No le gustó un pelo a Raúl del Pozo el segundo debate entre cuatro de los candidatos a ser presidente del Gobierno el próximo 28 de abril de 2019. En una brillante tribuna en El Mundo este 24 de abril de 2019, el escritor define el papel de los cuatro líderes como un duelo más propio de una barra de bar después de haber acabado de consumir algo más que unos cafés –El ‘deportivo’ gesto de Rivera a lo futbolista nada más acabar el debate: «¡Vamos!»-:
Fue un debate encorsetado y caótico que aumentará la abstención. Cuando hablaban de eutanasia, se colaban las concertinas, cuando sacaban el aborto, surgía el dominio de la Iglesia católica sobre la educación. Sin orden y concierto, el debate definitivo lo interpretaron cuatro macarras riñendo en un bar después de unos cubatas. Anoche presenciamos un crispado partido de vuelta en el que los candidatos se comportaron con chulería después de que Pedro Sánchez saliera vivo del primer encuentro.
Añade Del Pozo que –La cara de Pedro Sánchez durante el debate de Atresmedia no es la de creerse los buenos augurios de Tezanos-:
Anteayer, según las malas lenguas, Pablo Casado quedó kaput porque Sánchez le cortó el oxígeno desde el primer instante y a Pablo Iglesias se le apareciera Santiago Carrillo diciéndole, adora lo que quemabas y quema lo que adorabas. Por sorteo, como en la liturgia de la democracia griega, los candidatos fueron exponiendo sus rencores para gobernar la nación. Empezaron el fuego graneado Albert Rivera y Pablo Casado acusando al presidente del Gobierno de pactar con los separatistas, que quieren liquidar España. Pedro Sánchez les llamó mentirosos e insistió que nunca ha pactado con los independentistas.
Detalla el cruce de acusaciones entre los diferentes líderes –El gran ausente del Debate de Atremedia no fue Santi Abascal sino Belén Esteban-:
Rivera y Pedro se dijeron mentirosos decenas de veces. Pablo Iglesias le dio cortes a Rivera tachándole impertinente y mal educado. Rivera habló así a Sánchez: «No deja de mentir. Es un fake». Hubo provocaciones y desafíos. Rivera le regaló a Sánchez su propia tesis, «que no habrá leído» y el presidente le respondió a Rivera con el libro de Dragó sobre Abascal. Hubo tal tensión que Pablo Iglesias pidió a los contendientes más cortesía. «Los espectadores se merecen un debate sin insultarse. No hace falta llamarnos mentirosos». Rivera preguntó a Pablo Iglesias: «¿Usted es el árbitro?». Hablaron de reforma laboral, de los impuestos, de alquileres, del aborto, de la eutanasia, pero todo revuelto, entres insultos e interrupciones. Albert Rivera con pasión política e ingenio satírico fue la estrella del debate. Gracias al mago Iván Redondo Pedro volvió a salir vivo. «Este es el Tour anti-Pedro Sánchez. Son los Pirineos y luego llega París. Si ganamos, seremos eternos», me dijo minutos antes del debate un asesor del presidente del Gobierno.
Y remacha con una genialidad –Feliz Día del Libro: Rivera le suelta a Pedro Sánchez su ‘fake-tesis’ para ver si se la lee y el socialista le entrega el libro de Dragó sobre Abascal-:
Pablo Iglesias llegó en taxi a Atresmedia para apoyar, según el mismo dijo, a las familias del taxi en ejemplar lucha contra los buitres . Fue un golpe de efecto que la televisión elevó a categoría de arenga y de alegato político. Es que el poder en las últimas 48 horas no se ha disputado en un palacio, en un Parlamento, en una cumbre, sino en un plató, en un partido de dobles. Fue un programa de Gran Hermano con tres maniquíes y un chulo de Vallecas que fue el más moderado.
Juan Velarde es redactor de Periodista Digital @juanvelarde72