La escritora desvela cómo obtuvo información de primera mano del juicio a la mujer de Urdangaría

Pilar Urbano hace saltar por los aires la Casa Real con una confesión brutal sobre la Infanta Cristina

La periodista cuenta sus encuentros secretos con el juez Castro

Pilar Urbano hace saltar por los aires la Casa Real con una confesión brutal sobre la Infanta Cristina
Pilar Urbano TV

El libro lleva meses rulando, desde finales de 2017, pero es ahora cuando Pilar Urbano cuenta este 4 de agosto de 2018 como consiguió el jugoso material para elaborar ‘La pieza 25‘, la obra en la que se destapa como se movieron todos los hilos para salvar a la infanta Cristina.

Asegura la escritora que:

Aquel de 2016 fue el verano de los juicios en Palma de Mallorca. Asistí a varias sesiones. Era la puesta en escena de los 71.000 folios del Sumario, la biblia del juez Castro. En un receso, oí que me llamaban. Voz acuencada de contralto que me recordó a la de la Reina Sofía. Era la infanta Cristina. Me abrazó. «¡Esto es muy duro, Pilar, muy duro! Pero hay que aguantar». No había mucho que decir. «Alteza, lo siento… por los chavalines. Y le deseo suerte». «Suerte no, ¡justicia!» La miré con perplejidad. ‘Comparece como acusada -pensé-, pero está convencida de su inocencia. Todo lo contrario que el juez Castro’.

Prosigue su relato en ‘La Otra Crónica de El Mundo‘ y cuenta sus encuentros casi clandestinos con el juez Castro:

Mi razón de estar aquel verano en Palma era acuartelarme en casa del juez y hablar con él horas. Yo me alojaba en Porto Pi. Él en la otra punta de la bahía, en el Portixol. Venía a recogerme, entrábamos en su casa por el garaje para evitar la curiosidad de los vecinos. No queríamos que se supiera que yo estaba haciendo un libro sobre el caso Nóos. Dado su alto voltaje político, toda discreción era poca. Así que fue un making of secreto.

Describe cómo eran esas largas charlas:

La estancia diáfana, casi aérea como una balconada de cristal. Al fondo el mar, ajeno y quieto. El juez preparaba un café castigado con un chorrito de ron. Yo disponía mi pupitre: la grabadora, el cuaderno, la pluma, un sinfín de cuestiones. Para un experto en interrogatorios, había que llevar munición. No fueron necesarias las preguntas a quemarropa. Si había accedido era porque -liberado del sub iúdice- quería contarlo todo como verdaderamente fue. Así que ni astucias ni habilidades por mi parte. El puro oficio: preguntar tocando fondo y escuchar. Él se sabía el Sumario al dedillo. Yo llevaba un año estudiándolo. Era fácil seguirlo. Castro narraba bien.

A la hora de comer, preparaba una ensalada, unas lascas de jamón y unos tacos de queso, servía unas cervezas frías y seguíamos hablando sentados a la mesa del comedor. Media mesa. La otra media estaba atestada de dossieres y legajos de casos que él trabajaba de noche a solas.

Y no tiene reparos en contar conversaciones del propio magistrado:

Un día -la grabadora en marcha y el juez armando las aspas de un ventilador blanco de techo-, me dijo: «En esto de Nóos, quieras que no, todo ha pivotado sobre la Infanta. Por ser hija del Rey, ha sido la protagonista de la causa. Y eso, desde que yo decidí imputarla, disparó estrategias para influir en la marcha del caso, intentos de presión, directrices que venían de muy arriba, pactos, trampas… Mira, hay mucho más detrás que lo que puede leerse en el sumario».

El propio juez le dice que la periodista averigüe dónde está la hoja de ruta para salvarle la cara a la Infanta:

Tanteé si estaría dispuesto a contarme lo que sabía. «Es que, a partir de cierto punto hay operaciones oscuras, hechos que desconozco. Yo uno algunas piezas, como estas del ventilador, deduzco…

Sé que hubo una hoja de ruta para librar a la Infanta, pero no he visto ese escrito. Tendrías que averiguarlo tú».

Y remacha con mucho autobombo.

Desde aquel día, empecé mi indagación paralela: los hechos urdidos en altas instancias y a espaldas del juez. Moví mi agenda de contactos. Citas en Barcelona, Madrid, San Cugat, Ginebra… Recalé varias veces en Palma. Una investigación apasionante. Un verano distinto. De regreso, al retirar mi maleta roja en la cinta rodante del aeropuerto, yo sabía que ahí no llevaba sólo el material del libro La pieza 25, ni sólo el puzle, dinamita pura, de un complot de Estado para salvar a la Infanta; llevaba la experiencia de haber conocido a un hombre sin miedos ni precio, honesto hasta la médula, ley y conciencia. Exactamente, un juez.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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