No les vamos a engañar. De aquí hasta pasado el 26 de mayo de 2019, con la parada obligatoria del 28 de abril de 2019, se van a hartar ustedes de leer todo tipo de análisis, vaticinios y proyecciones demoscópicas varias por mor de la doble cita electoral (generales y el trío municipales-autonómicas-europeas). Y así vienen este 18 de febrero de 2019 las tribunas y editoriales de la prensa de papel.
Isabel San Sebastián, en ABC, se teme una jugada de los de Albert Rivera de cara a las eleccions generales:
Ningún analista independiente se imagina a los de Rivera pactando con Podemos o con independentistas. Tal combinación sería tan contraria a su naturaleza y razón de ser que no resulta serio plantearla. Ahora bien, en caso de que fuese suficiente un matrimonio entre dos, los propios dirigentes del partido bisagra han sembrado la confusión al introducir un matiz desconcertante en sus respuestas: «Con este PSOE, no». Como si hubiese otro. O como si, dependiendo del resultado que arroje el escrutinio, estuviesen dispuestos a negociar un cambalache consistente en cambiar respaldos y programas por cabezas. Sería muy de agradecer, en beneficio de la claridad, que los portavoces naranjas se decidieran de una vez entre el demostrativo y el artículo, y lo hicieran todos a una, para facilitar al electorado la elección de la papeleta. Porque de la extensa horquilla que dibujan las encuestas la única postura dudosa es, hoy por hoy, la suya.
Gabriel Albiac también pone en solfa las intenciones reales del líder de Ciudadanos:
No va a haber mayoría clara tras las elecciones: es lo único que hoy parece indiscutible. Ciudadanos habrá de decidir hacia qué lado vuelca la inestabilidad, sin solucionarla. Esperemos que no se equivoque. Apoyar un agónico mandato del Sánchez al acecho de negociar la independencia catalana, sería para los de Rivera el suicidio: una pena en una fuerza que levantó tanta esperanza.
Y en la misma línea va Salvador Sostres:
Los electores tienen derecho a saber para qué va a servir su voto, y en estos momentos -como ha sucedido siempre con este partido- un voto a Ciudadanos puede ser usado para una cosa y la contraria: para un gobierno de derechas o para mantener a Pedro Sánchez, para gobernar con los del relator y la solución política para Cataluña o para el 155 profundo y duradero que quería el presidente Rajoy y que no pudo aplicar porque Rivera se negó a apoyarle bajo el prestigioso argumento de que «sería como entrar con un elefante en la cacharrería».
Ignacio Camacho asegura que por mucho que Sánchez ahora quiera vender moderación, al líder socialista se le han notado mucho ya las costuras:
Es un populista disfrazado cuya habilidad para la impostura le ha permitido desmantelar el modelo del PSOE mientras se aprovecha de su tradición de partido de Estado, de tal modo que muchos españoles inadvertidos aún ven en esas siglas una referencia estable de liderazgo. Sus spin doctors le han diseñado una campaña con la que acentuar esos rasgos falsos: Sánchez el centrista, Sánchez el conciliador, Sánchez el sensato: el hombre de la mano tendida y del diálogo frente al ceño intransigente de la España del estacazo. El voto biográfico, el de la izquierda doctrinaria e irreductible, lo tiene más o menos asegurado; busca el de los sectores emergentes urbanos que se identifican a sí mismos en un progresismo ecléctico, abierto y laico y se pueden movilizar con el estímulo adecuado. El del trampantojo de un tardofranquismo hosco y retardatario contra el que disimular el carácter rupturista, autoritario e intemperante de sus propios aliados. Los que volverán a aparecer a su lado cuando sea demasiado tarde si la oposición se olvida de desenmascararlos.
Berta Batet, en El País, se hace la siguiente pregunta respecto al resultado que puedan arrojar las urnas el próximo 28 de abril de 2019:
Los españoles vamos a tener la primera palabra a la hora de decidir qué lo va a caracterizar. De las elecciones saldrá la respuesta a tres preguntas: ¿Hay una mayoría Vox-PP-Ciudadanos que permita la creación de un gobierno estable de derechas? ¿Hay una mayoría PSOE-Podemos que permita la creación de un gobierno estable de izquierdas? ¿Hay un mensaje claro de los votantes independentistas en favor de abandonar las demandas autodeterminación en la negociación? Si la respuesta a las tres preguntas es no, nos encontraremos en una situación muy similar a la de 2016, y nuestros representantes volverán a tener la responsabilidad de definir el futuro del ciclo. ¿Forman coaliciones que crucen el centro ideológico? ¿Se abre de nuevo la posibilidad de pacto con los partidos independentistas? El precedente catalán no invita a ser optimistas. Pero todos deberían tener claro que el futuro funcionamiento de la gobernabilidad y la alternancia en España está sobre la mesa.
Eduardo Inda, en La Razón, tiene claro que España se juega mucho el 28 de abril de 2019 y Sánchez no es precisamente la persona más fiable en ese aspecto:
Los socialistas de bien, los que creen en la España constitucional, que son la mayoría, han de pensárselo dos veces antes de meter la papeleta el 28 de abril. Votar Sánchez es votar Puigdemont. Votar Sánchez es votar Torra. Votar Sánchez es votar Junqueras. Y, desde luego, votar Sánchez es votar indulto. Iceta y otros socialistas no hablaban a humo de pajas cuando pusieron encima de la mesa el perdón presidencial a los delincuentes del 1-O «en aras de la reconciliación». Otorgar la confianza al marido de Begoña Gómez es firmar la sentencia de muerte de España tal y como la conocemos históricamente desde hace 500 años y legalmente desde hace 41. España sí-España no, ésa será la cuestión el 28-A.
El editorial de El Mundo critica el cesarismo que Sánchez ha aplicado en el seno del PSOE:
Movido por un sentimiento de represalia hacia quienes participaron en su defenestración como secretario general en 2016, Pedro Sánchez ha optado por imponer un modelo de partido cesarista, más propio de los movimientos populistas que de una organización con ambición de gobernar en nombre de todos los españoles. Y para que nadie se lleve a engaño y todos sepan que no le va a temblar el pulso a la hora de purgar a los disidentes, el jueves fulminó a Barreda y a Soraya Rodríguez por haber cuestionado su política de cesiones ante el independentismo. La convocatoria de las elecciones le dará la oportunidad de renovar el grupo parlamentario, heredero de las etapas de Zapatero y Rubalcaba, y colocar en puestos clave a medio centenar de nombres que no ponen cuestión ni su liderazgo ni su estrategia. Diseñar un PSOE a su medida no es el mejor camino de regeneración democrática.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72