Pedro Sánchez es el protagonista indubitado este 16 de febrero de 2019 de las tribunas y editoriales de la prensa de papel. Su anuncio, revestido de mitin, de convocar anticipadamente las elecciones generales para el 28 de abril de 2019 deparan un auténtico aluvión de enfoques, casi todos inclinados hacia las mentiras vertidas por el presidente a lo largo de estos casi nueve meses de mandato en La Moncloa.
Rafa Latorre, en El Mundo, detalla la alta factura que deja el mandato de Pedro Sánchez:
Había un dato que invitaba a creer en la promesa de interinidad de Sánchez, en que sería un presidente encargado. Cualquiera sabe que gobernar con 84 diputados es como jugar al billar con una cuerda, pero Sánchez es un hombre inverosímil y decidió mantenerse en el poder mucho más allá del límite de lo razonable. En coherencia, al final de su mandato su gobierno no puede exhibir otro logro que no sea el haber detenido la caída del PSOE en los sondeos. El coste de la campaña es considerable. La factura de lo material la eleva la intensiva patrimonialización de las instituciones, una hipertrofiada agenda internacional que proyectara una imagen de liderazgo, un CIS delirante con el que aparentar un respaldo social o una RTVE sin concurso y sin audiencia. El que Sánchez haya demorado la disolución de la Cortes para disparar unas últimas salvas con la artillería propagandística del Consejo de Ministros demuestra su imperturbable disposición a poner todos los instrumentos del Gobierno al servicio de su causa particular. Y con todo lo escandaloso que pueda parecer, todo esto son bagatelas. La verdadera deuda que deja Sánchez tras nueve meses en el poder es intangible, perdurable y todavía imposible de calcular.
El editorial de El Mundo deja a Sánchez como un mentiroso supino:
Aunque es verdad, como se intentó justificar Pedro Sánchez, que la moción de censura es un procedimiento perfectamente regulado en la Constitución, también lo es que el líder del PSOE dañó su propia legitimidad para ostentar el cargo, en primer lugar por haber mentido al Congreso y a todos los españoles. Sánchez aseguró en la Cámara que convocaría elecciones en el más breve plazo posible para desmentirse días después y confesar su intención de nombrar un Ejecutivo monocolor -pese a contar sólo con 84 diputados- y acabar la legislatura en 2020. Pero, en segundo lugar, el presidente del Gobierno, ignorando conscientemente que las mociones de censura han de ser constructivas, no presentó nunca -como habría sido preceptivo- un programa político para que fuese ratificado por los grupos parlamentarios que le ayudaron a desalojar del poder al PP de Rajoy, la fuerza política más votada. Nunca se sometió a una moción de confianza, como anunció, porque su único objetivo fue siempre permanecer en el poder, a cualquier precio.
La Razón critica el uso partidista que Sánchez ha hecho de las instituciones para su propio beneficio:
Pedro Sánchez podría haber anunciado la convocatoria de elecciones hace 259 días, tal y como fue elegido presidente del Gobierno tras salir vencedor de la moción de censura el 1 de junio pasado, como así se comprometió, «en el menor tiempo posible». Pero no era esa su intención: lo ha hecho agónicamente y poniendo al Consejo de Ministros al servicio electoral de su continuidad. Por si quedaban dudas de que su llegada a La Moncloa era el primer paso -imprescindible- para hacer un uso partidista de las instituciones del Estado y ayudarse de ese poder para concurrir a unos futuros comicios cuando creyese que le podían ser favorables, ayer nos ofreció un ejercicio claro, con muy pocos escrúpulos. La declaración institucional, que tuvo lugar con el único objetivo de anunciar la convocatoria de elecciones legislativas el próximo 28 de abril, fue, desde la primera a la última línea, un verdadero mitin de campaña, oficiado desde la tribuna del Consejo de Ministros, sin empacho alguno, sin ahorrarse ataques impropios del cargo que todavía desempeña y culpando a la oposición de su propio fracaso por no conseguir aprobar los Presupuestos. Ni una mención a sus socios independentistas.
