La reunión entre Pablo Iglesias, líder de Podemos, y el cabecilla de las revueltas separatistas en Cataluña, Oriol Junqueras, en la cárcel de Lledoners concita este 20 de octubre de 2018 la atención de tribunas y editoriales de la prensa de papel. Y lo mejor de todo es que hay quien le carga el mochuelo de ese encuentro a… ¡Albert Rivera!
El editorial de ABC llama mentiroso al Gobierno de Sánchez por intentar vender que nada tiene que ver con la reunión que Iglesias mantuvo en la cárcel con el golpista Junqueras:
El Gobierno no puede pretender que la opinión pública secunde obedientemente sus mentiras. Pablo Iglesias negoció ayer con Oriol Junqueras los votos de ERC a los Presupuestos Generales del Estado con el beneplácito de Pedro Sánchez. Cualquier otra interpretación sería absurda y demostraría no conocer la experiencia que acumula este gabinete en faltar a la verdad. Sánchez maltrató a la opinión pública cuando afirmó en Bruselas que «en nombre del Gobierno sólo negocia el Gobierno», porque lo cierto es que Pablo Iglesias está funcionando como un testaferro del Ejecutivo para el trabajo sucio de entrar en una prisión y sentarse a negociar con un golpista. La falta de respeto a la inteligencia de los ciudadanos es una constante en la propaganda de este Gobierno desde que tomó posesión y negar lo evidente -que Iglesias acudió ayer a la cárcel de Lledoners con la bendición de Sánchez- sólo aumenta el perfil falsario de la comunicación gubernamental.
Salvador Sostres responsabiliza a Albert Rivera del esperpento vivido en la cárcel de Lledoners. Como siempre, este columnista yendo a la contra:
Todo esto empezó con Ciudadanos, cuando Albert Rivera estaba seguro de que si derrocaba al presidente Rajoy habría elecciones y las ganaría. Sobre todo en estos tiempos de populismo totalitario, la derecha tiene un plus de responsabilidad y no puede caer en frivolidades que acaben con el asalto al poder de la peor izquierda. La reunión de ayer en La Catedral no puede entenderse sin la tonta torpeza de Albert Rivera, que creyéndose más listo que los demás, acabó burlado por Iván Redondo y Pedro Sánchez, y en su terrible irresponsabilidad, nos condenó a tener que pasar esta infinita vergüenza.
Luis Ventoso se fija en la habitual rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros y asegura que cada vez se parecen más a unos mítines de partido:
Celaá convirtió la rueda de prensa del consejo de ministros en un mitin, algo insólito. Flageló a PP y Ciudadanos, a los que llamó desleales y exigió que no critiquen a Sánchez. Ramalazos autoritarios, que reflejan una forma de ver el mundo: quien no comparte el izquierdismo obligatorio es un mal ciudadano, ergo criticar a Sánchez, epítome del progresismo, es de políticos viles. Mientras la ministra regañaba a los partidos constitucionalistas, el comunista antisistema Iglesias viajaba a la cárcel para apañarle los presupuestos a su socio Sánchez en una inadmisible cumbre con los golpistas xenófobos presos. De eso, Celaá, ni una queja.
Ignacio Camacho tiene claro que Sánchez paga su estancia en La Moncloa liberando a los golpistas o tendrá que ir haciendo las maletas:
La idea de que este Gobierno es para los independentistas un mal menor necesario no va a colar -y ayer lo demostró Junqueras- si no ofrece nada a cambio. ERC quiere prendas visibles, no promesas a medio plazo, para quebrar sus acuerdos con el iluminado de Waterloo. Y en materia de gestos de benevolencia penal, el Ejecutivo dispone de un margen bastante limitado. De la performance carcelaria de Lledoners sale una conclusión evidente: los dos interlocutores tienen la llave de este mandato, y tal vez del siguiente, en sus manos. Sánchez ya sabe el precio de su permanencia en el cargo y sólo él puede decidir si está dispuesto a pagarlo.
El País, en su línea, ahora reclama que los golpistas sean liberados de esa prisión preventiva hasta la celebración del juicio:
De los tres requisitos necesarios para legitimar una prisión preventiva, hay dos que parece que ya no concurren: el riesgo de destrucción de pruebas (obsoleto con el paso del tiempo) y el de reincidencia en el delito (al no ocupar los justiciables sus anteriores responsabilidades). Tan solo podría contemplarse el peligro de fuga en caso de que los procesados fuesen liberados. No es un riesgo teóricamente menor para asegurar el buen fin del proceso. Pero es mayor en función de la apariencia: en cuanto que la huida de algunos dirigentes afianza la percepción de que el resto podría seguir su camino. Pero apariencia y realidad no siempre caminan juntas. Varios de los hoy encarcelados fueron en su momento puestos en libertad. Descartaron drásticamente utilizar esa ventaja para convertirse en prófugos. Y acudieron a declarar cuantas veces fueron llamados a ello, aun a sabiendas de la probabilidad de ser sometidos a procesamiento por delitos muy graves, y gravemente penados. Por ello, teniendo en cuenta que cada una de las conductas y situaciones individuales no son idénticas, que ha transcurrido ya largo tiempo de prisión preventiva y que falta poco tiempo para la apertura del juicio oral, no resultaría contraindicado que el alto tribunal reexaminase la oportunidad de revisar las resoluciones de prisión preventiva.
Para López Schlichting, en La Razón, todo este espectáculo de la reunión del líder de Podemos con el separatista Junqueras responde a una cuestión de ego del presidente Sánchez:
¿Qué puede ofrecer Pablo Iglesias a Junqueras a cambio de que apoye los presupuestos y, por ende, continúe sosteniendo al Ejecutivo? Nada significativo en las cuentas, que ya han sido firmadas por Podemos y PSOE. Tampoco una decisión de los jueces, que no le compete. Política, eso le ha ofrecido. Justo lo que pide Esquerra. El relato de un camino común hacia una España republicana federal con espacio para diversas naciones. ¿Qué pinta Pedro Sánchez en todo esto? Ésa es la pregunta clave para España y a la que nadie puede contestar. Ni los de su partido, ni sus adversarios ni, si me apuran, su psicólogo. Porque el único que sabe de su grado de ambición es él.
El Mundo tiene claro que a Sánchez le viene de lujo que Iglesias le haga el trabajo sucio:
El líder de Podemos es el instrumento perfecto para el trabajo sucio, el emisario no reconocido de un Gobierno que no puede mendigar votos en la cárcel al separatismo preso sin manchar su fachada institucional. Pero el propio Sánchez le agradeció su activismo; que le negara después la facultad de hablar en nombre del Gobierno parece un intento de guardar las apariencias. A lo que estamos asistiendo no es solo a una operación para atraer el voto de ERC a los Presupuestos -que ERC lo niegue es parte de la mascarada-, sino a la preparación de una coalición poselectoral que le asegure a Sánchez cuatro años más en Moncloa al precio quizá de indultos vergonzantes a los golpistas. No hará falta subrayar el nivel de degradación institucional y de riesgo territorial que semejante indignidad provocaría.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72