No por no ser original, no deja de ser oportuno recordarlo, más cuando Pablo Iglesias se está desgañitando a estas horas acusando a Juan Guaidó de ‘golpista’ como hicieorn en el pasado con Leopoldo López.
Luis Ventoso le recuerda en su columna de ABC, titulada ‘Para Pablo y Alberto’, a Iglesias y su caniche Alberto Garzón, que en la execrable democracia española, «vosotros, nuestros «jóvenes» líderes comunistas de 33 y 40 tacos, vivís como pachás. Tú, Albertiño, diste un recital de adicción al boato burgués con tu bodorrio del verano de 2017: banquete épico en Bodegas Riojanas y un mes de luna de miel en Nueva Zelanda, «como cualquier español», según explicaste con jeta de hormigón armado.
Y tú, Pabliño, eres el legendario Robin Hood que quieres sablear las nóminas de los que curramos de sol a sol mientras la gozas en tu chaletazo serrano con escolta de la Benemérita a la puerta.
Estos días ardéis en ira justiciera, porque Juan Guaidó y Leopoldo López buscan apoyo militar para liberar a los venezolanos de la narcodictadura de Maduro, Cabello y Padrino. Condenáis el «golpe de Estado» (supongo que como un gesto de gratitud para con aquellos que apoquinaron el parné para el amanecer morado de «la Gente»). Guaidó es «un golpista». Maduro, que se inventó un Parlamento de cartón-piedra cuando perdió la mayoría en el de verdad, no. Los venezolanos pasan mucha hambre. La luz eléctrica es un bingo. Sufren una inflación de récord Guinness y una dolarización que deja a los humildes sin alimentos. La vida humana es calderilla, porque la violencia campa desatada. Los hospitales carecen de medicamentos y, a veces, de luz.
Los enfermos se consumen en sus casas hasta morir. Querido Pablo, tus mellizos prematuros, que gracias a Dios fueron salvados por esa sanidad pública española que asegurabas que había sido «desmantelada», ya no estarían con nosotros de haber sido venezolanos. Esa es la tremenda realidad que hace que -y siento decirlo- me parezca asqueroso que salgáis en defensa de una dictadura que ha convertido un país rico en un infierno y una cárcel. Una vergüenza vuestra doble moral, camaradas. Si estuviese viva Rosa Luxemburgo os correría a gorrazos, por pícaros y por desalmados.
.