Martín Prieto considera que Sánchez va a elecciones porque sus arcanos demoscópicos consideran que puede sacar al menos 100 escaños:
La convocatoria huele más a la cocina demoscópica del inefable José Félix Tezanos y «su» CIS que a la obligación moral y ética de un Gobierno descarrilado y contumaz en sus publicitarios pasos. El Presidente pareciera adepto a los arcanos de la simbología y comenzó su interinidad cantada hasta en las coplas de ciego exhumando a Franco y la cierra ordenando lo mismo, aunque sabe que el muerto pasará el verano donde solía. Los sondeos electorales son como los partes meteorológicos, que indican que mañana puede llover o escampa, y los de ayer le dan más de 100 escaños al propietario de 84, ignorándose cuáles serán los méritos de este nuevo Cincinato al frente de la nación o dentro de su deshuesado partido. No se recuerda en democracia que haya ido el censo a las urnas en paisaje tan brumoso y cambiante. Ya se sabe que las ranas aburridas pidieron un rey a los dioses que las enviaron un leño y, quejosas, recibieron un dragón. Elecciones a palos.
Cristina López Schlichting define magistralmente lo que fue el mitin de Pedro Sánchez en La Moncloa para anunciar elecciones generales:
Ahora nos va a vender más palabras usadas: que él es el ‘centro’, que nos ofrece el ‘futuro social’ -con unos presupuestos cuyas cuentas no salen- y que garantiza la ‘calidad democrática’, después de haberse palmeado con Torra. Del Falcon, de la tesis copiada, del Aquarius, del relator, nada. Por cierto, en su Aló Presidente, versión española del original chavista, no respondía las preguntas: si iba a reeditar los pactos con los independentistas que lo llevaron al poder, qué postura tiene frente al juicio al procés o si no es extraño que el Gobierno siga planteando leyes cuando ya ha convocado elecciones.
El País aprovecha el anuncio electoral de Sánchez para morder a las ‘derechas’:
Pedro Sánchez llegó a la presidencia por un procedimiento indiscutiblemente constitucional, inequívocamente legítimo desde el punto de vista institucional e inexcusable desde el político: el Congreso habría faltado a su deber más elemental si hubiera tolerado la continuidad en el Gobierno de un partido condenado por corrupción, y de un presidente decidido a no depurar responsabilidades y a convivir indolentemente con ella. Sánchez también disuelve las Cámaras por las razones que le obligaban a hacerlo: no por la presión de una manifestación que nunca debería haberse convocado, y menos con el apoyo de fuerzas de ultraderecha (como finge creerse el líder del PP, Pablo Casado), sino por haber perdido la única votación que decide sobre la continuidad de un Gobierno, como es la de los Presupuestos Generales del Estado.
El editorial de ABC masacra a Sánchez, al que le recuerda que ha convocado elecciones forzado por las circunstancias y no porque él voluntariamente quisiera:
La presión de millones de españoles ha obligado a Sánchez a rectificar. Pretendía permanecer en La Moncloa hasta marzo de 2020 y hace apenas una semana sostenía con altanería que si alguien quería elecciones inminentes debería esperar sentado. Objetivamente, Sánchez nunca ha manejado los tiempos reales del poder, ha enquistado su gestión con una cadena interminable de contradicciones, incoherencias y rectificaciones, y siempre se ha revelado como un presidente no fiable. Es lamentable que no haya convocado elecciones por dignidad, sino por obligación. Sus propios socios le han forzado a ello y ahora toda su incapacidad ha quedado al descubierto. Por más que ahora Sánchez pretenda presentarse como un adalid de la moderación entre los extremos situados a su derecha e izquierda, lo cierto es que confunde esa virtud con la soledad y el victimismo.
