La localidad de la vicepresidenta del Gobierno conmemora ocho décadas de uno de los episodios más negros de la Guerra Civil

Rosa María Mateo, ¿veremos en TVE una pieza sobre el 80 aniversario del bombardeo republicano en Cabra?

Luis Ventoso: "Si a los vecinos de Cabra los hubiesen matado aviones nacionales, habría serie de novelas por entregas de Almudena Grandes relatando la masacre de Cabra y película-denuncia de León de Aranoa en Cannes"

Rosa María Mateo, ¿veremos en TVE una pieza sobre el 80 aniversario del bombardeo republicano en Cabra?
Rosa María Mateo y los bombardeos en Cabra. PD

Lo cuenta a la perfección Luis Ventoso en una soberbia tribuna en el diario ABC este 7 de noviembre de 2018 con motivo del 80 aniversario de uno de los episodios más trágicos de la Guerra Civil y que la izquierda ha sabido esconder hábilmente. Ya se sabe, la selectiva memoria (o desmemoria) histórica.

Expone Ventoso que:

El 7 de noviembre de 1938, hace hoy 80 años, era día de mercado en Cabra, población rural cordobesa de 20.000 habitantes. España enfilaba la fase final de una crudelísima Guerra Civil, con la República débil y con pronóstico de derrota. En Cabra, lejos del frente, la vida discurría con cierta normalidad. A las siete de la mañana los jornaleros se afanaban para salir al campo y los mercaderes para acudir a la plaza de abastos. A las 7 y 27 minutos tres aviones republicanos Tugolev SB-2, traídos de Rusia, se ensañaron con el pueblo durante cinco minutos. Los llamados ‘Katiuskas’ arrojaron seis toneladas de bombas, que alcanzaron la escuela, por fortuna aún vacía, y el mercado, donde mataron a 36 personas. El ataque fue militarmente absurdo, una inútil maniobra de distracción de los estrategas republicanos, que en nada cambió el curso de la guerra. En total causaría 109 muertos, 73 en el acto. Todos eran civiles ajenos a las cuitas bélicas, incluidos 12 niños.

Recuerda el articulista del diario de Vocento que:

Cabra fue un acto de ensañamiento malvado y sanguinario, como el de Guernica, población destrozada por las bombas nazis e italianas y donde según los últimos estudios murieron entre 250 y 300 vecinos (no los 1.600 de los que siempre se hablaba). La Guerra Civil resultó un compendio de barbaridades por parte de ambos bandos (también con numerosos actos de heroísmo y bondad espontánea, pues siempre hay personas con la conciencia en su sitio). La Transición no fue más que un acertado intento de pasar página, darse la mano y construir un país libre, estable y próspero.

Ventoso resalta un dato importante, que Cabra es la localidad en la que nació la que es actualmente vicepresidenta del Gobierno:

Hoy se cumplen 80 años del bombardeo de Cabra, pueblo natal de Carmen Calvo, cuya misión central como vicepresidenta es desenterrar a Franco. Si a los vecinos de Cabra los hubiesen matado aviones nacionales, en España habría pasado más o menos esto: serie de novelas por entregas de Almudena Grandes relatando la masacre de Cabra; película-denuncia de León de Aranoa en Cannes; mural de Barceló; un documental con la voz en off de Bardem; concierto homenaje en el Teatro Real; y hoy, en la plaza de abastos bombardeada hace 80 años, visita de Sánchez, Carmen Calvo, Grande-Marlaska y Lola Delgado, muy meditabundos antes de anunciar un retoque a la Ley de Memoria Histórica para que vergüenzas así sean por siempre denunciadas. Por último, Informe Semanal ofrecería un reportaje por orden directa de Rosa María Mateo, titulado ‘Matanza franquista en Cabra’, mientras que la televisión al rojo vivo emitiría un especial del Follonero desde el campanario del pueblo evocando el vuelo de los «aviones asesinos».

Y remacha asegurando que nadie, salvo excepciones, se acordará de lo acontecido en Cabra:

Pero no habrá recuerdo del Gobierno para Cabra. Tampoco nuestros artistas e intelectuales recordarán a los civiles masacrados. Y es que como ya explicó la extraordinaria Isabel Celaá, existen bombas buenas y bombas malas. Y también una historia real y otra oficial, la única permitida y que pronto proscribirá por decreto contar ciertos hechos, so pena de multa y escarnio público. Me repugnan Franco y el franquismo. Pero también que en el año 18 del siglo XXI quieran lavarnos el cerebro y censurarnos desde un Gobierno mediocre, sectario, maniqueo y no elegido en las urnas.

Y no menos elocuente y magistral es el texto de Inocencio Arias en ABC sobre este episodio que a la izquierda le interesa ocultar convenientemente y que por su interés reproducimos para nuestros lectores:

La controvertida memoria histórica no puede ser selectiva. Menos en la Guerra Civil. Si encontramos malísimo al bando de Franco, parece equitativo mencionar, esporádicamente, para no significarte, que los otros, los del bando republicano, también hicieron sus cositas. Alguna, un buen puñado, atroz.

