¿Quitará este 22 de marzo de 2019 los lazos amarillos y las burlas alternativas Quim Torra de las instituciones oficiales? Está claro que por voluntad propia no lo hará y fiarlo todo a los Mossos es volver al famoso 1 de octubre de 2017 cuando el referéndum ilegal de marras, que al final tuvo que ser la Policía y la Guardia Civil quienes tuvieron que actuar.
Desde luego, tribunas y editoriales de la prensa de papel tienen bastante claro que Pedro Sánchez, con ese ponerse de perfil todo el tiempo ha sido quien ha propiciado este dislate y todas las mofas del títere puesto en Cataluña por el prófugo Carles Puigdemont.
El diario La Razón le afea a Pedro Sánchez que siga poniéndose de perfil ante la nueva burla del separatismo:
El telón de este juego se ha descorrido hace tiempo y ha mostrado las entrañas de una sociedad profundamente dividida con unos líderes políticos con un nivel de irresponsabilidad difícilmente alcanzable en el entorno de las democracias europeas. Es lógico, por lo tanto, que Pedro Sánchez contemple desde Bruselas el vergonzoso suceso de ver cómo cuelgan pancartas que insultan a la democracia española y nos ofrezca un discurso legalista. «Cuando entramos en un proceso electoral, lo que tenemos que hacer es someternos todos y cada uno de los actores a la Junta Electoral Central», dijo. Cierto. Pero un presidente del Gobierno debería anteponer la legalidad siempre. En los centros oficiales, que son de todos los catalanes, nunca debe haber símbolos independentistas.
Luis Ventoso, en ABC, hace una cronología de los días que Torra lleva choteándose de Pedro Sánchez a cuenta de los lazos amarillos:
El lunes 11 de este mes, la Junta Electoral exigió a Torra que retirase en 48 horas los lazos amarillos y esteladas de los edificios públicos, a fin de preservar su neutralidad. Torra, por supuesto, ignoró la orden, porque las normas del Estado no van con él. Pero no pasó nada. Sánchez, atareadísimo con los huesos de Franco, hizo el avestruz. El día 18, una semana después de la primera orden, llegó la reacción de la Junta Electoral ante la desobediencia abierta de Torra. Insólitamente consistió en concederle un nuevo plazo de 24 horas, que también se fumó. Y aquí entra en escena la gran Celaá, que este miércoles, después de que Torra llevase nueve días desobedeciendo, dejó el siguiente análisis: «Su retórica es molesta, pero no ha pasado la raya de la desobediencia». Sabido es que una de las características del sanchismo es que la realidad es un concepto discutido y discutible, que diría Zapatero.
Hermann Tertsch señala con claridad que los españoles se están hartando de las burlas del golpismo y de la pasividad del Gobierno de España con estos:
Sánchez y sus ministros, todos dedicados a la representación de la mentira, no perciben el calado de la indignación que generan estas humillaciones añadidas del golpismo. Millones de españoles asisten con rabia y estupefacción al circo montado por Torra y permitido por su socio Sánchez. A muchos sorprendió aquella manifestación de un millón en Barcelona de 2017. Fue el comienzo de una respuesta de los españoles a tanta humillación acumulada. En un eco atronador de la dignidad solitaria del Rey Felipe VI. Las humillaciones que generan otra vez los golpistas y quienes los amparan, ya son rebosantes. Como rebosan ya las emociones y voluntades ante una batalla decisiva de los defensores de la continuidad histórica de España contra sus enemigos.
Carlos Herrera estalla ante la reacción nula de un Gobierno frente a la nueva burla de Quim Torra:
Si Torra cambia la cartelería por otra en la que los lazos son blancos en lugar de amarillos, o los símbolos son amarillos pero en vez de ribetes son vaquitas o mariposas o gilipolleces semejantes, está burlándose de una Administración que sabe no va a reaccionar con todas las de la Ley por una sencilla y elemental razón de cálculo: porque a la vuelta de la esquina puede necesitar sus votos. Eso hace que ni Ábalos, ni Celaá, ni el propio Sánchez, ni ningún otro cuentista encaramado en la gobernación de España, digan ni una sola palabra de los lazos, las pancartas, las proclamas o los desafíos y las burlas al Ejército que esta chusma septentrional practica con denuedo.
Ignacio Camacho apunta a que el infantilismo de Torra debería de haberlo cortado hace tiempo Pedro Sánchez:
Todo este entretenimiento de patio de colegio es posible porque no hay un poder que ejerza de contrapeso. Porque ese orate supremacista que se disfraza de chaval travieso para juguetear a su antojo con pancartas y letreros es el tipo que puede decidir el próximo Gobierno. Porque, salvo la justicia, falta una autoridad con determinación y criterio que haga sonar el timbre para decretar el fin del recreo.
El País, en su línea, aprovecha para meterle a PP, Ciudadanos y Vox con el tema del separatismo catalán:
No se necesitan salvadores de la patria sencillamente porque la patria no está en peligro, gracias a que sus instituciones democráticas son sólidas y están funcionando. Lo que se necesita, por el contrario, es que los partidos que defienden la Constitución cierren filas de una vez por todas en torno a un acuerdo político básico, que devuelva la serenidad a la vida pública y frente al que el independentismo no pueda seguir ocultando su fracaso.
El editorial de El Mundo denuncia el bochornoso silencio de Pedro Sánchez:
La Moncloa ha mantenido durante los últimos días un bochornoso silencio. Incluso ayer, pese a la evidente estrategia separatista de patrimonializar las instituciones, Sánchez evitó el choque con la Generalitat y se limitó a comprometerse a materializar lo que mande la Junta Electoral. Sánchez parece más preocupado por seguir alimentando la distensión que de defender la legalidad constitucional. España no puede permitirse un Gobierno sin liderazgo ni determinación en un momento en el que el independentismo ha decidido volver a la unilateralidad. La acción del Estado de derecho no dejará impune la burla del títere de Torra, pero ello no es óbice para subrayar el riesgo que representa un Ejecutivo incapaz de hacer frente a la mayor amenaza de la democracia desde el 23-F.
Santiago González precisa que el problema que les une a Sánchez y Torra es el incumplimiento de sus propias obligaciones:
Ambos representan poderes públicos que muestran flojera en el cumplimiento de sus obligaciones. ¿Y cuáles son las obligaciones de los poderes públicos? La primera es de naturaleza doble: cumplir y hacer cumplir la ley. Torra es un tipo absurdo que ejerce la Presidencia por cuenta de un fugado del que actúa como valido, según el columnista Espada, aunque sería más propio que lo escribiera con ‘b’, más ahora que ha adoptado como un símbolo las ovejas amarillas. Ni cumple la ley ni la hace cumplir.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72