Pedro Sánchez es, por deméritos propios, el protagonista indiscutible este 6 de febrero de 2019 de las tribunas y editoriales de la prensa de papel que aquí les traemos sin mediación alguna o sin necesidad de un relator ‘neutral’, que es lo que le gusta al Ejecutivo de ‘Falconetti’, que diría Federico Jiménez Losantos.
Bieito Rubido, en ABC, considera que al presidente Sánchez le importa más bien poco la idea de España al aceptar una condición como la de un ‘relator’:
Comienza su diálogo habiéndolo ya perdido. No sólo por consentir un intermediario no pertinente en las conversaciones de un presidente del Gobierno con el representante del Estado en un territorio, sino también por nombrar tal engendro con la palabra ‘relator’, como si estuviésemos hablando de la descolonización de un país del tercer mundo. Decididamente, a Sánchez le importa un bledo España.
El editorial de ABC sigue por la misma línea y reclama ya elecciones urgentes:
El anuncio hecho por el Gobierno de que va a admitir la inclusión de la figura de un ‘relator’, a modo de notario o mediador en las conversaciones que mantenga con el separatismo catalán, es mucho más que una cesión de Pedro Sánchez al independentismo. Es un insulto a la inteligencia de todos los españoles y una dejación de sus funciones como presidente del Gobierno que exige elecciones con urgencia. Incluir esa figura hace presuponer la existencia de un conflicto a nivel internacional entre dos entes o Estados de un mismo rango jurídico, cosa que en el caso de Cataluña y España no se produce en absoluto. Sánchez incurre en una superación de facto de la Constitución con el único objetivo de garantizarse el apoyo del separatismo a su proyecto de Presupuestos del Estado, lo cual no deja de ser un humillante ejercicio de supervivencia y de aferramiento al poder.
Luis Ventoso habla de posible delito por parte de Sánchez si finalmente opta por la figura del relator:
En una nueva rendición para que los separatistas le validen sus presupuestos y seguir en La Moncloa, ha aceptado la exigencia de Torra de que haya mediadores -‘relatores’- en sus conversaciones con la Generalitat. Como si España fuese una república tercermundista envuelta en una guerra civil, o un territorio en proceso de descolonización. ¿Puede un presidente de España abrir una negociación con observadores con el Gobierno de una comunidad autónoma que demanda la ‘autodeterminación’, una figura que no contempla nuestra Constitución? ¿No está Sánchez violando de manera flagrante sus obligaciones constitucionales, de las cuales la primera es proteger la integridad y unidad de la nación? ¿Puede el Estado abrir una mesa bilateral con una comunidad autónoma, cuyo poder deriva del propio Estado? ¿No supone eso un absurdo constitucional, algo así como el Estado negociando consigo mismo? En su afán ególatra por aferrarse al cargo, Sánchez ha ido demasiado lejos. Si pasa de las palabras a los hechos y finalmente abre esa mesa podría incurrir en un delito.
Ignacio Camacho considera que Sánchez ha perdido todo contacto con la realidad:
La última ocurrencia, la de aceptar la figura de un mediador con la Generalitat, mal disfrazado de coordinador de una Mesa de Partidos, revela una profunda pérdida del sentido. Es la clase de guiño simbólico que hace feliz a los nacionalistas porque otorga legitimidad bilateral a su teoría del ‘conflicto’. Para hablar con los dirigentes de una autonomía, el Gobierno de España no necesita de relatores terceristas ni de testigos. Se trata de la enésima humillación del Ejecutivo, para colmo aceptada el mismo día en que Torra lo chuleaba por escrito filtrando el abracadabrante pliego de exigencias que ninguna autoridad digna de esa condición habría dado jamás por recibido. Lo sorprendente es que en su obcecación, Sánchez no advierta el peligro; no ya el del sometimiento del Estado a las exigencias de sus enemigos, sino el del coste electoral que esa actitud entreguista supone para sí mismo. Parece haber extraviado la noción de la realidad, tan ebrio de autocomplacencia en su aventurerismo que ha decidido publicar su peripecia personal en un libro.
El editorial de El Mundo estalla ante la enésima humillación a la que Sánchez somete al Estado y a todos los españoles:
La llamada «internacionalización del conflicto» es una vieja fantasía batasuna. Aceptar que existe una querella histórica entre dos realidades diferenciadas en pie de igualdad es peor que asumir el marco mental del nacionalismo: supone que el Gobierno degrada nuestra democracia a una suerte de régimen neocolonial que requiere de un supervisor neutral para resarcir al oprimido. Este es el relato infame que la propaganda independentista desglosó en 21 puntos entregados a Sánchez en Pedralbes, incluidas la «desfranquización» de España y la mediación internacional. Que el Gobierno se ponga a buscar un «relator» -importando el lenguaje bélico de la ONU- para una mesa de negociación sobre autodeterminación que satisfaga los delirios del fugado Puigdemont y el reo Junqueras es una afrenta que ciertamente merecería la escritura de un manual de resistencia a toda noción de responsabilidad de Estado. Solo falta que el relator sea un extranjero con ínfulas de pacificador al estilo de la conferencia de Ayete. ¿Qué más está dispuesto a hacer Sánchez para contentar a los desleales? ¿Hasta cuándo piensa seguir humillándose y humillándonos?
El diario La Razón lo dice bien claro, lo único que le queda por hacer a Sánchez es convocar elecciones:
La última condición de los partidos independentistas para aprobar los Presupuestos es que se nombre a un «relator» que certifique el diálogo que mantienen con el Gobierno sobre Cataluña dentro de la llamada «mesa de partidos». Lo ideal para los secesionistas era que dicho mediador hubiese sido internacional -designado por la ONU, a ser posible- para escenificar el conflicto entre dos naciones soberanas que tienen un litigio territorial, pero al Gobierno le ha parecido suficiente con un intermediario nacional y «neutral», aunque desarrolle la misma función sonrojante para cualquier país democrático. No hay ningún gobierno de nuestro entorno que se rija por el régimen parlamentario liberal que para negociar sus presupuestos ponga encima de la mesa nombrar un mediador para los sucesivos encuentros políticos con sus aliados. Este hecho, por más disparatado que parezca, da la medida de la extrema debilidad de Pedro Sánchez, su supeditación a los independentistas y sus ilimitados recursos más allá de lo éticamente exigible a cualquier gobernante para incumplir su principal compromiso: convocar elecciones.
Pedro Narváez critica a Sánchez por cambiar el nombre a lo que no deja de ser un negociador, por mucho que Carmen Calvo, la de Cabra, le llame relator:
Los mediadores de ETA tuvieron escaso éxito, si acaso nos libraron de algunos muertos de más sobre la mesa donde se servía el desayuno con las condiciones en frío, como si no fueran suficientemente gélidas las maneras de asesinar. Calvo lo llama un «relator», un juglar que levante acta de las coplas que allí se canten. La vicepresidenta, tan lista, es única para admitir pulpo como animal de compañía. Se cambia «negociador» por «relator» y ya transforma el sentido de la razón de ser del sujeto. A la muerte la llamaría tránsito. Si quiere convocar a los partidos políticos, primer error, ¿es necesario alguien ajeno para que informe a los ponentes de que lo que allí se pide esta fuera de la Constitución?, segundo error. Si fueran al programa ‘Ahora caigo’ estarían ya todos dentro del agujero.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72