No recalcaré el asesinato de unos 8.000 sacerdotes durante la contienda. Aunque en el reinado del doctor Sánchez no sea políticamente correcto mencionarlo, ocurrió. Traigo a colación un bombardeo inexplicable y canalla que tuvo lugar hace ochenta años sobre Cabra y del que misteriosamente nunca se habla. Esto no se da en la asignatura de Memoria Histórica, y si el alumno lo menciona habrá mohines de reprobación de los nuevos catedráticos.

Recuerda Arias lo sucedido en la localidad egabrense:

En la mañana del 7 de noviembre de 1938, tres bombarderos Tupolev SB-2 y Katiuska procedentes de una base republicana en Murcia descargaban su mortífera carga en la plaza Vieja y el mercado de abastos de Cabra. Había bastante gente y los efectos fueron espantosos. El doctor Leña, del hospital local, manifestaría: «Perdieron la vida 112 personas y el hospital acogió a más de 400 heridos, de los cuales 50 eran de extrema gravedad».

La guerra entraba en sus últimas boqueadas, lo que hace más grave e irresponsable el bombardeo. Aunque corresponsales tendenciosos como Hemingway, reacio siempre a informar de cualquier desmán del lado republicano -lo que le costó una pelea irreparable con Dos Passos- afirmase poco antes, en una conferencia en Nueva York, que Franco, con pocos efectivos, chocaba con los extranjeros que le apoyaban, mientras que los republicanos estaban bien organizados y tenían bastantes posibilidades de ganar; observadores más imparciales sabían que el fin de la contienda se aproximaba y que los vencedores serían los insurgentes.

Detalla que:

La segunda razón más poderosa que muestra la futilidad criminal de la acción de Cabra es que, como cuenta Antonio M. Arrabal en «El Guernica de la Subbética», «el interés militar de Cabra en noviembre del 38 era nulo». No era nudo de comunicaciones, no había tropas, los soldados italianos habían abandonado la ciudad un año antes y todo ello era conocido por el mando republicano. En los días anteriores, tres aviones rusos Natacha habían efectuado un reconocimiento aéreo de la ciudad.

No es fácil explicar las motivaciones de Cabra, que Arrabal sitúa en el contexto estratégico de la batalla del Ebro. Los republicanos buscarían una retirada con pocas pérdidas e intentaban que los nacionales distrajeran aviones. Más curioso aún es el silencio sobre el bombardeo, sobre todo si lo comparamos -me excuso de nuevo- con el realizado por los insurgentes franquistas contra Guernica. Hugh Thomas, quizá la máxima autoridad sobre el conflicto, no hace referencia a Cabra en su voluminosa obra, y trata detalladamente de Guernica. Escribe que Franco se puso furioso con los alemanes cuando conoció las consecuencias del ataque y que Guernica «era un blanco militar al ser un centro de comunicaciones, muy cercano al frente». Abunda en ello Phillip Knightley («The first casualty»): «Fue bombardeado por razones militares tácticas», aunque siga siendo motivo de discusión el valor estratégico de la sufrida ciudad vasca.

Resalta la diferencia de trato entre Cabra y Guernica:

De Cabra, no hay duda. No tenía el menor valor. Guernica (126 muertos, según Salas; 200, según Vicente Talón; varios centenares, según otros) padeció también un ataque artero: era día de mercado, muy letal. Ha obtenido, gracias al cuadro de Picasso, pero no solo, una amplísima cobertura. Sobre la ciudad cordobesa, el silencio. Parece que los malos aquí eran menos malos o tenían cabalísticas razones para dañar una ciudad en zona fascista.

Es el péndulo español. Me crié oyendo que los «rojos» eran unos desalmados. En el pueblo al que fui a vivir habían dado «el paseo» a 80 personas, entre ellas dos tíos de Bruno, mi amigo de infancia. Su crimen: ser de derechas y además creyentes. El abuelo de otro amigo había sido echado al mar en Cartagena, maniatado a otra persona junto con decenas de otros… Horrible, pero cuando tenías uso de razón vislumbrabas que hubo rojos canallas, pero que había muchos más decentes.

Y denuncia que:

Ahora estamos en lo contrario. Los franquistas eran invariablemente crueles, sanguinarios. Muchas películas y novelas lo atestiguan. Moscardó era un cabrón y Largo Caballero, respetable (¿pero no estuvieron los dos en sendos golpes de estado?). Cualquier franquista de los cuarenta era un impresentable, mientras que Companys (¿no fue un golpista que, además, enviaría a decenas de personas sumariamente a la ejecución?), alguien venerado. Tampoco es asumible.

Una sugerencia. Si conmemoramos con fanfarria los fusilamientos de Paterna, hagamos lo propio con los ahogamientos de Cartagena o con Paracuellos. También con autoridades y discursos. Vayamos todos con boato en su día a las ciudades bombardeadas. Y describamos minuciosamente las atrocidades de todos los casos. Adorando la memoria histórica total seremos más equitativos, pero también más gilipollas, porque estaremos abriendo de nuevo heridas. De las dos Españas.

Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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