Pedro Sánchez y su fracaso presupuestario que, probablemente, dé con sus huesos en una próxima e inminente convocatoria electoral, tal vez abril o mayo de 2019, es el protagonista indudable de editoriales y tribunas de la prensa de papel de este 14 de febrero de 2019.
El editorial de ABC apuesta por una rápida convocatoria de elecciones generales, sobre todo pensando en que si el PSOE se la pega en las autonómicas y municipales del 26 de mayo de 2019 igual Sánchez no puede ser el candidato en unos comicios en otoño:
El propio Gobierno sostiene que anunciará mañana la fecha de disolución de las Cortes y la convocatoria a las urnas. En su propio entorno son conscientes de que no debe seguir más. Y no por falta de voluntad, sino porque sería una afrenta política a los españoles. Unas hipotéticas elecciones a finales de abril tienen sus pros y sus contras para Sánchez. A favor tiene la descomposición de Podemos, y su estrategia para denunciar que Rivera ha inclinado a Cs hacia la derecha fotografiándose junto a Vox. En contra, la sensación de que PP, Cs y Vox sumarían una mayoría suficiente para una investidura, sus mentiras sobre Cataluña y la negativa de los barones socialistas a celebrar generales en mayo para no ver contaminadas sus candidaturas en autonomías y ayuntamientos. Pero hay un factor relevante a tener en cuenta: si hay elecciones en abril o mayo, Sánchez se asegura ser el candidato del PSOE. Si fuesen en otoño, un hipotético trastazo en las autonómicas no le garantizaría seguir siendo secretario general y candidato, porque la convulsión sería absoluta.
Álvaro Martínez hace una radiografía de la cara que se le quedó a Sánchez cuando conoció el resultado sobre la aceptación o no de sus Presupuestos para 2019 y lo que ello conllevaba:
Mudo y con una de esas caras que suelen verse a la puerta de un tanatorio, Sánchez salió ayer a la carrera del Congreso tras el enorme fracaso de ver cómo le tumbaban a la primera su proyecto de Presupuestos, las cuentas que deberían prorrogarle un año y pico el alquiler de La Moncloa y garantizarle otro montón de viajes en el Falcon. Como quien aparta las moscas latosas en un día de verano, sorteaba como podía por los pasillos un enjambre de micrófonos que le preguntaban por la inminencia o no de las elecciones. Ni una palabra. Se montó en el coche oficial y se fue.
Espléndida tribuna de Luis Ventoso en ABC sobre Sánchez y lo que ha conseguido en ocho meses, pero hace también una advertencia:
La legislatura, que ya era un zombi que se arrastraba, se convirtió ayer en una momia disecada. Un Gobierno incapaz de aprobar sus presupuestos carece de razón de ser. ¿Logros concretos del Gobierno? Solo uno, pero importantísimo: colmar el ego de Sánchez. Las urnas, si llegan, no serán cariñosas con esta enorme impostura. Aunque ojo: Sánchez se beneficiará del hundimiento de Podemos y de las mermas del PP a manos de Vox. Si no se prima el voto útil podemos despertarnos con más Sánchez.
Isabel San Sebastián le recuerda a Sánchez que de haber cumplido su promesa de haber ido a elecciones, tal vez hoy sería presidente con todas las de la ley y sin tener que estar hipotecado por quienes pretenden romper España:
De haber cumplido su palabra de convocar elecciones al poco de acceder a La Moncloa, es probable que las hubiese ganado, aprovechando el tirón de esa victoria inesperada. Prefirió unir su suerte a la de un Podemos en plena descomposición y unos nacionalistas echados al monte de la ruptura, a quienes sabe Dios qué promesas hizo creyendo poder engañarlos. Hoy es probable que Sánchez se acuerde del escorpión y la rana mientras decide la fecha de su cita ineludible con las urnas.
Ignacio Camacho hace un repaso de los logros del Gobierno de Sánchez y por más que busca…
Su balance de Gobierno (?) es más que precario; probablemente ni siquiera pueda llevar a efecto su promesa de desenterrar a Franco, un expediente de apariencia sencilla en el que se ha enredado con los plazos. Su gestión ha sido un fake, un trampantojo, un engaño. Ha utilizado el aparato institucional como escaparate publicitario, ha repartido entre sus colaboradores el organigrama de altos cargos y ha derrochado combustible en el Falcon. Ha roto el consenso constitucionalista para negociar en vano los presupuestos en un centro penitenciario. Y al cabo, nada, sólo la dura evidencia de los 84 escaños y del intento estéril de gobernar a base de decretazos. Ha desperdiciado incluso la oportunidad de revalidar su mandato cuando el viento de las encuestas soplaba a su favor después del verano.
