El Ejecutivo de Pedro Sánchez es capaz de desdecirse a sí mismo con tal de contentar a unos y a otros. De querar blanquear a los golpistas, ahora intenta hacer gestos para hacer ver que va contra ellos, pero sus triquiñuelas de tahur quedan al descubierto. Este 27 de octubre de 2018 las tribunas de la prensa de papel denuncian ese doble juego del Gobierno sanchista.
El editorial de ABC aplaude el gesto del Gobierno de Sánchez de recurrir la iniciativa de los separatistas catalanes de reprobar al Rey, pero al mismo tiempo recuerda que en cuanto pueda, le mete la estocada:
El Gobierno de Pedro Sánchez acertó ayer al mantener su intención de impugnar ante el Tribunal Constitucional la iniciativa aprobada días atrás en el Parlamento de Cataluña para reprobar a Su Majestad el Rey y plantear el fin de la monarquía en España. Es cierto que el Gobierno acudirá al TC pese a un dictamen del Consejo de Estado que lo desaconseja y pese a que, a priori, el recurso tendrá muy escaso recorrido jurídico. Lamentablemente no va a ser el primer paso de una rectificación en la estrategia de Sánchez sobre Cataluña. Ojalá lo fuese. Esta semana, el PSOE apoyó en el Congreso una iniciativa para la despenalización de las injurias al Rey de la mano de Podemos. El PSOE ofrece una de cal y otra de arena, sin renunciar a una política de «gestos» hacia el separatismo, que incluye una burda presión al Supremo para que no se juzgue a los golpistas por rebelión.
Luis Ventoso critica que Sánchez esté jugando a dos barajas, que se apoye en los separatistas, pero luego, por intereses electorales, recurra la reprobación del Rey:
Si en España no hubiésemos abolido la lógica, Sánchez se enfrentaría ahora a un elemental problema de congruencia. Si como presidente de España se ha visto forzado a llevar ante el TC a los independentistas catalanes, la consecuencia política inmediata es que tendría que romper con ellos, pues resulta delirante que se mantenga en La Moncloa con el apoyo de aquellos a los que él mismo ha denunciado como enemigos del jefe del Estado. Pero no romperá, porque la gran misión de este Gobierno es que el presidente no votado preserve su poltrona, por eso su gobernanza discurre como una permanente precampaña electoral: viajes, fotitos y vídeos sufragados con nuestros impuestos.
Ignacio Camacho critica que Sánchez blanquee a los golpistas:
Hemos llegado así al más triste de los aniversarios. Ni siquiera los separatistas se atreven a celebrarlo, presos de la mala conciencia de no haber defendido su propio órdago revolucionario. Pero lo que no resultaba imaginable hace un año era que el Gobierno de España los ayudase a blanquear la sublevación atenuando la gravedad del relato. Que malversara su propia autoridad democrática, que se aviniese a escatimar la importancia de un golpe contra el Estado para permanecer en el poder por otro rato.
La Razón le recuerda a Sánchez que el intento de los golpistas no puede quedar impune:
En La Moncloa se ha pasado del Ejecutivo del 155 a otro que no comparte la prisión provisional de los políticos presos ni la acusación de rebelión -como si fuera parte en el proceso-, alimenta una dinámica de presión e injerencia sobre los magistrados del Tribunal Supremo y se muestra pasivo y complaciente cuando no dócil con todos los improperios y despropósitos que parten de la administración independentista. Afortunadamente, hay un juicio oral ya abierto y un tribunal de jueces de la máxima competencia y experiencia que garantiza un proceso ejemplar que depurará las conductas de aquellas jornadas de septiembre y octubre. Conviene no olvidar que entonces se atacó desde las instituciones catalanas al Estado de Derecho en su conjunto con desobediencia expresa de la Ley y con manifiesta deslealtad hacia el ordenamiento del que emanaba su autoridad y legitimidad y hacia los ciudadanos de Cataluña y del resto de España. Ese ataque sin precedentes a la democracia, que simbolizó la DUI, no puede quedar impune.
El editorial de El Mundo apalea al Gobierno por decir una cosa y la contraria respecto a los golpistas catalanes:
Ayer tocaba negarlo todo. Dos días después de que el propio presidente del Gobierno en el Congreso apelara a una propuesta de Federico Trillo para restringir la calificación del delito de rebelión a los golpes militares propios del pasado, la portavoz Celaá adoptó la pose institucional que otros viernes le falta para incurrir en una grosera mentira: «El Gobierno no habla del Poder Judicial ni pretende orientarle». Y despachó como mera libertad opinativa el obvio ejercicio de presión de Pedro Sánchez desde la tribuna, gesto con el que espera consolidar la alianza con los separatistas de la que dependen no solo sus Presupuestos sino la duración de esta legislatura y la posibilidad de revalidar el puesto en la siguiente. Resulta entre bochornoso e indignante el cinismo con que el Gobierno niega las presiones sobre el Tribunal Supremo que todo el mundo ha visto. Este juego de calculada intermitencia por puro interés de poder constituye una vergüenza política y una irresponsabilidad institucional. Porque no solo se destruye la credibilidad de Sánchez ante los españoles, sino que además se daña la imagen de nuestra democracia ante la a menudo confundida opinión internacional.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72


