicia -y animar así a la persecución callejera de sus representantes, como el juez Llarena-, en reafirmar a Puigdemont como referencia de su estrategia y en anular la democracia parlamentaria en Cataluña con el bloqueo de su Asamblea autonómica. Que, ante esta situación, la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, hable de vuelta a la normalidad no sólo es un insulto a la inteligencia de los españoles, sino una grave dejación de las responsabilidad constitucional que incumbe el Ejecutivo. No ha sido suficiente regalo al separatismo la convocatoria y celebración del encuentro bilateral. Además, el Gobierno de Sánchez ha pasado por el aro de un orden del día en el que, escondidos en florilegios literarios, se va hablar de referendos y presos.
Iñaki Zaragüeta, en La Razón, deja claro a Sánchez que los separatistas no están para juegos de triperos:
Pedro Sánchez dedicándose a demostrar que es el dueño del cortijo. Por primera vez un presidente transmite esa sensación. Helicóptero, Falcon, Bruselas, juego de manos, gafas de sol… ¿De gobernar? Nada: Franco, enfrentamiento entre españoles, atentados constitucionales… Al negociar con los independentistas para echar a Rajoy ¿creyó «prometer todo, y después olvidar lo prometido» o que olvidarían los compromisos? Suena a coña.
Julián Cabrera recuerda a Sánchez que él está en la poltrona de La Moncloa gracias a los votos del partido del prófugo Puigdemont:
Las cosas como son. Vamos para diez meses desde que Carles Puigdemont se convirtiera en prófugo de nuestra justicia y lejos de acabar en el rincón del olvido mediático y político, no solo se mantiene en primera línea de atención, sino que -y tal vez sea esto lo más preocupante- ha incrementado de manera considerable su capacidad de influencia y de presión sobre el bloque independentista y más allá, sobre el propio gobierno de un Pedro Sánchez al que no se para de recordar que está en la Moncloa gracias al apoyo de unos escaños que obedecían las órdenes del ex president fugado.
Raúl Conde, en El Mundo, detalla que a los catalanes les preocupa más que se retire una estelada que el hecho de perder plazas hospitalarias:
Torra antepone la república y la autodeterminación a los problemas reales en la agenda de la resucitada comisión bilateral. La inmundicia del 3% y la liquidación del Estado del bienestar son el subtexto de la farsa interpretada por el independentismo. El resultado es que la mitad de los catalanes muestra más preocupación por las sentencias que obligan a retirar la estelada de las plazas públicas que por el colapso en las urgencias o las listas de espera. Ésta, y no la alarma macroeconómica, es la verdadera factura del procés. Una estafa deletérea.
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