Jesús Lillo denuncia lo impúdico del acto de Sánchez para anunciar la convocatoria de elecciones:
Sin necesidad de rebobinar la secuencia y aplicar el VAR, la portavoz del Gobierno dictaminó que ayer no hubo mitin en La Moncloa. «Vayan ustedes a un mitin para ver la diferencia», dijo Celaá en plan Montero, la ministra que, ayer de lunares, inspira el cambio de tono y estilo del Gobierno bonito y experto. Oficialmente no hubo mitin. Lo de ayer fue una declaración institucional, ajustada, eso sí, a la idea que Pedro Sánchez tiene de lo que es una institución pública y de cuál es su aplicación práctica. Las imágenes del reportaje que aparecen en esta doble página muestran al presidente del Gobierno y su circunstancia, convocados para una de esas sesiones fotográficas, ya impúdicas, por reiteradas, que revelan el uso sistemático de los medios públicos con fines particulares.
Luis Ventoso saca toda la artillería contra Pedro Sánchez:
Lo peor ha sido su pésima relación con la verdad (eufemismo que empleo para no hablar de su afecto por la mentira). El discurso de convocatoria de elecciones supuso un ejemplo perfecto. Salió casi a trola por párrafo. Presumió de haber traído una RTVE objetiva y plural, frase digna de risas en off, como en las viejas telecomedias. Se jactó de un Gobierno abierto y ejemplar frente a uno asediado, cuando estos ochos meses han sido un recital de sectarismo y escándalos. Presumió de un compromiso firme con el saneamiento de las cuentas públicas, cuando el Banco de España llegó a acusarlo de trucar los ingresos en sus presupuestos. Se ufanó de la consolidación del crecimiento y la creación de empleo, cuando es un hecho empírico que bajo su batuta ya han empeorado. Acusó a la oposición de filibusterismo parlamentario, cuando él protagonizó el mayor facazo por la espalda a un Gobierno en 40 años de democracia. Se pavoneó hasta de haberse ocupado del reto -cierto e inmenso- de la digitalización y la revolución tecnológica, cuando lo único que ha hecho al respecto es nombrar a un ministro astronauta que nunca bajó del espacio sideral.
Ramón Pérez-Maura asegura con sorna que tan «pinchazo» como dijeron los acólitos de Sánchez no fue la manifestación de Colón:
Considerando que el Gobierno y sus círculos afines se han pasado cinco días proclamando a los cuatro vientos que la manifestación de la plaza de Colón del pasado domingo había sido un «pinchazo», habrá que reconocer que pocas veces en la historia vimos un «pinchazo» más exitoso que ese. Porque las sólo 45.000 personas que según la Delegación del Gobierno se reunieron allí para clamar pidiendo la convocatoria de elecciones fueron escuchadas por el presidente del Gobierno que los desprecia. Menos de una semana después, las elecciones tienen fecha.
Ignacio Camacho avisa de un serio peligro, dar por liquidado a Pedro Sánchez antes de tiempo:
En todo caso, se equivocará quien lo dé por liquidado. Goza de la ventaja del poder con su inmenso aparato clientelar y publicitario. Ayer mismo utilizó el atril de La Moncloa para soltar un mitin sin el menor empacho. También cuenta con el voto útil de la izquierda, que piensa estimular llamando al combate contra Vox como reclamo, y con las numerosas partidas de gasto que no dependen del atasco presupuestario. Además, al anteponer la convocatoria a la de las territoriales de mayo obliga a los barones del PSOE a comprometerse con él para evitar que les arrastre su posible fracaso. En esa sucesión apretada de plazos, el Gobierno, las autonomías y muchos ayuntamientos van a entrar en el mismo paquete de pactos. Todo en una sola cesta para que ningún disidente sienta la tentación de ponerse por su cuenta a salvo.
José María Carrascal afirma que Sánchez ya ha demostrado con sus actos que no es persona de fiar:
Le conocemos demasiado para saber que no es persona de fiar, sin principios, mejor dicho, su principio y fin es él, La Moncloa, el Falcon, los viajes al extranjero y demás bicocas, el país, el partido, por no hablar de Europa y del mundo, vienen muy detrás. Aunque no descartaría que, entre las razones que le han impulsado a declarar por terminada su legislatura, esté el alivio de ver esfumarse la investigación parlamentaria de su tesis doctoral.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72