Pedro Sánchez tiene que estar estos días que no cabe en sí, que tendrá que agacharse cuando entre por la puerta de La Moncloa para que su ego no choque frontalmente con el dintel. Los editoriales y tribunas de la prensa de papel de este 20 de febrero de 2019 se ceban a base de bien con la ‘biografía’ del presidente del Gobierno, llena de lugares comunes, de infantilismo y de erratas varias.
El editorial del ABC no se traga el falso centrismo de Pedro Sánchez:
Sánchez ya no es virgen en política y que su aparente giro al centro no es real. La moderación no forma parte de su vocabulario, y todo es una burda estrategia para simular que la socialdemocracia tiene un valor multiplicador y no excluyente. Pero sus hechos han demostrado lo contrario porque sus socios de moción de censura ni son constitucionalistas, ni respetan los elementos básicos de una democracia, ni representan a una mayoría de ciudadanos. Pese a su impostura preelectoral, Sánchez concurrirá a las urnas con el estigma de haber cedido al separatismo con tal de garantizarse nueve meses en La Moncloa, y revertir esa realidad no va a serle sencillo, ni debe salirle gratis. Sánchez ha hecho de la mentira, la rectificación, la opacidad y la supervivencia personal el eje de su acción de gobierno. Ni tiene un proyecto moderado ni tiene un plan respetuoso con la Constitución, tal y como se han encargado de avisarle ya muchos miembros de su propio partido.
Álvaro Martínez se mofa del episodio del colchón de Pedro Sánchez:
Nada más emblemático para dar pistas de lo que les esperaba a los españoles que la imagen de un presidente que lo primero que hace es pensar en sí mismo y agenciarse un viscolástico último modelo que le procure confort nocturno durante su estancia en el palacio. El colchón, como vemos, es vital en el sanchismo. Por ejemplo, con 84 diputados de 350 en las Cortes el colchón que eligió para gobernar fue el que le procuraban los comunistas de Podemos, los progolpistas de ERC y del PDECat, los proetarras de Bildu y los nacionalistas -formato «a ver lo que apaño en esta baza»- del PNV. En semejante jergón lleva acostado desde junio y parece que allí piensa seguir apoyado después del 28-A. En breve, y si no al tiempo, verán al Doctor Viscolástico volver a arroparse con la bandera de España, que España, que casi todo lo aguanta, también es buen colchón hasta para quien ha estado saltando irresponsablemente sobre ella de la mano de quienes tratan de destruirla.
Luis Ventoso también se toma a chacota las memorias de Pedro Sánchez:
El profesor Pedro Sánchez, doctor honoris causa por la legendaria Universidad Camilo José Cela, pertenece a esa estirpe de los osados. Nada lo amilana. Esta semana presentará un libro de memorias, convirtiéndose así en nuestro primer presidente del Gobierno que estando en activo cobra de un grupo mediático. La obra arranca relatando su primera decisión en el cargo, que dada su importancia consultó con Begoña, su mujer. ¿Sería enviarle una caja de bombones a Torra? ¿Contratar a un fotógrafo de cámara? ¿Exhumar a su más leal colaborador? No. Se trataba de cambiar la cama de La Moncloa, no fuese a ser que se le contagiase el conservadurismo del viejo Mariano, y repintar las pareces del Palacio, como hace todo inquilino que llega a una vivienda, según Sánchez. Con esta patochada arrancan las apasionantes memorias del Pericles de Ferraz.
José María Carrascal describe lo que han sido estos meses de mandato de Pedro Sánchez:
Le han llamado encantador de serpientes, vendedor de crecepelos, malabarista, pero se me asemeja más uno de aquellos mozos de nuestra novela picaresca que mudaban de oficio en cada capítulo, según las circunstancias y el señor. Con la enorme diferencia de que Pedro Sánchez tiene como señor a sí mismo, sobre todo y ante todos. El Lazarillo, el Buscón, Guzmán de Alfarache vivían a salto de mata, buena o malamente, en tanto que Sánchez mantiene una línea recta hacia el poder y mantenerse en él a toda costa, sacrificando convicciones, programas, amistades y principios. Se ha llamado al suyo gobierno «bonito» y «Frankenstein», pero el Frankenstein es él, como si estuviera formado por partes muy distintas de diversas procedencias.
El editorial de El Mundo carga a saco matraca contra Sánchez y su infantil prosa en Manual de Resistencia:
El sanchismo no solo despilfarra el dinero público sino también la vergüenza propia. Leído Manual de resistencia, resulta difícil reprimir el bochorno ante tan inédito alarde de autopromoción en un presidente que no ha cumplido nueves meses en Moncloa. No se trata solo de la prosa infantil, la tergiversación de batallas orgánicas en su beneficio, la egolatría disparatada o el descaro de asumir como propia la autoría ajena. Es que atribuye posiciones al mismo Felipe VI, a quien se permite enrolar en el bando del sanchismo frente a la irresponsabilidad del PP. Sánchez se retrata como personaje incapaz de distinguir entre la responsabilidad institucional y la obscena ambición personal. Nunca nadie tan poco votado se creyó tanto.
Carmen Rigalt le baja los humos al presidente del Gobierno:
Estos días se escucha decir por todas partes que las elecciones las ganará Sánchez, y va la gente y se lo cree, empezando por el propio Sánchez. Yo no comparto su optimismo, aunque él es muy libre de creerse Churchill si lo estima oportuno. Pero tendrán que cambiar muchas cosas para que Sánchez vuelva a gobernar este país. Le encanta su personaje y está dispuesto a explotarlo hasta que reviente. Querido lector: si esta paja mental amenaza con ser cierta y usted lo sabe, no dude en comunicármelo. Sánchez podrá hacernos creer que es Superman, pero para entonces ya me habré hecho de Netflix y disfrutaré de los viejos personajes de las películas.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72