Ni El País salva ya al ‘soldado’ Sánchez:
La imposibilidad de tramitar el proyecto de Presupuestos Generales del Estado de este año por haber prosperado las enmiendas a la totalidad votadas ayer en el Congreso exige del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la disolución de las Cámaras y la convocatoria de elecciones generales. No solo para cumplir el compromiso que ha ido reiterando al compás de los obstáculos surgidos en el trato con los independentistas, sino también, y sobre todo, para reconducir la acción política a los procedimientos ordinarios establecidos por el sistema constitucional. La alternativa de prorrogar los Presupuestos vigentes, corrigiéndolos a través de decretos leyes, no haría más que profundizar las vías de excepcionalidad que se han multiplicado durante la actual legislatura.
Jorge Galindo diagnostica la situación que ahora mismo vive el PSOE:
Durante unos meses, Pedro Sánchez acarició el pasado: aquel tiempo en el que la izquierda española tenía una casa común a la que invitaban a unos pocos nacionalistas (la mayoría de corte conservador) para gobernar España. En esa casa que ahora se pretendía recuperar se mezclaban ideas progresistas con concesiones territoriales. Era un equilibrio funcional. Pero su recuperación resultó un espejismo que se desvaneció ayer. Seguimos en el mismo mundo que emergió en diciembre de 2015: hoy, para gobernar, la izquierda debe escoger entre ceder en la negociación de la soberanía para mantener la pureza ideológica, o hacerlo en el plano ideológico para conservar la unidad territorial. O independentistas, o constitucionalistas de centro y derecha. No hay más. Lo más probable es que nada de esto cambie significativamente cuando la ciudadanía acuda a las urnas.
La Razón da por finiquitada una legislatura de Sánchez que considera completamente yerma:
La legislatura está acabada, ha sido improductiva, sesgada ideológicamente y, sobre todo, ha dejado un panorama político confuso en el que en un alarde propagandístico se ha responsabilizado a PP y Cs del fracaso de las negociaciones de Sánchez con los independentistas. Las elecciones son necesarias porque es la única salida para desbloquear una situación que ha hecho que la vida política esté monopolizada por las consecuencias del «proceso». Que coincidan con el proceso del 1-O no es lo mejor, un escenario muy deseado por el independentismo, pero estamos seguros de que nada alterará al Tribunal Supremo.
Antonio Martín Beaumont vaticina que las elecciones generales serán en abril de 2019, casi seguro que el día 28, y de paso cree que Sánchez se ha puesto como objetivo ir a por Albert Rivera:
A pesar de todas las humillaciones independentistas que lleva a sus espaldas, Sánchez se consuela auto-convenciéndose de que en abril le arrebatará el «centro» a Albert Rivera, impidiendo su «blanqueamiento» -así lo definen en Ferraz- mediante acuerdos con barones socialistas tras el 26-M. El PSOE, en manos de José Luis Ábalos, tiene sed de campaña. Sus particulares cálculos, seguramente las cuentas de la lechera, llevan a vaticinar la posibilidad de pasar de los actuales 84 diputados a 120. Pero, tal y como advertía un miembro de la Ejecutiva Federal socialista: «Aquí no se trata de ganar, sino de gobernar».
El editorial de El Mundo afirma que el fracaso de Sánchez no se produjo con el rechazo a los Presupuestos Generales del Estado, sino desde el mismo día en que engañó a todo el mundo para lograr sacar adelante la moción de censura:
La legislatura no la sentenciaron ayer los independentistas votando la devolución de los Presupuestos. Ha sido el propio Sánchez, con su obstinado empeño de permanecer en el poder a toda costa, el que ha llegado al final de una escapada que estaba condenada al fracaso desde el principio. Porque el líder socialista inició su andadura engañando sobre sus falsas intenciones de convocar comicios en un periodo de tiempo breve, cuando su verdadero propósito pasaba por ir cediendo ante populistas e independentistas para lograr la cuadratura del círculo: gobernar con solo 84 diputados. Es cierto que la moción de censura es un procedimiento constitucional que legitima al candidato que la gana para formar un Gobierno estable y aplicar un programa político con los apoyos parlamentarios de los que disponga. Pero Sánchez se benefició de una mayoría de rechazo a Rajoy, no de una moción constructiva.
David Gistau ya imagina como será la precampaña y la campaña electoral de Sánchez:
Pronto entraremos en una campaña en la que Sánchez tratará de no ser visto jugando con el Falcon -enfurruñado lo imagino cuando un asesor le diga que lo tiene que dejar en el garaje- y que estará marcada por una insólita distribución de personajes: un presidente azote de nacionalistas, estricto custodio de la patria y de su almena constitucional, enfrentado a una jauría de fascistas contra los cuales vale la pena restaurar el ‘No pasarán’. En unos días les agitarán el engañabobos de la momia de Franco para ver si pican y van retratándose como conviene al guión.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72