Los cobardes tienen en las redes sociales su parapeto ideal para dar rienda suelta a lo que no se atreverían a decir cara a cara. Y si no que se lo digan al bueno y genial de Raúl del Pozo, articulista de El Mundo, que este 11 de abril de 2019 denuncia el ataque que sufrió el 5 de abril de 2019 tras participar en la tertulia de ‘Espejo Público’ (Antena 3) –Griso la entrevista con el hombre que ayudó a morir a su mujer: «Es patético hacer un espectáculo con las pompas fúnebres»–
Del Pozo comienza su texto en El Mundo hablando de la campaña electoral que está a punto de comenzar:
Si la mitad de los encuestados no saben a quién van a votar, nadie puede saber que bicho va a salir de las urnas. Pedro Sánchez, que decía en el 2016 que Mariano Rajoy no era demócrata si no participaba en los debates, no acepta ahora el match con Pablo Casado. De momento está pensando en ir a un encuentro a cinco, o a cuatro sin Santiago Abascal. «Pedro es tan macarra que le pone ir al cara a cara con Casado, pero sus asesores le convencen de que eso sería una parida». En el PSOE hay pavor a que los hechiceros demoscópicos metan la gamba como en Andalucía y temen la profecía de los ‘tres cincos’.
El insigne escritor va centrando el artículo hablando de la intoxicación que se producirá estas semanas en redes sociales mientras dure el ‘road show’ electoral:
«La campaña no se parece a las de los viejos tiempos. Ahora las intoxicaciones, más que noticias, surgen de las redes y la manipulación está más organizada y es más activa», me explica uno de los asesores de una candidata a las autonómicas. Sin debates serios la suerte está echada en internet. Los partidos aumentan su presencia en la Red para ganar elecciones. Las tácticas de desinformación desempeñaron un papel decisivo en los resultados de una docena de países. Los autores de trolls, bots y calumnias inflaron el apoyo a candidatos impresentables y forajidos. Se invadieron cuentas no sólo de políticos, también de periodistas, para sembrar desinformación.
Pasa a denunciar el escrache sufrido hace unos días en esas mismas redes sociales:
A veces somos los columnistas los que aguantamos escraches repentinos que suelen durar 24 horas y que proceden de cuentas falsas y hasta de robots. El otro día, después de participar en Espejo publico, recibí cientos de insultos -hijo de puta, rata, miserable, indecente, canalla, vendido- por haber sugerido que al señor que había grabado en vídeo los últimos segundos de la vida de su mujer, lo intentaría fichar un partido político. Dije que el infierno no existe, como ha confirmado el Papa, pero continúa en una UVI, en una larga agonía; añadí que los médicos con discreción evitan el sufrimiento cuando la situación es irreversible pero que necesitan una ley para no ser acusados de asesinato. Critiqué que los partidos durante las elecciones son una rama más de la sociedad del espectáculo y hacen una función de las pompas fúnebres.
Y concluye:
El linchamiento al que fui sometido acabó a una hora determinada, como si hubiera estado programado. Por un mismo artículo te pueden acusar de facha o de rojo, según de donde proceda el apedreamiento; y no todos los que lapidan son fanáticos, psicópatas o gente que sufra incomprensión lectora; hay sicarios anónimos pagados por los partidos. Si eso hacen con nosotros, ¿qué harán con los políticos rivales y los votantes indecisos?
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72