Bieito Rubido, el flemático director de ABC, se harta de las exigencias y cambios de criterio en Andalucía y lanza una cornada que parece dirigida a la yugular de Pedro Sánchez. (La ristra de ‘azotes’ de Ana Rosa al soporífero Juan Marín (Ciudadanos) por insistir en que no tiene nada que hablar con VOX)
Es lo que pasa cuando se abusa de la democracia y se toma el pelo a los ciudadanos. Los andaluces han apoyado a Vox, y no debería sorprendernos tanto, cuando no hace mucho asistimos a un fenómeno parecido con Podemos. Es cierto que entre uno y otro hay notables diferencias, que demuestran que la izquierda radical sí está en la marginalidad del orden constitucional. Es lo que tiene la democracia: cualquier imbécil puede ir al Parlamento y cualquier opción, dentro del marco legal, puede concurrir a las elecciones… y obtener cientos de miles de votos.
Jesús Lillo asegura que VOX ha sacado a relucir la gran lacra del PP y Ciudadanos, sus propios complejos:
Ciudadanos no quiere hacerse una foto con Vox, no vaya a pegarle los piojos. Solo sus votos. Que se las apañe el PP, que es el que pone al presidente andaluz, dice Marín desde Sevilla. Tampoco el Partido Popular se dejó ayer retratar con Vox. La cumbre entre García Egea y Ortega Smith quizá se produjo en la cafetería de una de esas estaciones de tren tan discretas y ventiladas a las que acude la gente de Ciudadanos a pagarle una ronda y ponerle unas tapas a los de Podemos. Los votos de Vox son el regalo del amigo invisible. Que Pablo Iglesias trate de rentabilizar el miedo irracional a un supuesto brote fascista tiene cierta lógica electoral. Que Ciudadanos y el PP se avergüencen de los votos que reclama al partido de Abascal revela, en cambio, sus complejos, precisamente el fermento de la crecida de Vox.
Pepa Bueno, en El País, se revuelve contra el hecho de que la negociación para la composición del nuevo Gobierno andaluz se esté haciendo desde la capital de España:
No deja de sorprenderme el desparpajo con el que se está negociando en Madrid el Gobierno de Andalucía. ¿A quiénes votaron los andaluces el 2 de diciembre? ¿Iban en alguna lista Pablo Casado, Teodoro García Egea, Albert Rivera, José Manuel Villegas, Santiago Abascal o Javier Ortega Smith? ¿Es una declaración de intenciones esta naturalidad con la que los tres partidos están jugando su partida de billar andaluza desde la capital de España? Si ya resultaba humillante el tutelaje, la realidad lo ha superado porque la negociación la llevan personalmente los dirigentes nacionales. Sin complejos, como ahora le gusta volver a decir a la derecha heredera del primer desacomplejado, José María Aznar. Tampoco sus líderes vicarios en Andalucía parecen sentirse molestos. Incluso la primera filtración sobre el reparto de consejerías entre populares y Ciudadanos salió de Madrid.
El editorial de La Razón considera que el partido de Santi Abascal no debe dinamitar el cambio político en Andalucía con unas condiciones fuera de la realidad:
Sólo desde la voluntad deliberada de dinamitar el cambio político en Andalucía puede entenderse el pliego de condiciones que ha presentado VOX para ceder sus votos al candidato popular, Juan Manuel Moreno Bonilla, a la presidencia de la Junta. En esencia estamos ante una propuesta de máximos, netamente ideológica, que ni Ciudadanos ni, por supuesto, el Partido Popular pueden aceptar, entre otras cuestiones, porque dibujan un escenario sectario y excluyente, tan inconveniente e injusto como el que plantean las formaciones de la izquierda en referencia al partido que preside Santiago Abascal.
Pedro Narváez le dice a Juan Marín que, si no quiere que se sepa que Vox le ayudará a tener carteras en la Junta de Andalucía, tiene una alternativa:
Ciudadanos, que pareciera querer que a Vox se le hinche la «testosterona», en su papel de eunuco que llega virgen a su primer matrimonio de verdad, para no tener que explicar lo que estaba haciendo: repartirse las carteras, qué bonitas, pero sin el permiso de Vox. Oiga Marín, el hombre inexplicable, de aspecto tan ordinario que parece un holograma en un descansillo, lo que no quería, que si Abascal dice que no, está de nuevo en la cola de la urna. Va a resultar que el partido de centro es el PP, el de Casado no el de Moreno Bonilla. Vox quiere asaltar la Moncloa antes que una comunidad de vecinos. Como «performance» provocativa es divertida. Pero los andaluces no vivimos en «South Park». ¡La de cosas que tiene que contar Susana Díaz a la Esperanza de Triana!
El Mundo entiende que las condiciones de Vox son inasumibles y que rozan con las peticiones de partidos populistas:
El pliego de propuestas que, antes de la reunión con el PP, Vox difundió como condición de su apoyo a la investidura de Juan Manuel Moreno parece calculadamente diseñado para resultar inasumible. La estrategia sigue siendo propia de un partido populista: reclamar atención mediática con planteamientos de máximos, magnificar la propia representación, colocar los términos del debate central en el extremo ideológico propio y tratar de atraer a él al resto de fuerzas en la esperanza de robarles votos con vistas a próximas elecciones. De otro modo no se entienden postulados que oscilan entre lo fantasioso, lo reaccionario y lo antisistema, junto a algunos otros puntos más o menos razonables que podrían propiciar una negociación constructiva y viable, siempre y cuando la legislatura de cambio eche a andar y permita el proceso natural de pactos parlamentarios.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72